IV. Secreto.

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¿Por qué? le instó a contestar la morena.

Munive acortó la distancia aún más entre ambos. Nabor Rivera no contestó, sus pupilas bailaban. Miraba expectante a Munive.

Ella se mofó de su actitud.

¿Qué podría ser tan difícil de explicar para el analítico Nabor Rivera?—.

Un sujeto se acercó al jardín en donde se encontraban el par.

Las dos siluetas... esos dos, que le habían generado más dudas y rabia a Goitia... seguía rechazando esos sentimientos, tan infundados y ajenos a su estado de ánimo habitual. Pensándolo bien, hacía meses que todo había comenzado a doblarse, su vida podría resumirse a un vórtice.

Su interior tendría una justa comparación con una gigante interrogante que lo acechaba por momentos. Caminó con mayor velocidad, hacia aquella particular sombrilla, que titilaba y se contaba ya entre sus asuntos.

Gonzalo Goitia se dirigía hacia Ruth y Nabor, con una parsimonia de ventaja y orgullo.

Algo que no sería tan difícil de explicar para Gonzalo Goitia respondió con sorna Goitia, interrumpiendo así al par.

Goitia se acercaba a ellos, expectante y hasta motivado. Su actitud había virado en demasía si se comparaba a su aura en la biblioteca.

Gonzalo se mantenía con los brazos cruzados, con un aire de superioridad y una mirada penetrante dirigida para Munive. Ahí frente a ella.

Los ojos de Ruth y Gonzalo representaban una lucha, como si intentara retarla en alguna partida de esgrima. Miradas filosas, llenas de tensión y determinación. Ruth perdió la batalla, jamás había visto a Goitia tan... expresivo.

Y aquí iba nuevamente, ese ¿hombre? maldijo mentalmente. Seguía pareciéndole increíble que en su vida, sí, vida en Bravante nunca se hubiera tomado unos míseros minutos en compartir palabra con Nabor o con... Goitia.

Ruth Munive decidió bajar su vista, y reírse. Una risa tranquila de incredulidad.

Nabor pasó sus manos sobre su cabello alborotado. Como si intentara encontrar respuestas a las preguntas que aún no formulaba.

Se había sentido en un enfrentamiento, un duelo, faltando solo las pistolas o cinturones, por que las balas y dagas ya habían sido lanzadas entre esos dos. ¿Alguna vez había presenciado a estos dos, siendo tan visceralmente violentos y al mismo tiempo tranquilos?

Es la segunda ocasión en donde me pregunto, ¿Qué haces tú aquí? preguntó la morena, en dirección a Goitia, su fastidio se divisaba.

No podía creer la vena de entrometimiento que desarrollaba el peliblanco.

Ruth Munive levantó sus brazos hacia el cielo.

Es que acaso hoy es el día de incógnito volvió con una estocada, reflexionando con desesperación Munive.

El tener a Gonzalo tan cerca le causaba desesperación y tonterías estresantes.

En realidad, tengo la extraña sensación de que para alguien sí lo es comentó Goitia, con gusto.

Había desarrollado ese gusto por ver a Ruth desesperada ¿alguna razón en particular? Su sola presencia. Apenas había compartido con ella dos... no, más episodios. Pero mejor dejaría de pensar en ello.

Gonzalo Goitia se tomó la libertad de sentarse enfrente de Ruth, causando más sorpresa en el rostro de Munive, provocando así, que esta volviera a tomar distancia de Nabor y la propia mesa del exterior.

Internado Bravante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora