Capitulo 14

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    Durante el séptimo y último día del sitio, Jimin se encontraba a gatas en un túnel oscuro de la segunda planta del castillo, intentando recoger las flechas que se le habían caído a su hermanastro por tercera vez.

— ¿Qué demonios te pasa esta noche, Taehyung? Estás más nervioso que un conejo asustado.

Taehyung miró azarado por encima del hombro, mientras intentaba encontrar las flechas con las manos tan temblorosas que las dispersaba todavía más. Jimin colocó la última flecha en la aljaba, y después se la entregó de nuevo a su hermanastro.

— Si no fuera porque sé que no es así, pensaría que somos nosotros los que estamos a punto de sufrir una emboscada.

La aljaba se volvió a escapar de las temblorosas manos de Taehyung, y las flechas cayeron sobre los pies de Jimin. Este respiró hondo antes de dirigirle a su hermanastro una mirada exasperada.

— Lo siento — susurró Taehyung, con una actitud extrañamente arrepentida.

Cuando Jimin volvió a agacharse para recoger las flechas, sus manos estaban casi tan temblorosas como las de Taehyung. Al acabar de llenar la aljaba, la colgó de su propio hombro, junto al arco de Jungkook, y siguió avanzando por el túnel. Habían salido a practicar incursiones parecidas durante la pasada semana, pero ninguna tan importante como la que estaban preparando. Esa noche no iban a bombardear la guarnición con brea y plumas, ni iban a tirar un pote pestilente por la chimenea del gran salón. Esa noche iban a golpear en pleno corazón de las defensas de Yoongi.

El único corazón que poseía ese hombre, pensó Jimin amargamente mientras Taehyung lo adelantaba. Extrañamente, la idea del ataque era de Taehyung. Él había sido quien había señalado que, aunque la torre de Yoongi era aún más impenetrable que la suya, ya que no tenía ninguna entrada secreta, el camino que él seguía para llegar a la torre no lo era. Si se situaban en algún punto de su ruta nocturna, sería posible atraparle. Una vez que tuvieran a Yoongi a su merced, sus hombres no tendrían otra opción que deponer las armas y rendirse.

La idea de tener a Yoongi a su merced hizo que la piel de Jimin se erizara con una extraña mezcla de terror y placer. Taehyung estaba palpando la pared.

— Aquí — dijo, metiendo los dedos en una ranura poco profunda -. Tiene que ser esta.

— ¿Estás seguro? — susurró Jimin.

Su hermanastro se lo demostró haciendo deslizar un panel del revestimiento de la pared, y metiendo la cabeza en el pasillo iluminado a la luz de las antorchas. Jimin lo siguió. Miraron a un lado y a otro.

El estrecho pasillo parecía estar especialmente diseñado para sus propósitos. Jimin sólo tenía que esconderse en una de las ventanas hundidas en el muro, mientras que Taehyung se ocultaría detrás de la puerta de roble que había al final del pasillo. Cuando Yoongi hubiera cruzado la puerta, Jimin se plantaría ante él, apuntándole con el arco y la flecha, y le ordenaría que se rindiera.

A Jimin le hubiera gustado tener a Jungkook y a Jennie cerca para que le arrojaran una red por encima en aquel momento, pero no podía arriesgarse a que alguno de ellos resultara herido en la refriega que probablemente vendría a continuación. No se hacía ilusiones de que Yoongi fuera a rendirse sin presentar batalla. Por eso, Taehyung saldría en aquel momento de detrás de la puerta y le golpearía en la cabeza con un saco de arena que llevaba atado a la falda.

Antes de que cada uno tomara posiciones, Taehyung cogió la mano de Jimin y se la estrujó, igual que cuando era un niño pequeño.

— Ten cuidado, Jimin. Júrame que lo tendrás.

Emocionado por su preocupación, Jimin le devolvió el apretón y una sonrisa alentadora.

— Es lord Yoongi el que debe tener cuidado esta noche.

Cuando Taehyung se hubo acurrucado detrás de la puerta, Jimin se sentó en el ancho alfeizar de la ventana y dobló las piernas. Preparó una flecha, rezando para no dispararse en un pie antes de que Yoongi apareciera. La luna estaba oculta por la niebla, tras las rejas de la ventana sin contraventanas, lo que lo mantenía entre las sombras. No se podía hacer otra cosa que esperar, mientras la tensión hacía que sus nervios estuvieran tan tirantes como su arco.

Oyó aproximarse unos pasos. Eran pasos pesados pero veloces, que sólo podían pertenecer al alfa. Jimin contuvo la respiración, pero aun así tenía miedo de que él pudiera oír los latidos de su corazón, que le martilleaban los oídos. Se forzó a esperar hasta que él hubiera pasado la puerta donde se encontraba Taehyung, la única posibilidad de escapar a la trampa que le habían preparado, antes de ponerse en pie y quedar cara a cara ante el enemigo, por primera vez desde que se había enterado de su traición.

— Rendíos o disparo — gritó, con la voz más firme que las manos — ya que no puedo dejaros pasar.

La mueca de Yoongi intimidaba mucho más que un gruñido. Hubiera sido mucho más fácil despreciarle si hubiera nacido con cuernos y cola, en vez de unos brillantes ojos azules y un hoyuelo en la mejilla.

— ¿Qué deseáis que os rinda, señorito? ¿Mi espada o mi corazón?

Jimin sofocó la risa que le provocaron sus palabras, todavía sin saber si desdeñar o admirar tan desenfrenada arrogancia.

— Vuestro corazón, aunque sin duda muy valorado por algunas de esas personas que maúllan en vez de hablar, no tiene ningún valor para mí. Es vuestra espada lo que quiero.

— Entonces es mi espada lo que tendréis. — Sacó el arma de su tunda y la depositó en el suelo entre ellos, antes de señalar el arco con la cabeza -. ¿No pensaréis disparar contra un hombre desarmado, verdad?

— No, a menos que me dé una buena razón. — La manera de rendirse de Yoongi lo ponía nervioso, pero el honor lo obligaba a bajar la flecha que apuntaba a su pecho hasta el suelo.

— Debo confesar que siento un poco de curiosidad — dijo Yoongi -. Ahora que soy vuestro, ¿qué planeáis hacer conmigo? ¿Pediréis un rescate a mis hombres? ¿Me arrojaréis a mis propias mazmorras? — Arqueó una de aquellas diabólicas cejas, y el brillo de sus ojos aumentó — ¿O tal vez me encerraréis para vuestro disfrute personal?

Jimin volvió a levantar el arco. Ese movimiento no tuvo ningún efecto sobre Yoongi. Empezó a avanzar hasta él. El primer instinto de Jimin fue retroceder, pero la visión de Taehyung, que salía arrastrándose de detrás de la puerta, le infundió valor.

Sacudió la cabeza, un movimiento que estaba empezando a disfrutar ahora que se iba acostumbrando a sus enérgicos rizos.

— Os repito que será un placer aceptar vuestra rendición.

— Ah, pero a veces rendirse puede ser un placer tan dulce para el vencedor como para el vencido. — Siguió avanzando, y su sonrisa era tan tierna que Jimin dio un involuntario paso atrás. Si Taehyung no actuaba pronto, se vería forzado a dispararle o a rendirse.

Ya estaba casi sobre él cuando Taehyung echó hacia atrás el saco de arena. Jimin tuvo que morderse la lengua para reprimir el absurdo impulso de gritarle que tuviera cuidado. Retrocedió cuando el saco golpeó la cabeza de Yoongi con un ruido sordo. Se desplomó como una losa.

Taehyung miró a Jimin por encima de su cuerpo derrumbado, blanco de terror.

— ¡Oh, Dios santo, creo que lo he matado!

— No seas ridículo — dijo Jimin bruscamente, dejando a un lado el arco y arrodillándose a su lado -. Según lo que dijo Minha, es casi insensible al dolor. Estoy seguro de que sólo está aturdido. — Lo sujetó con fuerza por el jubón y lo hizo rodar sobre su espalda, gruñendo por el esfuerzo.

La vulnerabilidad de Yoongi con la boca entreabierta quedaba enfatizada aún más por las oscuras pestañas que acariciaban sus mejillas. Una punzada de tristeza sacudió el corazón de Jimin.

¿Cuántas veces había soñado con su príncipe reposando tan dulcemente como Yoongi ahora? ¿Cuántas veces se había imaginado cómo sería retirarle un mechón de cabello de la frente antes de inclinarse un poco más y suavemente presionar su boca con...?

Ya se estaba inclinando sobre él con los labios entreabiertos de manera instintiva, cuando Taehyung exclamó:

— ¿Está muerto?

— No — dijo Jimin asustado y con los dientes apretados -. No está muerto. Sólo está... dormido.

Taehyung empezó a retroceder hacia el pasadizo secreto.

— Iré a buscar a Jungkook. Él sabrá lo que hay que hacer.

Jimin se sentó sobre los talones, mirando a su hermanastro con recelo.

— Esta misma mañana has dicho que Jungkook era un idiota, incapaz de encontrarse el culo con las dos manos.

Taehyung se encogió de hombros, y sus ojos bailaban entre Yoongi y el pasadizo.

— Quizás haya aprendido algo, desde entonces.

— ¡Espera! — Gritó Jimin, mientras apartaba el panel e introducía la cabeza en el túnel — No te vayas. No me dejes... — el panel se cerró de golpe; su voz se convirtió en un susurro — solo.

La respiración de Yoongi sobre su mejilla le recordó que no estaba solo en absoluto. Volvió a apoyarse en los talones. Había soñado con tenerlo a su merced, pero ahora que lo tenía, no estaba nada seguro de que pudiera soportar hacerle daño. Estirado sobre su espalda de aquella manera, con los labios entreabiertos y un brazo colgando, tenía un aspecto tan... noble.

Su respiración se agitó al dirigirle una mirada culpable por encima del hombro. ¿Qué mal podía haber en creer, durante un momento, que él era el alfa con el que había soñado tantas veces?

Le tembló la mano mientras le acariciaba su cabello sedoso, apartándolo de su cara. Aspiró un poco de aire de manera entrecortada, se inclinó hacia delante y rozó los labios de Yoongi con los suyos, con la idea de robar una breve y dulce muestra de lo que pudo haber sido.

Una mano cálida y áspera lo sujetó por la nuca. En un instante, Jimin le estaba besando. Al instante siguiente, Yoongi lo estaba besando a él. Pero no tenía nada que ver con el casto sorbo de placer que se había imaginado. La boca de Yoongi se abrió bajo la suya con una hambrienta reclamación, forzándolo a rendirse ante cada sedosa y caliente embestida de su lengua. No perdió el tiempo rogándole que se rindiera. Se limitó a bombardear sus defensas y a reclamar el botín que había sido suyo desde siempre.

Él siguió besándolo hasta que cualquier atisbo de resistencia desapareció de sus miembros rígidos y de sus puños apretados; hasta que Jimin no pudo hacer nada más que dejarse caer sobre su pecho, prisionero ansioso de todo aquello de lo que había intentado escapar.

Cuando Yoongi al fin se apiadó de él, casi no le quedaban fuerzas para levantar la cabeza. Su pecho subía y bajaba bajo el suyo, lo que indicaba que su respiración no era más regular que el de Jimin.

Jimin le miró. Estaban tan sorprendidos por su extraño comportamiento. Una sonrisa triunfal curvó los labios que acababan de besarlo tan concienzudamente, mientras le apartaba los rizos desordenados de la cara y murmuraba:

— Jaque mate.

𝕯𝖚𝖊𝖑 𝖉𝖊 𝖕𝖆𝖘𝖘𝖎𝖔𝖓𝖘 [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora