Capítulo XXI

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La señora Dávila nos hizo subir a la camioneta apresurándonos a cada segundo.

La camioneta era una cabina de tres, aunque en la parte de atrás venía un pequeño asiento demás.

Todos los hombres se subieron atrás con el más pequeño en el asiento de al lado. Selena nos jalo a mí y a Sofi para subirnos en la parte de en medio, dónde había tres asientos disponibles para nosotras. Molly se subió al frente a un lado de la señora Dávila.

La camioneta comenzó a manejarse sola siguiendo el camino por el que se habían ido los demás. A pesar de todo, la mayoría de nosotros se mantenía callado.

—¿Cómo han estado? —susurró Selena hacia nosotras dos.

La simple pregunta nos tomó por mucha sorpresa aunque, considerando que estaríamos juntas en el mismo equipo, no me preocupó demasiado.

—Estamos bien —respondo esbozando una pequeña sonrisa—. ¿Y tú?

—¿No pueden mantenerse calladas por solo un segundo? —nos regañó la señora Dávila volteando a vernos.

Selena agachó la mirada apenada, yo solamente me volteé a la ventana.

Alcance a ver que Molly hacer una mueca volteándose para que no la vieran.

—¿Crees que eres mejor que ellas? —le regañó la señora Dávila.

La chica se mantuvo callada evitando su mirada.

La camioneta siguió su camino hasta que llegamos a unas instalaciones que parecían haber sido una escuela antes, probablemente una universidad. Nos estacionamos a un lado de todas las demás camionetas ya vacías.

—Avancen si no quieren perderse la cena —indicó la señora Dávila bajando de la camioneta.

Todos bajamos rápidamente y la seguimos por detrás.

La antigua escuela se veía más grande de lo que había pensado. Estaba dividido en varios edificios, todos estaban pintados de color crema por fuera y tenían varias ventanas en lo que parecía ser cada salón. Los barandales eran de color azul y cada edificio tenía al menos tres pisos. Entre cada edificio había patios con bancas y jardineras alrededor.

Seguimos a la señora Dávila entre los edificios, parecía que eran interminables hasta que nos guío a uno donde estaban dos edificios juntos, uno frente al otro, con un techo encima de ellos haciendo que se vea más oscuro que los demás.

Cuando llegamos varias de las personas ya estaban bajando por ahí viendo lo que había. En cuánto se dieron cuenta de la llegada de la señora Dávila, todos caminaron de regreso a los salones.

La señora Dávila caminó hacia la parte más alejada del edificio del lado izquierdo. Abrió una pequeña puerta y se puso a un lado dejándonos pasar.

Uno a uno fuimos entrando viendo el salón, que ya para nada parecía un salón. No había pupitres, ni escritorios, ni siquiera un pizarrón. Lo único que se veía eran camas y mesas de noche pegados a las paredes; cuatro de un lado y cuatro de otro; tenían un edredón gris y nuestras maletas estaban en el centro del cuarto. Al fondo, había otras dos puertas.

A pesar de que estaba en una escuela, parecía demasiado pequeño para haber sido un salón.

—Disculpe —dijo el chico pelirrojo llamando la atención de la señora y la de nosotros—. ¿Qué es este lugar? —movió su dedo en círculos señalando a nuestro alrededor.

—Este va a ser el lugar donde vivan por las siguientes semanas —indicó sin darle mucha importancia.

—Pero... ¿Por qué es tan oscuro y pequeño? —preguntó otro chico con lentes adelantándose—. Alcancé a ver el de los demás, ellos al menos tienen ventanas y es claro que son más gr...

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