III

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Harry se encuentra en su consultorio comiéndose su pedido, ha pasado un rato desde que Louis ya se ha marchado luego de que le tomaran la muestra y le dijera que mañana verían los resultados, Rebecca le está acompañando en ese instante pero está riéndose de él mientras se come un burrito.

— ¿Dónde está el payaso para que también me haga reír?

— Pues yo lo tengo enfrente. —responde entre risas—. Es que te viste muy tonto, ¿un pediatra que no sabe cargar a un bebé?

— Ya te dije que no sé porqué dije eso. —rueda los ojos, diablos, tiene razón. Que estúpido se ha de haber visto ante Louis, un profesional como él diciendo eso, vaya.

— Es como si yo no supiera tomar una muestra.

— Rebecca.

– Bien, ya paro. —dice antes de soltar unas risitas y tranquilizarse, le da una mordida a su burrito y saca unas hojas dobladas a la mitad de un bolsillo de su bata—. Estos son los resultados de el chico y su bebé, hice los análisis rápidamente antes de venir.

Harry inmediatamente los toma, dejando a un lado su platillo, les pone toda su atención a esas hojas. Su mirada se torna preocupada y la pelirroja lo nota perfectamente.

— Esos son los del bebé y no son tan buenos. —habla ella, por supuesto que ha visto los resultados y, a pesar de no ser médico, sabe cuáles son las posibles causas de resultados anormales y lo que estos provocan en las personas—. Cuando vi su muestra en el microscopio reconocí una bacteria que no debería de estar ahí, pero para estar segura acabo de hacer otro análisis que tardará hasta mañana.

— Gracias. Veo que también tiene bajos los glóbulos blancos, debe ser por la baja producción de leche de Louis. —comenta y pasa de hoja al no encontrar nada más—. Y Louis está bajo de glóbulos rojos, como lo esperaba.

— Sí, tiene anemia.

Harry suspira profundamente.

— Voy a esperar los otros resultados para poder darle tratamiento al bebé. —dice guardando las hojas en el sobre donde venían y metiéndolo a su maletín.

— Te los traeré en cuanto los tenga. —Rebecca le asegura y se acomoda mejor en su asiento, pero resopla al ver la hora en el reloj redondo que está en la pared—. Ya llegó la hora.

— De ir a dormir.

— Quisieras, la hora de ir a seguir trabajando como esclavos. —responde entre risitas, se pone de pie y toma su bata que está en el escritorio para ponérsela mientras bosteza—. Que triste ser tú, eh, yo en dos horas más me voy y tú en cinco.

— Ni me lo digas. —rueda sus ojos para seguirle el juego con diversión, levantándose para acompañarla hasta la puerta y de paso decirle a su secretaria que ya puede dejar pasar a los pacientes que esperan.

Así pasa el transcurso de su turno sucumbido en su empleo, sin tener casi ningún momento para respirar un poco e ignorando difícilmente su dolor de espalda.









Al día siguiente, Harry está en su consultorio con un Omega ojiazul y su bebé inquieto en brazos, ambos tratan de calmar al pequeño que solloza sin parar. Louis está desesperado por no lograr que su hijo detenga su llanto, ha intentado mecerlo en sus brazos, darle el pecho, mostrarle su sonaja, hablarle con calma y hasta hacerle caras graciosas.

Por otro lado, el médico intenta hablarle despacio, mostrarle algunos juguetes que tiene en sus cajones y hasta mostrarle una paleta, claro que no piensa dársela dada su corta edad pero tal vez el color rojo del dulce logre llamar su atención.

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