Pergolero
Una necesidad, tan grande y dolorosa. Un palpitar angustioso, igual, igual a aquella sensación que conozco tan bien.
Azul, el azul, el cielo, mi cielo azul, él.
Y así, así apareció frente a mi. Y de la misma forma lo perdí. Se esfumo, como humo.
Mi cielo, el cielo, mi chico de cielo. Lo quiero, necesito, llego a la única conclusión, este dolor solo podría ser amor. Amor, amor.
Azul, amor, azul, amor. Amor azul.
Escuche de ello muchas veces, demasiadas, entre los murmullos de aquellos que viven sus vidas solitarias y los que se desechan como basura.
Porque es algo que todos desean y pocos tienen, y tiene tantas formas y colores que es imposible definirlo.
El único amor que me importa es azul, no importa, no importa. Nada más importa, sólo el azul.
Él.
Apareció como una ráfaga, como una lluvia repentina y refrescante. Lo necesito, debo tenerle. Es una necesidad tan fuerte. Tan grande. No se como soportar.
Entonces me revuelco, me enrollo. Suspiro, me encojo, me duele, y no se como pararlo. Y por primera vez, importa.
Me importa, me drogo, fumo, me inyecto. Corre por mis venas, desde mi brazo hasta mi corazón, lo acelera o lo detiene. No sé, no me importa.
Me ahogo, siento que quema, que arde, me desvanezco, soy una polilla, en la absoluta oscuridad. Polvo, polvo. Lo inhaló, lo exhaló.
Toso, me retuerzo un poco más. Me encojo, parece terminar, y comenzar de nuevo, vómito, doy asco. Quizás los vecinos me oigan, no importa, lo que digan, lo que piensen, no importa.
Termina, termina, y parece que mi tortura empieza otra vez. Observó por la ventana, el cielo, el azul, perdido, no sé que hacer, entonces lo recuerdo.
Su voz, sus manos, sus palabras, le odio, le odio, le odio. Me odio. Ella me convirtió en esta basura, en el desecho de la sociedad. Repugnante, sucio, manchado.
Grito, grito. La rabia se condensa en mis pulmones, el aire, el dolor, la desesperación. Grito, grito y me retuerzo. Pateo, golpeo. Jadeos, suspiros. Estoy agotado, estoy perdido.
Me levanto, respiro, y lanzó todo al suelo, los libros, las pastillas, las jeringas, y solo quedan mis tesoros.
Cientos de objetos, de joyas, de tesoros, azules, azules, millones de tonos distintos de azules.
Azul, azul, azul. ¿Me odias?
Llaveros, juguetes, dibujos, libros, plumas, flores secas, ropa, lapiceros, relojes, pulseras, lápices, y otro montón de objetos sin forma, que no reconozco, pero me calman.
Azul, azul, el color de la felicidad. O la tristeza, ya no se que decir.
Me arrastro, los sostengo, mis manos tiemblan, mi vista es nublosa. Gotas, gotas ligeras, dulces y amargas, caen, caen, igual que caí una y otra vez.
Después de la felicidad orgásmica, después de rozar el cielo, la caída, la caída es cada vez más dolorosa.
Azul, azul, azul, ¿es esto amar?
Lloro, lloro, mis sollozos lastimeros resuenan en la habitación. El humo, me duele la garganta, no sé, ¿duele por gritar, por llorar o por el humo?
El amor es doloroso, el amor es muy doloroso, creo que le amo, no. No. No. Se que le amo.
Después de quedarme horas, minutos, o segundos, no lo sé, no importa. Me detengo, me levanto, como en trance, y observando el azul de la ventana, y pensando en lo bello que es el cielo, y el cabello de cielo.
Suspiro. Suspiro de agotamiento, suspiro de agonía. Suspiro de dolor, y suspiro de amor.
Estoy bien, se ha convertido en la broma de los chicos azules.
ESTÁS LEYENDO
El chico que se robo el Azul del Cielo
Historia CortaAzul, azul, azul. Azul, el color de la felicidad, el color que representa mi obsesión. Si lo tengo soy feliz, feliz. El color de mi felicidad. Azul, azul, azul. Aunque no tan melancólico como él, como azulejo. Azul, azul, azulejo. Nos ahogamos jun...