VIII

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Después de dos semanas, Harry está inquieto y muy pensativo mirando el techo de su habitación, está acostado en su cama siendo las once de la mañana de otro día de descanso. Cierra los ojos cuando respira profundamente, sintiendo como el dulce aroma del Omega ojiazul está por todo el sitio, impregnándose libremente por cada rincón.

Ayer, una vez que el turno del médico acabó, tuvieron una noche de películas que disfrutaron mucho, además Louis se veía muy entusiasmado por conocer el hogar del Alfa, así que le dió un recorrido gratis.

Mientras lo hacía se percató de que su amado estaba liberando su olor a cada paso que daban, claro que esto no le molestó pues para él es como un perfume único y exquisito que olfatearía por siempre, sólo para que él y su Alfa se regocijen por tener la compañía de un Omega tan fascinante.

Asimismo el castaño dejaba salir su aroma en pequeñas cantidades, tal vez intentando ser discreto, e incluso lo hizo cuando estuvieron abrazados y se daban besos cortos en sus labios o mejillas, provocando que Harry también haga lo mismo con su aroma, liberándolo con toda la intención de que el chico huela a él.

Los dos se marcaron con sus aromas, pero Louis marcó toda su casa, tanto que el médico está seguro de que fue como una leve advertencia por si algún Omega intruso entra a la casa, para hacerle saber que él está ahí y que será mejor que vuelva por donde vino.

Su sonrisa aparece ante el pensamiento de un Louis marcando su territorio, o sea él, le parece encantador.

Louis ayer le confesó que le gustaría tener un futuro a su lado, lo cual al principio le alegró demasiado, él también estaría muy contento de tener una vida juntos. Pero ahora se puso a pensar con profundidad lo que eso conlleva, significa que se volvería ¿padre?

No está seguro de que si sea correcto llamarse así, tal vez en lugar de padre sería.., ¿un padrastro? ¿o un tutor?

— Mierda. —gruñe con frustración, se recuesta boca abajo deseando que la cama lo asfixie y muera, pero al mismo tiempo quiere vivir porque desea seguir cuidando al ojiazul y a su bebé.

Un mechón achocolatado de su cabello le hace cosquillas en la nariz cuando coloca su cabeza de lado, intenta relajarse pero su mente no concuerda con él al seguir enviándole más y más pensamientos.

Aunque sea un sujeto que tiene un título como médico, junto a una especialización en pediatría, le asusta no el hecho de no saber cómo cuidar físicamente del cachorro, es el hecho de no ser lo suficientemente bueno en ese papel tan importante.

¿Y si se equivoca? Aunque bueno, equivocarse es normal, ¿pero y si Louis se enoja por su falta de experiencia y decide no volverlo a ver?

Joder, él no haría eso.

— Estoy volviéndome un dramático. —murmura, de pronto su celular suena justo a su lado, el nombre en la pantalla provoca que le salga una cola imaginaria, tanto a él como a su lobo, que mueven como un perro feliz—. Buenos días, solecito.

La risita del otro lado hace que a su corazón le de una taquicardia momentánea.

— Buenos días, ricitos de oro, quería saber si aún está en plan nuestra cita de hoy. —pregunta un Louis que esconde su nerviosismo desde su vivienda.

El Omega decidió llamarlo así, de vez en cuando, porque se encontró con un shampoo para bebés del mismo nombre y que le recordó a su cabello. Y sí, lo compró sólo por eso.

— Claro que sí, ¿por qué lo preguntas? —contesta de inmediato, alzando una intrigada ceja.

— Porque ya han pasado treinta minutos desde la hora que acordamos y aún no vienes. —responde dejándolo brevemente congelado y, luego de unos segundos, se sienta en la cama como si tuviera un resorte.

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