Al abrir mis ojos, pensé que todo lo que había pasado en los últimos días había sido un sueño. Tenía que serlo. Clay y yo no habíamos sido descubiertos. No me había inscrito a la Colecta. No terminé elegida junto a mi hermana y mi novio.
Aunque en el fondo sabía que al final no era verdad. Todo había sido real y era mi culpa.
¿Cómo había permitido que termináramos así?
Sentía que de alguna manera había terminado siendo mi culpa. Había sido descuidada y mi madre nos había descubierto a Clay y a mí. No vigilé bien a Sofi y terminó llenando el formulario y entregándolo. Le conté a Clay lo que ocurría y terminó inscribiéndose.
Me volteo en la cama soltando un gruñido contra la almohada. Todo se había salido de control y justo ahora no tenía ni idea de qué iba a hacer.
Escucho la puerta abrirse seguido de los pasos de mi madre.
—Cassandra —murmura moviéndome ligeramente el hombro—. Tienes que levantarte. Sofía dijo que te levantara, ella se está bañando.
Respiro profundamente tomando todas mis fuerzas para levantarme. Era lo último que quería hacer. Le doy una mirada rápida al reloj para ver la hora. 6:03. Aún era temprano, aunque tenía que empezar a arreglarme si quería tener tiempo de desayunar.
—¿Te sientes bien? —pregunta mi madre sentándose a mi lado en la cama. Apoya el dorso de su mano en mi cabeza verificando que no tenga fiebre, como cuando era pequeña—. Si te sientes mal, tal vez no tengas que ir, puedo avisar que estás enferma.
Sonreí agachando la mirada. Me agradaba ver a mi madre en tan buen estado, pero me estaba consumiendo que solo la tendría por dos horas más.
—Descuida, estoy bien —respondo dándole una sonrisa tranquilizante.
Ella sonríe inclinando la cabeza.
—Bueno, apresúrate. Iré a prepararles el desayuno.
Se levantó y salió de mi cuarto tranquilamente. Pensé en ir con ella y asegurarme de que estuviera bien, solo me bastó una mirada al cuarto para saber que tenía otros asuntos que atender.
Salí de la cama, quité todas las sábanas y las cobijas doblándolas una por una. Tenía que dejar listo todo.
Ayer en la noche, después de que Fer nos dió los regalos, nos dedicamos a divertirnos, como en los viejos tiempos. Antes de irnos, le pedí a Fer que pasara por mi casa después de que me fuera, que cuidara de mi mamá hasta que pasaran por ella. Después de eso, la casa era suya. Tuve que persuadirla para que aceptara quedarse con la casa, no había nadie más que se quedara con la casa y era la única persona en la que confiaba para darle un buen uso.
Pasé al cuarto de mi hermana y de mi madre haciendo lo mismo. Asegurándome que todo quede en su lugar. Volví a mi cuarto para sacar mis maletas y dejarlas en la entrada; no había podido guardar mucha ropa, por lo que la mayoría de mis cosas se tendrían que quedar aquí. Por alguna razón, se sentía como que iríamos de viaje por unos días y volveríamos, a pesar de que sabía que no era así.
El olor a huevo comenzó a hacerse presente por la casa. Me asomé hacia la cocina viendo a mi madre cocinar; por lo que se podía ver estaba preparando omelettes. Sonreí para mis adentros, regresando a mis deberes. Al subir, me encontré con Sofi medio vestida cubierta con una toalla yendo a su cuarto.
—¿Ya tienes todo listo? —pregunto antes de que entre y cierre la puerta.
—Creo que sí —menciona evitando mi mirada.
Probablemente se sentía igual de mal que yo.
—Vale, iré a bañarme. Mamá está preparando el desayuno.
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CERO
Ciencia FicciónDurante la Tercera Guerra Mundial, México tuvo mucho miedo, tanto que la capital fue despoblada y el resto del país se dividió en seis provincias; los líderes de cada provincia empezaron a repoblar la capital a través de "la colecta", está consistía...