Azulejo
En un rincón, en un rincón de esta fría e impersonal habitación, están botadas debajo de pintura, mis sueños, ilusiones y esperanzas.
Acarició de nuevo mis cabellos teñidos de tristeza, de calma, y de cielo. Perdido. Agotado. Y excitado.
Me contradigo, me quiebro, y regreso al principio.
Repaso el plan, una y otra vez, pero sigue pareciéndome difícil, muy, muy difícil.
Pero esto me libera, me liberara, y podré ser libre, libre. Casi rozó la libertad.
Inhaló, exhaló, me avergüenzo, me incomodo. Lo siento. En mi cuerpo, un temblor extraño, una necesidad que me rehusó a saciar.
Jadeo, el roce, me detengo, me libero. Sucumbo al placer carnal, esperando calmar mis ánimos desventurados.
Azul, azul, azul del cielo.
Observo la foto, gimo, y pienso, en lo maravillosa libertad, me odio, me odio. Y ya no duele, no duele.
Mis gemidos, suspiros, jadeos, me relajo, y entonces frente a mi se abre la puerta, la libertad, la felicidad, el éxtasis.
Un orgasmo violento, me sacudo, me suelto, me dejo ir, entre roces y caricias. Al igual que aquellos amantes de al lado. Tan insulso y patético como ellos.
Me pierdo en el placer de la carne, muy lejos de la felicidad etérea. De la sensibilidad de artista, y de mis palabras propias.
Y después del temblor, el jadeo, y el silencio, llega la desesperación, el vacío, la angustia y la rabia.
Recuperó la fuerza y me lanzó sobre la foto colgada. La odio, la odio, me odio.
Azul, azul, azul.
Me odio, lo razgo, lo lanzo y estalló. Me odio, por desearlo, por necesitarlo. Estoy enfermo, estoy perdido. Me siento muerto.
Cae, cae, cae, una, dos, tres, golpean de manera rítmica y constante, lo observo, me quiebro, y al igual que las gotas caigo.
Estoy en el suelo, tembloroso, atrapado, estoy loco, y entre gotas contra la ventana, y gotas que resbalan de mis mejillas, me siento acabado.
Mi mente se nubla, y me pierdo. Me pierdo en aquellos instantes, en la pintura, en las miradas. Los juegos, las risas, mi voz, mis deseos, sus miradas, más risas, las burlas, los odio, me odio.
Estalló, golpeó, lanzó. Llueve, el cielo, el cielo llora, y ya no es azul.
Pero yo sí lo soy.
Azul, azul, azul del cielo.
Lágrimas, lágrimas, el dolor, el miedo. Y el asco.
Me encogí, en el suelo, caí, en el suelo, lloro, lloro, y maldigo.
Maldigo, el día, la noche, sus palabras, mentiras, me retuerzo, lloro, lo odio.
En un rincón de mi habitación, en un frío, sucio, y asqueroso rincón, están botadas, debajo de pinturas y bocetos, mis tesoros, los más secretos, los más pisoteados, los más sucios.
La lluvia, limpia, y con ella intenté limpiarme de asco y suciedad.
En un rincón, escondido, también está mi miedo, el sucio, asqueroso, y repugnante miedo.
Y solo puedo preguntarme.
La lluvia azul, ¿limpia o esconde la suciedad?
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El chico que se robo el Azul del Cielo
ContoAzul, azul, azul. Azul, el color de la felicidad, el color que representa mi obsesión. Si lo tengo soy feliz, feliz. El color de mi felicidad. Azul, azul, azul. Aunque no tan melancólico como él, como azulejo. Azul, azul, azulejo. Nos ahogamos jun...