Capítulo 12

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Mi boda, la boda que toda mujer sueña que se va casar de blanco y con el marido que tanto ama. Eso solo es un sueño muy lejano para mí porque yo solamente me tengo que conformar con las migajas que me quieran dar. No soy nadie, no soy más que una mujer que se ha enamorado del hombre equivocado, dejándome llevar por unos sentimientos desconocidos, ilusionándome con que voy a estar casada con el hombre que amo en secreto. Pero nada es perfecto, y las cosas no son como una las desea.

La ceremonia da comienzo, Julien solo me dice que el vestido me sienta bien. Qué esperaba, si todo esto es un circo para fingir un amor que casi no existe. Tras terminar la ceremonia salimos fuera entre aplausos y gritos de «Vivan los novios» rociándonos de pétalos de rosa y arroz.
A continuación, vamos a echarnos fotos para ir después al salón donde se dará la fiesta.
Todo es perfecto, la comida, el ambiente, el vino, todo menos nuestros sentimientos.
Sentada en la mesa, observo como Julien está feliz saludando a todos sus familiares y amigos, se nota que está en su salsa. Mientras yo, miro a una pequeña mesa donde están las personas que me han acompañado. Qué triste, y que infeliz me siento, cuanto daría porque mi familia estuviera aquí. Suspiro repetidas veces intentando alejar mis gotas de lamento.

Entrada la madrugada me despido de Heide, su marido, Ilse y mi vecina le agradezco de todo corazón el haberme acompañado en este día, ¿feliz? Por llamarlo de algún modo.
Casi amaneciendo y agotada, con un dolor de pies terribles entro en el que será mi nuevo hogar. Me quedo inmóvil y asombrada  mirando aquel apartamento en cierto modo  no le faltaba ningún detalle.

―Bueno qué dice señora Káiser. ¿Le gusta su nuevo hogar? Creo que mejor donde vivías si es por lo menos.

La última frase no me prestó nada bien, pero decidí no comenzar una discusión y tener la fiesta en paz.

―Sí, es muy bonito y amplio, me gusta.

―Bueno he dejado una habitación vacía para que la decores a tu gusto.

― ¿Ah sí? ¿Y cuál es?

― La tuya donde dormirás.

― ¿Cómo qué donde dormiré?―Pregunté sin saber qué estaba ocurriendo.

―A caso no leíste el contrato. Explicaba claramente que no dormiríamos juntos siempre que estemos de acuerdo mantendremos relaciones sexuales, que creo que debemos empezar cuanto antes a hacer los deberes debes quedarte embarazada.

―Julien...— Ya no me dio tiempo de hacer nada, ni decir nada. Él se encargó de cogerme en brazos y llevarme hasta su habitación, quitarme lentamente el vestido mientras mi cuerpo se tensaba de sentir sus manos en mi piel. La vergüenza de que me viera desnuda me superaba, mis mejillas parecían un semáforo, de rojas pasaba amarillas. Me besaba tan despacio y dulce deslizando sus manos por mis senos bajando hasta mi vagina que no percaté que estaba encima de mí hasta que sentí su peso. Mis piernas temblaban a su contacto consiguiendo que mi vergüenza aumente y me pusiera más tiesa.

Era pensar que me haría suya  mis temores volvían a mí, cerré mis ojos muy fuertes queriendo olvidar las imágenes de cuando ese desgraciado abusaba de mí. Mi respiración aumentaba, y no era de placer, era de miedo, me aferro a las sábanas todo lo fuerte que pude dejando que él me penetre y haga conmigo lo que quisiera. Sus movimientos eran lentos al principio, sus besos eran cálidos, me gustaba lo que me hacía y por ese pequeño instante dejé de apretar mis manos para deslizarla por su espalda. Era tan bonito y especial sentir como un hombre me hacia el amor por primera vez,  tanto que dejo mi mente en blanco para entregarme a él.

―Gracias por este momento.

―No hay de qué. Mierda ahora se ha roto el preservativo.

―¿Y eso es grave?―Pregunté alarmada.

Debo Ser FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora