Orgullo de Caballero

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El grito de dolor rompió el silencio de aquellas montañas. Aunque por muy fuerte que ella gritara, era poco probable que alguien la escuchara. Después de haber visitado al viejo Dohko, Shaina no sabía a dónde ir; por lo que había vagado sin rumbo algunos días.

Se había refugiado en esas montañas y había estado, un tanto intranquila por no saber cómo iba el plan, pero se encontraba bien. Sin embargo, de la nada había aparecido Misty de Lagarto decidido a asesinarla. Era un tipo muy poderoso y, por lo tanto, no pudo hacer mucho contra él. Luego de la paliza, Shaina estaba en el suelo, gritando de dolor, creía que iba a morir.

-Me encantaría ver tu rostro, sólo para ver tu expresión de suplica antes de morir...- rió el Caballero de Plata- Ya quiero ver cómo me recompensarán en el Santuario por haber cumplido mi misión. Ahora dime, quieres ir a recibir tu castigo o prefieres que te mate aquí mismo.

Shaina, no respondió, era demasiado orgullosa para aceptar su derrota, así que sólo cerró los ojos. Estaba muy débil y moriría sin más, pero en el fondo estaba satisfecha por haberle servido a su diosa. Sintió cómo un cosmos se elevaba, alcanzó a ver un resplandor rojo y... ¿Ya había muerto? ¿Así se sentía morir? Por unos segundos no pasó nada. Abrió los ojos con esfuerzo y vio caer el cuerpo de Misty. Veía borroso y creyó que estaba alucinando, y más aún cuando vio quién estaba detrás del Santo de Plata, era Milo de Escorpio, quien aparentemente la había salvado de una muerte segura. Se desmayó, no sabía si porque estaba débil o sólo de verlo.

-O-O-O-

Hacía un calor tremendo, era como estar en el infierno. Estaba en el piso y no recordaba bien lo sucedido. Lo último que había en su memoria era el naufragio del pequeño bote en el que iba (sólo así puedes acercarte a esa maldita isla- le habían dicho).

No recordaba cómo había llegado hasta donde estaba y se preguntó si había llegado al lugar correcto: la dichosa Isla de la Reina Muerte.

De su boca se escapó un quejido. De pronto unas cálidas manos se posaron en los golpes que sentía en la espalda. Con esfuerzo volteó y se encontró con alguien inesperado.

-Shun...- pronunció apenas.

-No señor...- respondió una voz femenina.

Ikki enfocó mejor y vio que no se trataba de su hermano menor, sino una joven rubia -Perdón, yo creí que...-se interrumpió cuando, al intentar incorporarse, el dolor volvió a su espalda y se expresó con una leve queja.

-No se mueva mucho. Su espalda se golpeó con las rocas. Es una suerte que no muriera.

-No recuerdo nada... Dime niña ¿es ésta la Isla de la de la Reina Muerte?

-Sí señor.

Ikki suspiró- Me alegro. Necesito encontrar a mi hermano.

-Pero este lugar es muy peligroso, es el mismísimo infierno.

Apenas terminó la frase, cuando Ikki escuchó una voz:- ¡Esmeralda! ¡Esmeralda! ¡¿Con quién hablas?!

-Ay no... mi padre...

Entonces apareció un hombre grande y corpulento. Ikki no podía ver su rostro pues éste se encontraba oculto por una horrible máscara.

-¿Y tú quién eres?- le preguntó el hombre.

-Padre, él es... es el nuevo aprendiz que envió el Santuario.

-¡Tú cállate! -le espetó el hombre- Te he dicho millones de veces que no te metas en lo que no te compete.

Ikki estaba a punto de reclamarle por hablarle así a la chica pero se vio interrumpido por el hombre- Y tú ven acá a empezar tu entrenamiento - lo sujetó fuertemente y se lo llevó de ahí.

Un Caballero para una DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora