capítulo 2: Primavera

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Capítulo 2:
Primavera

Capítulo 2:Primavera

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Estoy empapada.

La sirena me trajo entre cavernas de agua hasta un arroyo en la corte de primavera. Lo más lejos que pudo del valle. Presiento que dar con el lugar de nuevo será como comenzar de cero.

Debo moverme rápido. Mi situación en Encantus es delicada. Se me busca por traición y la guardia de la corte oscura tiene poco más de año y medio intentando atraparme. Durante ese tiempo me oculté en la frontera de las tinieblas. Zona donde se cosechó el mal. Nadie se atreve a ir. Es un sitio seguro para mí, llevo la marca de la bruja, así que, no corro ningún peligro. Por ahora.

El peligro es estar aquí, expuesta en la corte de primavera. No sé cómo sea la relación entre el rey Alfred y Zulay, pero quizás, si alguno de sus elfos de luz me encuentra, me entregue a la corte oscura. Debo irme cuanto antes. Regresar a mi refugio y replantear la búsqueda de Idris.

Me saco las botas y las volteo. Un pequeño chorrito de agua se escabulle hacia el suelo. Una vez escurridas, me las vuelvo a poner. El trayecto que me toca caminar es largo, mi ropa se secará en el trayecto. Acomodo el cuchillo en su funda, en mi cintura.

—¿Yira? ¿Eres tú?

¡Oh, magnífico! Ya fui encontrada por un elfo. Por la princesa de la corte de primavera.

—No. No soy yo.

Suri se cruza de brazos frente a mí. Eleva una de sus pobladas y rubias cejas. Sus ojos verdes parecen dos faros amenazantes, la mirada de una futura reina. La trenza recorre su cien y descansa sobre su hombro hasta por debajo de la cintura. Su cabello ha crecido mucho. El mío también, no tanto como el suyo. Mi melena oscura está a mitad de mi espalda, y es lo único bonito que tengo.

Detrás de Suri, un chico de casi catorce años. Alto, más alto de cómo lo recordaba. De profundos ojos ámbares.

—Hola, Suri. Ey, Cris —me obligo a saludar.

Es incómodo estar aquí. La última vez que nos vimos, mis diferencias con Cristian seguían en un punto muerto.

—¿Tomando un baño? —pregunta él.

Cris y su hermano gemelo, Kevin, eran mis amigos. Los únicos que tenía en realidad. Nunca fui muy buena para hacer amigos, para muchos yo era una niña rara, pero los gemelos nunca me vieron de esa manera. Aunque ellos no sabían en ese momento, eran tan raros como yo, hadas. Nos llevábamos muy bien, hasta que mi madre me hizo traer a Kevin a Encantus. Desde ese momento perdí a mis amigos y a mí misma.

—Es complicado.

—Pues, tenemos tiempo de sobra —dice Suri.

No me desharé de ellos con facilidad y no entiendo por qué. Sí, todos estamos unidos por una misma causa, pero eso no nos hace amigos. No como para que quieran saber que ha sido de mi vida este año y medio.

Encantus. Alas condenadas (libro 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora