Cuando Yoongi salió de su torre la mañana siguiente, el día extraordinariamente primaveral que hacía le aligeró el paso. Se sentía casi igual que los días después de alguna clamorosa victoria sobre los franceses. Era una sensación bien curiosa. Si hubiera ganado el combate de ayer, la petición de anulación ya habría sido enviada a la corte del rey Minho, y Jimin estaría de camino a la abadía de Wayborne.
Echó los hombros hacia atrás y bajó saltando las escaleras, mientras silbaba los primeros compases majestuosos de El poder triunfando sobre el mal. Al entrar en el gran salón, esperaba encontrar a un modesto aunque coqueto Jimin que fuera el centro de atención, y a su lado, un Jungkook arrepentido, y el resto de los niños, sumisos y obedientes, comiendo en silencio, acobardados por el escarmiento que Jimin le había dado a su travieso hijo. Pero la mesa principal estaba vacía, y en su superficie de roble sólo quedaban algunas migas desperdigadas.
El silbido de Yoongi murió en su boca. ¿Y si Jimin se había marchado a pesar de todo? ¿Y si se había ido para castigarle por su indiferencia? Inspeccionó la sala de arriba abajo, sin importarle las miradas curiosas que le lanzaban los caballeros y escuderos, a los que servían atareados pajes.
Minha salió de las cocinas, con uno de los bebés colgando de su espalda. Yoongi lo miró con atención, pero no pudo distinguir si se trataba de la pequeña Hwasa o el pequeño Huening Kai.
— Y ¿dónde está lord Jimin? — le preguntó fingiendo poco interés.
Minha se encogió de hombros, lo que provocó un alegre eructo en el bebé.
— Habrá salido con los chiquillos a alguna parte, supongo, señor. Engulleron sus gachas y salieron disparados como alma que lleva el diablo.
— ¿Jimin también engulló sus gachas?
— Sí, creo que fue el primero en acabar. Era él quien les decía que se apresuraran.
Yoongi frunció el ceño. Un hombre como Dios manda se sentiría satisfecho de que su nuevo esposo y sus hijos se estuvieran llevando tan bien, y sin embargo, las palabras de Minha le inquietaron. Se sacudió de encima la sensación negativa, diciéndose a sí mismo que era absurdo. Lo que tenía que hacer era estar satisfecho ante la perspectiva de pasar un día de briosos combates y con sus hombres. Ahora que Jimin había puesto fin al reinado del terror de Jungkook de una vez por todas, era libre para dedicarse a entrenar a sus hombres con las ganas de antes.
Se sirvió un pedazo de pan moreno de la bandeja de un escudero y se dirigió hacia la puerta, donde casi tropezó con un con un montón de alimentos apilados en el suelo.
— ¡Minha! ¿Qué significa esto?
Minha se acercó apresuradamente, con una radiante sonrisa desdentada en su boca.
— Son tributos para vuestro esposo, milord. Regalos para agradecerle que haya metido a Jungkook en cintura. — Fue señalando los artículos uno por uno -. El colmenero ha enviado una docena de jarras de miel. El cerero una caja de velas de cera. El carnicero un jamón salado. El tejedor de esteras una...
Yoongi levantó una mano para que callara.
— Muy bien, Minha. Creo que ya lo he entendido.
Frunció el ceño ante aquella abundancia. Nunca nadie le había enviado regalos, excepto aquellos que le correspondían por ser amo y señor en los días de fiestas ceremoniales. No estaba seguro de cómo se sentía al respecto de ese homenaje a su esposo. Especialmente porque se suponía que era él el que debía estar cubriéndolo de regalos extravagantes: una toca de seda, para coronar sus rizos recién cortados, una delicada cadena de plata para colgarla alrededor de su cuello de alabastro, una cinturilla con lágrima brillante de rubí que se acomodara entre sus redondos y suculentos...
— Gak.
— ¿Hmmm? — murmuró Yoongi, todavía sumergido en su ensueño.
— Gak — repitió el bebé, que escabulléndose de los brazos de Minha, le dio un puñetazo en la nariz con su puño rosado y diminuto. Yoongi retrocedió. El bebé se echó a reír alegremente. Yoongi le devolvió una mirada triste y sacudió la cabeza. Si no se apartaba de ellos, iba a ser sólo cuestión de tiempo que los pechos, aunque no voluminosos, de Jimin tuvieran que alimentar a una criatura idéntica a ésta. Después otra, y otra... Un escalofrío le recorrió la espalda.
— Lo siento, señor — dijo Minha, mientras luchaba por recomponer el fardo que sostenía al bebé — Esta pequeña siempre se me escapa
— No pasa nada — respondió Yoongi, dándole un pellizco al bebé en la nariz -. Sospecho que sólo intentaba avisarme de un peligro del que no debo olvidarme.
Cuando Yoongi llegó al campo de entrenamiento, su modo de andar había recuperado la energía del día casi primaveral. La sola idea de luchar, ya fuera en una batalla real o ficticia, le hacía correr la sangre por las venas. La nariz se le ensanchó al aspirar el aroma de almizcle del cuero y el sudor de los caballos. Sólo en el campo de batalla estaban las reglas del juego bien definidas. Sólo en el campo de batalla se le permitía emplear tanto su ingenio como su fuerza bruta para derrotar al enemigo. No tenía que preocuparse de que alguno de los hombres rompiera a llorar si le gritaba, o de que un golpe descuidado hiriera los sentimientos de su oponente en vez de su cabeza.
El campo de arena estaba ya abarrotado de hombres que sostenían combates informales a espada, o luchas cuerpo a cuerpo poco entusiastas. El tañido del acero se apagó cuando él cruzó las filas, respondiendo a los deferentes «milord» y a las inclinaciones de cabeza que le dirigían sus hombres con una sonrisa. Todavía echaba de menos la camaradería de la guerra, donde la necesidad y la desesperación los había convertido a todos en hermanos, ya fueran señores, vasallos o los sirvientes más humildes.
Un escudero larguirucho salió a grandes zancadas de los establos que rodeaban el campo de entrenamiento al ver acercarse a su señor.
— ¿Qué va a ser hoy, señor? ¿Os traigo la espada o la lanza?
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𝕯𝖚𝖊𝖑 𝖉𝖊 𝖕𝖆𝖘𝖘𝖎𝖔𝖓𝖘 [Yoonmin]
Fanfiction윤민; adaptation Lord Yoongi de Elsinore, el más temible guerrero de inglaterra, no sabe cómo enfrentarse a sus indomables retoños. La única solución es buscar para ellos un padre o madre omega, una persona sensata que sepa educarlos, pero que sobre t...