Dylan.
Siento una fuerte punzada que me obliga abrir mis ojos poco a poco para que se acostumbren a la poca luz del lugar.
Trato de acomodar un mechón de mi cabello que cae por mi cara, pero cuando intento mover la mano notó que están amarradas al respaldo de la silla en que estoy sentada.
Rápidamente me alarmó y comienzo a moverme tratando de zafarme.
Miró a todos lados desorientada en busca de algún indicio que me ayude a recordar que pasó y como llegué aquí.
Es un cuarto como en forma de sótano...
Mierda.
¿Me secuestraron?
Veo como se abre la puerta dejando ver la silueta de un sujeto y no le quitó la mirada hasta que se posa en frente de mí, es un hombre mayor.
-Vaya, vaya, pero si su majestad, Leidy Dylan despertó-dijo caminando al rededor de mí.
¿Quién mierda es este sujeto?
Mantengo mi mirada intimidante sobre él.
-Basta de rodeos, si lo que buscas es dinero, lamento decirte que no tengo ni un peso en el bolsillo, así que desátame de esta silla maldita sea-dije.
Soltó una carcajada que retumbó en el lugar.
-No buscó tu dinero, ni el de tu familia, no te haré daño, no por ahora, además si recién acabas de llegar, ¿No quieres saber el verdadero motivo del por qué estás aquí?-preguntó.
No le respondí.
-Bueno de todas formas te lo diré-dijo encogiéndose de hombros.
-No quiero saber una mierda, desátame-le dije en un tono alto.
Él negó con la cabeza mientras reía.
-Debo admitir que no pareces esa mocosa de cinco años, has cambiado mucho, pero qué se puede esperar-dijo.
-A qué te refieres-le dije frunciendo el ceño.
-Hay Dylan me ofende que aún no sepas quién soy, pero te voy a ayudar a recordarme-dijo burlón-Soy el moustro que siempre te ha atormentado.
-Mira, maldito lunático, no sé quién mierda eres, así que te lo repetiré una vez más, suéltame- le dije enfatizando la última palabra.
-¿Esa es forma de tratar a tu padre?-preguntó.
Mi corazón comenzó a latir con más fuerza evitando que pudiese respirar con normalidad.
No Dylan debe ser una broma, él está...
-Él está muerto-dije firmemente.
-Sorpresa, dime Dylan ¿Cómo has estado todos estos años con el tema de tu madre?-preguntó acercándose.
Mi madre...
-Cállate-solté con fuerza intentando desatar el nudo en mis muñecas.
-¿Toqué un tema sensible? Dime, ¿Quieres que te recuerde que pasó esa noche?
-¡Cállate!-grité con fuerza.
-No creo que recuerdes mucho, eras una niña de cinco años, pero te lo diré con detalles-dijo sacando una toalla de su pantalón acercándose a mí, pude anticipar sus intenciones de ponerla en mi boca para callarme, giré la cabeza bruscamente, pero al estar atada lo único que pude hacer fue luchar en vano, respiré con más fuerza y mis intentos de gritos eran patéticos-Así está mejor-se sentó en una caja de madera sonriendo.