𖥻 ִ ۫ ּ Baby omega ✦ [L.S]

.ᨘ۫.ꪶ🍼Malito.

-7-

Pasó sus yemas de los dedos por la suave y ahora, colorada, mejilla de Harry, sintiendo esa suavidad emanar de la piel que parecía como si sus dedos colisionaran contra el algodón más puro que jamás ha podido tocar.

La sensación era suave, amorosa. Aunque, Louis pensaba para sí mismo, que cualquier persona estaría encantada de acariciar los regordetes mofletes del pequeño omega.

-Hey, está bien, Harry. Mami volverá en unos días, ni siquiera te darás cuenta cuando ella ya esté de vuelta. - aún sus manos dando pequeños toques por su rostro, con sus pulgares, apartó con delicadeza las lágrimas caídas.

Al omega sólo le quedó asentir. Quería reprochar, salir corriendo de las reconfortantes y gentiles caricias del alfa para volver a los brazos de su mamá, pero, a pesar de todo, sabía que era imposible.

-Bien, ¿me das la mano? No quiero que te pierdas entre tanta gente. - estiró su grande mano para que estuviera a la disposición de la pequeñita del omega.

La estación abarrotada de gente, con mochilas cargando pesadamente sobre sus espaldas, maletas arrastrando en el suelo, provocando un ruido desagradable y agudo debido a las ruedas de estas girar sobre sí misma una y otra vez; la humedad palpable pero a la vez invisible que encapotaba todo el lugar. Todo ello, era el ambiente predecible que el rizado podía sentir, casi tocar.

Y no le estaba gustando nada.

Comenzaron a caminar, con sus dedos entrelazados. Era una deleitante sensación cuya suavidad era palpable sin siquiera observar a sus manos. Harry sentía los dígitos de Louis chocar contra los suyos, creando un débil balanceo a causa de sus pasos. Y ese toque se sentía simplemente genial.

El rizado, por primera vez, se dio el tiempo de admirar con destellos dorados sobre sus ojos glaucos las facciones duras pero apuestas del alfa.

No sabía cómo describirlo, ni siquiera como sentirse, pero podría empezar relatando de manera embelesada esos zarcos orbes que captaban la atención de cualquiera. Un fulgor añil centelleaba sobre esos luceros cuyos brillos se asemejaban a estrellas pintadas en el cielo oscuro. Para Harry, esa mirada estaba cincelada de brillantes asteroides que colisionaron sobre ese azul paisaje para quedarse allí, para acicalar el suave color de brillantes destellos que son dueños de otros tantos tonos de cielo azul.

Era segura. Los ojos de Louis despedían nada más y nada menos que seguridad y protección, además, tenía la sensación de que las estrellas estaban al alcance de sus manos.

El color rojo fue partícipe del rostro del menor cuando se dio cuenta que su mirada no estaba fijada al frente como hace apenas unos minutos atrás.

"Por eso protección."

-¿Qué miras, pequeño? ¿Tengo algo en la cara? - dijo, con sus comisuras levantadas a pesar de su confusión visible en su rostro.

-Y-Yo... lo s-siento. - murmuró, bajando su mirada de nuevo al pavimento húmedo de las calles de Londres.

Ya no llovía, pero la humedad era densa. Las gotas mojadas todavía resbalaban desde los toldos de las tiendas hasta caer en un charco justo bajo la gota, y dejando caminos brillantes sobre los cristales de los escaparates.

Cuando Harry quiso volver a fijar su atención en el rostro de Louis, este ya lo observaba fijamente, como si se tratara del muñeco más delicado hecho de la porcelana más frágil.