Capítulo 9

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Julien:

Estoy sentado en mi oficina mirando por las cámaras de vigilancia a aquellas personas que se gastan su asqueroso dinero en mi casino. En otro tiempo yo me hubiera encontrado igual bebiendo alcohol sin control y conquistar alguna mujer para tener sexo, pero desde que apareció ella, desde el primer día que me choqué con esos ojos marrones almendrados que me persiguen a todos lados, no soy capaz ni de pensar por mí mismo. ¿Qué me está pasando?

—Adelante―Pronuncié con voz ronca nada más sentir tocar mi puerta.

―Hola Julien.

«La que faltaba pa' el duro», esbozo una sonrisa extraña dirigiéndome hacia Ania. Una modela rusa, muy bella por cierto la cual hemos mantenido algún que otro encuentro, siempre que ella viene aquí a Berlín quedamos. Pero no sé por qué pero ahora mismo no me apetece mucho quedar con ella.

― ¿Cómo te encuentras? Veo que aún sigues soltero y muy, muy atractivo, no has cambiado nada. ―Su voz sonaba muy sensual y bajito tan cerca de mi oído que mi entrepierna no tardó en despertarse.

― ¿Ah, sí? Pensaba que ya había dejado de ser el soltero de oro.

―Eres uno de los hombres más deseados, y yo vengo a recordar viejos tiempos en la cama. Tú y yo y a lo mejor se une alguien más. ¿Aceptas?

Mirándome con esos ojos azules, su piel blanquecina y sonriendo de esa forma tan perversa, tonto de mí si decía no.

―Por supuesto, dime dónde, cuándo y allí estaré.

―En el hotel de siempre a las ocho. Te espero ansiosa, muy ansiosa.

Dándome un beso fugaz en mis labios y tirando de mi corbata hacia delante, se giró sobre sus talones y se marchó moviendo su culito respingón con un movimiento de caderas que lo único que hacía era ponerme más cachondo. ¡Dios, no veo el momento de encontrarnos!

(...)

Samira:

Mis días eran grises, casi no podía concentrarme en el trabajo desde que acabé aquella relación, por llamarla de alguna manera con Julien mi mundo se ha desmoronado, me siento tan sola y apagada aunque nos juremos distancia me encontraba de cierta forma segura y feliz cuando estaba con él.

La noche se ha echado encima, salgo de mi trabajo con la moral por el suelo repitiendo me mil veces ante el espejo que debo ser fuerte, que esto no debe ni tiene por qué afectarme, pero tonta de mí por no admitir lo que siento por Julien.

Nunca me enamorado, no sé lo que es el amor. En mi cultura las mujeres nos casamos con esos hombres que nos destinan, si nos gustamos nos casamos. Antes de perder a mi familia, os dios mío, mi madre, cuanto la extraño. Me había fijado en un chico, incluso salíamos a escondías porque si no debíamos de casarnos y aún éramos unos adolescentes pero todo era tan perfecto, pero nada resultó, la guerra dio comienzo y él tuvo que huir como tanta gente de mi país.

El ruido de unas ruedas chirriantes hizo que mis pensamientos se fueran de golpe y yo en segundos me encontraba rodando por la calzada.

―¿Señorita, se encuentra bien?―Me pregunta una pareja que se encontraba paseando.

―No...sé...―Las palabras casi no me salían, sentía mucho miedo miraba para todos lados sin saber lo que había ocurrido, si yo iba por la acera...cómo...mis lágrimas dieron comienzo, aquel hombre y su novia me levantaron entonces me quejé de mi tobillo. La pareja muy amable me llevaron hasta el hospital, donde me hicieron unas placas en mi tobillo y cabeza, ya que me había golpeado cuando aquel coche intentó llevarme por delante. Agradecí aquella pareja lo que habían hecho por mí, la doctora me dijo que me tenía que quedarme en observación.

Debo Ser FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora