Capitulo 16

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    Yoongi salió rodando de encima de Jimin, aunque sus instintos guerreros volvieron a la vida un instante demasiado tarde para salvar la situación. Durante un momento de confusión, todo lo que Jimin vio fueron pies. Un bosque de pies pequeños y mugrientos, adornados con rechonchos dedos. Su mirada atónita se fijó en los pies que había justo enfrente del colchón. Eran más grandes y estaban más sucios que el resto, pero no estaban tan sucios como para no poder distinguir las pecas que asomaban entre la suciedad.

Siguió el ángulo que formaban esos pies hasta llegar a un arco que le era familiar, sujetado por un par de manos pecosas y con los nudillos blancos. Siguió ascendiendo hasta llegar a un par de ojos verdes casi cerrados, y volvió a descender hasta la flecha que apuntaba directamente al corazón de Yoongi.

De manera instintiva, Jimin se cruzó ante el pecho de Yoongi, con los brazos extendidos, y gritó:

— No dispares.

No fue hasta que se fijó en la cara disgustada de Jungkook, que se dio cuenta de que, no sólo había traicionado a los niños; acababa de traicionarse a sí mismo. El muchacho tardó un segundo más de lo que a Jimin le habría gustado en bajar el arco.

— Tendría que haberle disparado por la espalda mientras se estaba revolcando encima de ti — gruñó Jungkook.

— Por lo menos, habría muerto feliz — murmuró Yoongi entre su pelo.

Los acompañantes de Jungkook iban armados de modo similar.

Jennie empuñaba una hoz, Mary una esquiladora de ovejas, Jaebeom una maza, Felix una lezna de herrero, y Mary Margaret una horca. Jackson asía algo que se parecía sorprendentemente a un hueso de jamón, mientras que Meg y los gemelos llevaban un ariete en miniatura entre los tres. Dada la cantidad de polvo que flotaba en el aire, sin duda era el ariete lo que habían usado para abrirse camino hasta el interior de la torre.

— ¿Cómo me habéis encontrado? — preguntó Jimin.

Jungkook guardó la flecha en la aliaba y se echó el arco al hombro. Después, retrocedió un poco y trajo arrastrando a Taehyung, sonrojado y con la ropa arrugada. Jimin habría estado tentado de creer que su hermanastro había sufrido un ataque de remordimiento, si no hubiera visto que llevaba las manos atadas por delante, y que sus quejidos quedaban amortiguados por el pañuelo que le habían atado entre los dientes. Miró a Jimin y meneó los dedos en señal de manso saludo.

— Cuando Taehyung regresó de la misión sin ti, noté que algo iba mal. — Jungkook le dirigió al muchacho una mirada presuntuosa — No me costó demasiado sacarle una confesión al pequeño traidor. Todo lo que tuve que hacer fue pedirle a Jackson que se sentara encima suyo mientras yo le hacía cosquillas en los pies.

Jackson bajó la cabeza y Taehyung volvió la suya en seco. La arrogante mirada con la que Tae fulminó al muchacho era una promesa de venganza.

— Imagínate nuestra alarma cuando nos enteramos de que papá te había tomado — dijo Jennie bajando la hoz.

— No quiero imaginármelo — susurró Yoongi, y su risa diabólica hizo que el lóbulo de la oreja de Jimin se estremeciera.

Jimin le clavó el codo en el estómago, pero fue como si se lo clavara a una roca. Jaebeom blandió la maza en el aire, como si intentara vencer a un enemigo invisible.

— Fui yo quien os encontré. Estaba mirando por la mirilla cuando oí a papá decir que tu cabello era suave como pelo de perro; tu piel, pringosa como algo que se ha quedado al sol todo el día, y que Tae estaba gordo como un cerdo.

La mordaza no consiguió ocultar el grito de enfado de Taehyung. Jimin se sonrojó, más preocupado por lo que Jaebeom podía haber visto que por lo que podía haber oído.

— Es un espía muy elocuente, ¿verdad, mi querido pescador con bigote? — murmuró Yoongi.

Mary Margaret clavó las puntas de la horca en el suelo, con el ceño fruncido.

— «Zi» papá no te «estaba» comiendo, ¿qué hacía «entoncez»?

Jimin se levantó del refugio que le prestaba el regazo de Yoongi y se puso de pie con toda la dignidad de la que fue capaz. Era tan consciente de que su túnica estaba arrugada, su pelo desordenado y sus labios húmedos e hinchados por los besos, como lo era de la mirada suspicaz de Jungkook.

— Tu papá y yo estábamos..., hmm, estábamos...

Yoongi se puso en pie de un salto.

— Negociando una tregua.

— ¿Una tregua? — espetó Jungkook.

Los demás niños mostraron su disgusto gruñendo. Jimin sonrió dulcemente.

— No puedo culpar a vuestro padre por tratar de salvar su orgullo, pero lo que en realidad estábamos negociando era su rendición.

— ¿Mi rendición? — Yoongi miró hacia abajo, buscando sus ojos.

— Si se ha rendido, ¿qué es lo que hay que negociar? — preguntó Jungkook escéptico.

— Las condiciones, por supuesto. — Jimin se atrevió a darle un golpecito amistoso a Yoongi en el pecho — Después de todo, el compromiso es la esencia de la rendición, no es así, ¿señor?

— No sabría decirlo, señorito — dijo él con los dientes apretados -. Nunca antes me había rendido.

— Me lo imaginaba — murmuró Jimin-. Es por eso que debemos esforzarnos en conseguir que esto resulte lo menos doloroso posible. — Se volvió hacia los niños con los ojos brillantes — Os encantará saber que vuestro padre ha aceptado todas vuestras condiciones.

— ¡Qué demonios he acepta...! — Las protestas de Yoongi se convirtieron en un gruñido cuando Jimin le clavó el tacón en los dedos de los pies.

— Pero a cambio — continuó antes de que los niños pudieran explotar en gritos de entusiasmo — él también tiene una petición que haceros. — Tanto Yoongi como los niños contenían la respiración, a la espera de sus palabras -. Quiere pasar más tiempo con vosotros.

— ¿Eso quiere? — preguntó Jungkook, soltando una carcajada dubitativa.

— ¿Eso quiero? — repitió Yoongi, sin poder ocultar el pánico en su voz.

— Sería un gran privilegio para él — dijo Jimin ignorándolos a los dos — si le permitierais compartir vuestras comidas y llevaros a la cama cada noche.

— A medianoche — confirmó Felix, poniendo a prueba la sinceridad del compromiso de su padre.

— Sí, a medianoche — aprobó Jimin.

Taehyung puso los ojos en blanco cuando vio a todos los niños juntarse en un apretado abrazo y empezar a murmurar y silbar, hasta que el intercambio acabó con una lucha entre Felix y Jaebeom. Cuando se separaron, fue Mary Margaret la que se acercó a Yoongi.

— Queremos una «roza» «máz» — proclamó, con la horca apretada con su manita regordeta como si se tratara de un cetro real. Yoongi dirigió a Jimin una mirada cautelosa, antes de descender hasta la altura de los ojos de su hija.

— ¿Y qué va a ser?

— Queremos que «jueguez» con «nozotroz».

Yoongi elevó los ojos al cielo y después rió tristemente.

— Muy bien, princesa. Será un honor cumplir tus órdenes.

Esa palabra cariñosa en labios de Yoongi hizo que el corazón de Jimin se contrajera con una añoranza que había esperado no volver a sentir. Cuando él alargó la mano para acariciar los rizos de su hija, tuvo que volver la cara.

Jungkook lo estaba observando, y su mirada era tan afilada y predadora como la de su cuervo. El gesto hosco había regresado a su cara.

— Dime, padre — dijo, mientras cruzaba sus brazos delgados sobre el pecho — ¿qué es lo que va a ganar Jimin por sus esfuerzos? Después de todo, él ha sido el que conseguido persuadirte para que te rindas.

Yoongi se puso rígido y se quedó mirando a Jimin durante un largo momento:

— Jimin se ha ganado su libertad, si así lo desea — dijo suavemente.

Mary Margaret dejó caer la horca y se abrazó a la pierna de Jimin.

— ¿No «vaz» a dejarnos, verdad? Me «prometizte» «enzeñarme» a trenzar «cintaz» en la cola de un caballo y a «dizparar» un arco. ¡Oh, Jimin, di que no te «iráz»!

Durante un doloroso instante, Jimin fue incapaz de decir nada en absoluto. Después cogió a la niña en brazos.

— Al único sitio donde voy a ir ahora es a la cama. Que es donde todos deberíais estar, porque ya son más de las doce.

Ignorando el quejido de protesta de Mary Margaret, la lanzó a los brazos de su padre. Yoongi sostuvo a la ceñuda chiquilla con los brazos estirados antes de echársela sobre el hombro. El gemido de Mary Margaret se convirtió en risas.

— Bueno, y ahora ¿qué hago con esta mocosa? — preguntó a Jimin con los ojos brillantes.

— Cómetela — Jimin le sonrió con dulzura y señaló hacia el nuevo pasadizo abierto en la pared -. Si lo sigues hasta el piso de abajo, verás que lleva directo a su habitación.

Jungkook esperó a que su padre y Mary Margaret hubieran desaparecido por el agujero, antes de sacar una daga amenazadora de su media.

— Tal vez tú seas un traidor, Tae — dijo, cortando las ataduras del muchacho -, pero por lo menos no te acuestas con el enemigo. — Se agachó para entrar en el pasadizo, y se despidió de Jimin con una amarga mirada por encima del hombro.

Jimin suspiró, temiendo haber perdido un buen aliado, aunque quizá fuera mejor así. Como dándose cuenta de su melancolía, Jackson lo cogió de la mano con su regordeta manita.

— No le hagas caso a Jungkook, señor. Creo que fuiste muy valiente por desafiar a papá en su propia guarida. Estoy seguro de que debe de haber sido terrible para ti acabar en sus garras.

— Sencillamente horrible — murmuró él pensativo, al acordarse de la delicada presión de las manos de Yoongi contra su carne, el delicioso sabor de sus besos, y la expresión de hambrienta impotencia que había aparecido en su cara al confesarle que lo quería.

𝕯𝖚𝖊𝖑 𝖉𝖊 𝖕𝖆𝖘𝖘𝖎𝖔𝖓𝖘 [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora