Efectos

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Los instantes siguientes fueron extraños, Saori recordaba estar con Chronos y pedirle que modificara el tiempo con la intención de evitar hechos lamentables (para ella, sólo significaba salvar a Seiya, su gran amor). Después todo se había envuelto en una especie de luz blanca, era como estar en medio de la nada. De pronto todo se tornó oscuro.

Saori se dio cuenta que esa oscuridad se debía a que tenía los ojos cerrados. Poco a poco los abrió, cuando sus ojos por fin enfocaron, descubrió que estaba en una amplia habitación un tanto oscura. Se incorporó un poco y se dio cuenta que todo ese tiempo estuvo descansando en un suave pero frío lecho.

Le parecía reconocer aquella habitación pero no estaba segura. Miró a su alrededor y vio una pequeña ventana donde apenas se colaba la luz. Se acercó a ella y su corazón dio un vuelco cuando notó en dónde estaba. La vista daba a las 12 casas, estaba en el Santuario y parecía intacto, no desolado como la última vez que estuvo ahí con Seiya.

Era un día soleado y tranquilo. Nada parecía alterar la paz del lugar. Saori quien, a pesar de ser la reencarnación de Athena, nunca le gustó vivir en el Santuario pues cuando estaba ahí, se sentía sola y lejos de todo el mundo. Decidió salir de su habitación, se acercó a la puerta, intentó abrir pero se dio cuenta que ésta estaba cerrada por fuera. Tiró desesperada de ella sin éxito, comenzó a golpear la puerta para que le abrieran.

Sin embargo, de pronto escuchó que afuera de su ventana, unas personas se acercaban. Regresó hacia ella y le sorprendió ver a un grupo de jóvenes que, hasta antes de cambiar las cosas, creía muertos.

Subiendo las escaleras que estaban más allá de las 12 casas, aquellas que llevaban a la sala del Patriarca, caminaban Milo de Escorpio y Aioria de Leo; si bien Saori se alegró de verlos, le preocupó notar que llevaban (casi a rastras) a un maltrecho Kanon.

-¡Camina! -le espetó Milo- No que tenías muchas ganas del ver al maestro.

-Después de tu traición y la de tu hermano, dudo que él tenga alguna consideración contigo- agregó Aioria.

-Pe...pero cuando le pida ser...ser el nuevo guardián de la casa de Géminis...-decía dificultosamente Kanon.

-No digas tonterías- le reclamó Milo y le soltó una patada que le sacó el aire de estómago a Kanon.

-Tranquilo Milo -intervino Aioria- Y tú traidor no creas que será tan fácil. Conozco al maestro mejor que nadie y sé que no te hará caso.

-Ya verán que me lo concederá... Si unos ineptos como ustedes pueden ser Caballeros Dorados...

-¡Suficiente! - lo calló Aioria.

Sin decir más, el trío subió las escaleras. La joven, por su parte, recordó cuando Kanon fue a entrevistarse con ella. Quería saber más y sabía que desde esa habitación era posible escuchar un poco de lo que sucedía en la sala del Patriarca. Se acercó a puerta y pegó la oreja.

Aioria entró- ¡Maestro! Hemos traído a este traidor que...

-Déjenlo hablar- dijo la voz del Patriarca.

-Señor, vengo arrepentido a suplicar en el nombre de Athena, que me perdone y me permita ser el nuevo guardián de la casa de Géminis.

Se escuchó un quejido, probablemente Milo lo pateó de nuevo- No oses pronunciar el nombre de Athena- le espetó el Escorpión.

-Está bien Kanon- dijo el Patriarca- Puedes ser el Caballero de Géminis.

-¡¿Qué?! -cuestionaron al unísono Aioria y Milo.

-Ya escucharon. Ahora Kanon ve a tu posición- respondió estoicamente.

-Muchas gracias maestro, verá que lo no defraudaré...-Kanon se fue de ahí. Milo lo siguió con la firme idea de vigilarlo de cerca.

Un Caballero para una DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora