Capitulo 6

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Jimin se alejó del imponente extraño que era ahora su marido, con el eco de su propio grito todavía resonando en el estrecho hueco de la escalera.

Incluso mientras apartaba la mirada y se cubría el vientre con una mano, sabía que estaba siendo absurdo. Tenía diez hermanos. No era tan idiota como para creer que un alfa podía dejar encinta a un omega sólo con mirarle a los ojos. Y, sin embargo, ¿cómo explicar aquella punzada que había sentido en su vientre en el preciso momento en que sus ojos se habían encontrado?

Lanzó a Yoongi una mirada de soslayo. Sólo llevaba puesta una camisa de hilo color marfil, con un cinturón para que se acampanara sobre sus delgadas caderas, un pantalón negro y botas de piel de becerro. La camisa desabrochada dejaba al descubierto su pálido y suave pecho, y con las manos en las caderas parecía casi capaz de cometer una brujería semejante. Jimin siempre había creído que los ojos azules eran fríos y sin alma, pero los ojos de este hombre ardían de pasión, especialmente cuando arqueaba las alas de cuervo de sus cejas sobre ellos, como si fueran imponentes nubes de tormenta.

— ¡Por todos los santos, omega! — rugió -. ¿Intentáis romper vuestro cuello o el mío?

Jimin retiró la mano del vientre y la colocó sobre su palpitante pecho, sin mirarle a la cara.

— Lo siento, señor. Me asustasteis. — Yoongi se retiró el pelo de la cara.

— No tanto como vos me asustasteis a mí. ¿Adónde ibais con tanta prisa? ¿Hay fuego en la torre? — Dijo entornando los ojos — ¿Acaso ese travieso hijo mío ha vuelto a tirar un pote hediondo en la fosa del retrete?

Avergonzado por haberse asustado tanto a causa de un colchón de plumas y un nido de pétalos de rosa, sacudió la cabeza

— Es una costumbre que tengo, me gusta salir a tornar el aire de la noche. Sólo iba a dar un paseo por las almenas.

— ¿Sin capa? — dijo Yoongi levantando la ceja izquierda.

— ¡Qué tonto! — Respondió Jimin viendo una oportunidad de escape — Voy a buscarla

Salió disparado hacia la habitación, pero Yoongi lo siguió y con su desafiante mirada le avisó de que no tenía la más mínima intención de permitir que le volvieran a cerrar la puerta en las narices por segunda vez aquel día.

Cuando Jimin le cedió el paso de mala gana para que entrara, ambos tuvieron que pasar sobre las pieles azabache que cubrían el suelo. La mitad de las cortinas de la cama se habían roto, Ni dejaban a la vista sábanas arrugadas y almohadones desparramados.

Yoongi se acercó a la cama muy despacio y arrancó del colchón una blanca pluma de ganso que parecía ser una prueba infalible. La puso delante de sus ojos para examinarla.

— Si fuera de naturaleza más celosa, estaría tentado de mirar debajo de la cama y ver si alguno de mis escuderos más audaces está escondido por aquí.

— Eché un sueñecito — mintió Jimin -. Me muevo mucho cuando duermo.

— Ya me he dado cuenta — Se agachó para recoger un pétalo de rosa caído y sacudió la cabeza — Minah ha vuelto a las andadas. Cuando no está haciendo de gallina clueca con los niños que más la necesitan, la mujer es una descarada defensora de lo romántico.

— Un rasgo que vos no compartís, ¿me equivoco?

Al incorporarse, se le cayó el pétalo arrugado de la mano.

— Soy un guerrero, no una sentimental anciana irlandesa.

El descaro de su mirada provocó otro hormigueo en el vientre de Jimin. Era como si un montón de diminutas mariposas batieran las alas contra una fuerte brisa.

— Estoy seguro de que dejé la capa por aquí — murmuró Jimin, aturdido, mientras buscaba su capa debajo de la desordenada ropa de cama.

Yoongi frunció el ceño. No podía evitar darse cuenta de que Jimin seguía rehuyéndole la mirada. En su anterior encuentro no se mostró tan tímido. Tal vez estaba arrepentido de su atrevimiento y tenía miedo de su represalia.

Cuando por fin le dirigió una temerosa mirada, él se apoyó contra uno de los postes de la cama y le obsequió con la sonrisa inútil que nunca fallaba cuando quería tranquilizar a las muchachas tan tímidas.

Pero con Jimin obtuvo el efecto contrario. Palideció como si lo hubiero golpeado, y frunció el ceño mirando al suelo. Yoongi, perplejo, le sujetó la barbilla con la mano y ladeó la cara de Jimin hacia él. Si no hubiera cerrado los ojos, quizás él habría sido capaz de resistir la tentación de acariciar con su pulgar el suave capullo de rosa de su labio inferior.

— ¿Por qué tembláis de esta manera, señorito? — murmuro -. ¿Tengo un semblante tan fiero que os encogéis de terror sólo con mirarme?

Jimin abrió los ojos. Yoongi descubrió satisfecho que en ellos no había miedo, sino desafío, brillando en lo más profundo.

— Tal vez lo único que me pasa es que estoy a punto de caer bajo el hechizo de vuestra leyenda. Después de describirme vuestra costumbre, bastante horrible, de arrancar cabezas humanas con una sola mano, vuestra sirvienta me avisó de que podíais dejarme encinta solamente con mirarme a los ojos.

— ¿Y vos le creísteis? — dijo Yoongi levantando una ceja. Jimin se puso tenso.

— La verdad es que no. En contra de lo que pueda parecer por mi comportamiento en estos momentos, no soy tan inocente.

— Bien. Porque os aseguro que tendría que usar las dos manos para arrancar una cabeza humana. — Cuando Jimin esbozó una sonrisa, añadió -: En lo que respecta a dejaros encinta, nunca sería capaz de tamaña gesta con sólo una mirada. Tendría que ir seguida de un guiño o... — sus ojos se dirigieron por voluntad propia hacia su boca — quizás incluso un beso.

— ¿Os burláis de mí, señor?

— Jamás — dijo suavemente.

Cuando Yoongi se dio cuenta de que su pulgar se dirigía otra vez hacia sus labios, como si deseara forzar la sonrisa que sus bromas no habían conseguido, lo soltó. Caminó por la torre, pisoteando con sus botas los pétalos de rosa caídos.

¿Cómo iba a hacerlo para no herir su orgullo?, se preguntó. ¿Cuál sería la mejor manera de informarle de que no estaba destinado a ser su esposo, sino el esposo de Cristo?

Se dio la vuelta para mirarlo a la cara.

— Me temo que Minah ha hablado antes de hora, señora, va que no puedo dejaras encinta de ninguna manera.

Los labios de Jimin se curvaron en una sonrisa breve pero radiante.

— ¿Habéis recibido alguna herida grave? sir Namjoon me aseguró que habíais regresado de la guerra con todas vuestras partes intactas. Bueno, todas vuestras partes vitales intactas — frunció el ceño en un intento de mostrar solidaridad, pero sin poder evitar una tímida mirada hacia abajo. Yoongi sintió que se endurecía, como si Jimin lo hubiera acariciado con algo más que con los ojos -. Por supuesto, tal vez sir Namjoon no considera que...

Yoongi levantó la mano para detenerlo antes de que le diera otra buena razón para asesinar a su mayordomo.

— Os aseguro, que mis partes vitales están no sólo intactas, sino también en su mejor momento. —Mejor de lo que habría deseado, pensó ceñudo, agradecido por el corte ancho de su camisa.

Una inconfundible mueca de desilusión apareció en la cara de Jimin. Yoongi se acercó para observarlo más de cerca.

— Sois una criatura absolutamente desconcertante. Nunca me había encontrado con un omega que retrocediera de horror ante la idea de llevar a mi hijo en su vientre.

— Es obvio — murmuró Jimin, con una sonrisa de arrepentimiento bailándole en los labios.

— ¿Debería ofenderme o sólo sentir curiosidad? ¿No creen la mayoría de los omegas, al igual que la Iglesia, que la procreación es la finalidad divina del matrimonio?

— Si eso es así, señor, vos debéis de ser un hombre muy devoto.

Yoongi quedó desconcertado. No esperaba que el ingenio de su esposo fuera tan irresistible como su belleza.

— Supongo que los niños pueden ser considerados una bendición — añadió -, pero hay personas que se casan por otras razones: seguridad, rango, riquezas. — Bajó la cabeza y le dirigió una mirada sensual -. Amor.

— Yo no sé nada sobre el amor, solamente sobre la guerra — soltó con un gruñido desdeñoso Yoongi.

— Debéis de haber amado a lady Mary y a lady Margaret

Él arrugó la frente.

— Sentí un gran afecto y mucha ternura por mis dos esposas. Las escogí porque poseían todas las virtudes que un hombre admira en una mujer, y me esforcé por ser el marido más devoto posible. Pero, ¿amor? — Sacudió la cabeza -. El amor es una aflicción que sufren los idiotas Y los muchachos.

— Vos fuisteis muchacho una vez.

— Y un idiota también.

Jimin apartó la mirada de su cínica sonrisa. Acercó las manos a las llamas que ardían en la chimenea, pero su alegre crepitar no consiguió hacerlo entrar en calor.

— Hemos hablado de las razones que puede tener un omega para casarse. ¿Qué hay de los alfa? — Se volvió para mirarlo de frente — ¿Cuáles son vuestras razones, señor?

Ahora le tocó el turno a Yoongi de apartar la mirada. Caminó hacia la ventana y se volvió, acariciándose la barbilla.

— No era precisamente un esposo lo que estaba buscando.

Jimin cruzó los brazos sobre el pecho.

— Es lo que se suele encontrar, cuando un hombre se promete a otro y su mayordomo se presenta ante el sacerdote y hace los votos en su lugar.

— Ya estoy al corriente de todo eso. Pero lo que yo necesitaba desesperadamente era una madre. No para algún hijo aún por venir, como os puede haber hecho creer Minah, sino para los hijos que ya tengo. Alguien que los cuide.

— En ese caso, supongo que elegisteis a la persona adecuada — dijo Jimin, intentando no mostrar amargura en su voz -. He criado a mis diez hermanos.

— Eso me aseguró mi mayordomo. Pero debo confesar que cuando envié a sir Namjoon para que me buscara un pareja, esperaba que regresara con alguien menos..., bueno, más...

Yoongi nunca había tenido ninguna dificultad en gritar instrucciones a sus hombres, pero la elocuencia lo abandonó ante Jimin, que lo miraba sin parpadear.

— Alguien que no fuera tan... tan...

— ¿Como yo? — apuntó Jimin.

— ¡Exacto! — gritó él, con una gran sonrisa de alivio.

— ¿Estáis sugiriendo que no somos adecuados el uno para el otro?

Aunque la expresión de Jimin sólo dejaba al descubierto un mínimo reproche, el alivio de Yoongi se transformó rápidamente en consternación. Con la intención de suavizar un poco la torpeza de sus palabras, le cogió las manos entre las suyas.

Y las palabras se le helaron en la boca.

Si no hubiera estado mirando el exquisito rostro de Jimin, habría asegurado que estaba sosteniendo las manos de un campesino. Ásperas y agrietadas, tenían casi tantos callos como las suyas. Jimin debió de leer el fantasma de la lástima en sus ojos, ya que retiró las manos enseguida, pero mantuvo la mirada con un orgullo tan inquebrantable como el que Yoongi había encontrado alguna vez en el campo de batalla.

Se dio cuenta en ese momento de que no iba a ser capaz de asestar aquel orgullo un golpe mortal. No podía enviarlo de vuelta a casa sin su consentimiento, ni encerrarlo detrás de los muros de un convento. Durante unos instantes le asaltó la idea de permitir que Namjoon se lo quedara como esposo, pero su mente rechazó la imagen de Jimin en los brazos de su mayordomo antes de que pudiera acabar de formarla.

Yoongi no se había ganado una reputación como maestro de la estrategia en el campo de batalla y en el ajedrez sin haberla ganado. Tal vez pudiera encontrar la manera de hacerlo creer que él podía decidir su propio destino. Si pudiera provocarlo de alguna manera para que fuera él quien le rechazara, podría marcharse de Elsinore con su orgullo tan intacto como su inocencia.

Sólo le llevó unos momentos de cálculo mental, enmascarados por un inocente parpadeo, planear su campaña. Si quería eliminar a la reina de su rival en el tablero, sólo tenía que enviar a su ejército de peones para que llevaran a cabo un ataque.

Con quince días en compañía de sus hijos, Jimin subiría las escaleras de su torre rogándole que lo liberara de sus votos. Entonces él adoptaría el papel de marido herido, y le halagaría con sus protestas apasionadas antes de aceptar de mala gana pedir la anulación a Minho.

Yoongi volvió a coger las manos de Jimin entre las suyas con una suavidad difícil de resistir.

— Todo lo contrario. Sólo estoy sugiriendo que voy a daros algún tiempo para que os familiaricéis con los niños

— ¿Con los niños? — repitió con desmayó

— Y conmigo, naturalmente — añadió Yoongi rápidamente. Pero aún no había acabado de pronunciar aquella mentira, que ya lo estaba lamentando. No podía aspirar a conocerlo en el único sentido que deseaba: el sentido bíblico. Desesperado por escapar antes de que alguna palabra cariñosa o alguna caricia descuidada lo delataran, se llevó una de sus callosas manos a los labios y le plantó un galante beso. — Disculpadme por entreteneros. Es tarde y debéis de estar exhausto por el viaje. Os dejaré con vuestros sueños.

Ya casi había acabado de cerrar la puerta, cuando escuchó la respuesta de Jimin, tan suave que pudo habérsela imaginado.

— Es demasiado tarde para eso, señor.

𝕯𝖚𝖊𝖑 𝖉𝖊 𝖕𝖆𝖘𝖘𝖎𝖔𝖓𝖘 [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora