Sacrificios y venganza

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Todo se había salido de control. Saori tenía miedo. El peligro ya había pasado, habían logrado salir bien librados de ese ataque; pero la situación le había hecho ver que las cosas la rebasaban. Ahora estaba en la sala de espera de urgencias esperando que le dieran alguna noticia de Seiya. Ella sabía que él estaba bien, sólo había perdido el conocimiento por la adrenalina del momento.

Seiya había hecho frente a los tres Santos de Plata sin saber exactamente a lo que se enfrentaba.

-Qué cosmos tan poderoso- había dicho Dio- pero ese jovencito no es un Santo ¿acaso será un enemigo, parte de la conspiración de la que es parte Ofiuco?

Saori respondió por reflejo- Shaina no tiene nada que ver con nosotros ¡Váyanse!

-Nosotros no pronunciamos nombre alguno- intervino Algheti- Eso significa que sí la conoces y ahora mismo dirás lo que sabes.

Se acercó a Saori y Seiya lo detuvo.- Déjala en paz...

Algheti se sorprendió de la fuerza que usaba Seiya para sujetarlo. –Niño, ya estás muerto- le amenazó. Lo golpeó. Dio y Sirius se unieron a la paliza. Si continuaban así, Seiya moriría.

Saori, quiso actuar, elevar su cosmos y, por lo menos, ahuyentar a los enemigos, pero Seiya la descubriría. Estaba deliberando sobre su decisión. Cuando, sucedió algo extraño, una energía apareció de la nada. Saori miró hacia la dirección de esa energía. Era la armadura de Pegaso, que había aparecido para salvar a su auténtico poseedor. Los tres Santos de Plata miraron sin comprender. Seiya, quien yacía en el piso, se levantó y la armadura se acopló a su cuerpo.

Su cosmos comenzó a arder con una increíble fuerza. Saori no podía creer aquello, pero más aún cuando Seiya pronunció con la mayor naturalidad- ¡Meteoro de Pegaso!

Fue un ataque inminente, los tres cayeron derrotados. Fue sencillo, el oculto cosmos de Seiya, con la ayuda de la armadura de Pegaso, los había derrotado. Sin embargo, el chico con la respiración muy agitada, se arrodilló y cayó de bruces.

-Seiya...- corrió a ayudarle, se dio cuenta de que estaba bien, sólo se desmayó. Pese a que sabía que Seiya odiaba los hospitales, decidió llevárselo; no sin antes quitarle la armadura. La guardó en su caja y la ocultó, después volvería por ella.

-Tú... -dijo de pronto una voz. Era Seika acompañada de Miho, ambas estaban muy enojadas- Tú ¿qué le hiciste a mi hermano?

-Nada... nada... sólo que nos atacaron.

-Escúchame, él jamás se mete en líos pero desde que llegaste no le pasan cosas raras.

-Mira, él aún es mi novio ¿entiendes? Así que no quiero que te le vuelvas a acercar.

-Sí, cuando regrese a casa no quiero verte ahí... Tú sólo le has traído mala suerte.

Las dos se fueron por el pasillo para entrar a ver a Seiya. Una parte de ella entendía la situación, Seika y Miho tenían razón; era su culpa, Seiya estaba en el hospital por su culpa y siempre le pasaba de todo por ella. Había olvidado su verdadero objetivo, no podía estar junto a él, por mucho que le amara; y era precisamente por ese amor que no debía estar cerca de él.

Siguió también por el pasillo. Se asomó por una ranura de la puerta hacia dentro de la habitación. Seiya estaba ya consciente pero se le veía confundido.

-¿Qué pasó Seiya?- le preguntó su hermana.

-No lo recuerdo bien... ¿Dónde está Saori?

-Ella tuvo que irse pero no te preocupes, nos aseguró que estaría bien. Ahora sólo debes descansar.

Un Caballero para una DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora