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Eidan.

Estaba bajando las escaleras cuando encontré a Annelise tratar de subirlas, bajé los últimos escalones que faltaban y antes que pudiese caer la sostuve poniendo mis manos en su cintura.

-¡Eidan! ¡Te estaba buscando!- dijo soltando una risita.

Después de estar sentado en el suelo mientras jugaban el ridículo juego decidí subir a mi habitación.

Ella se aferró más a mí y pude notar que había bebido demasiado, sus ojos un poco cristalinos y su nariz un tanto rojiza.

-Hueles tan bien- susurró metiendo su cara en el hueco de mi cuello.

Me quedé rígido ante su repentino acercamiento y para suerte mía sacó su cara de ahí.

-Deberías dormir Annelise-le dije y ella negó con la cabeza.

-No quiero-dijo haciendo un pucherito.

Sabía que está chica era insistente así que la cargué hasta subir las escaleras y caminar hasta la habitación.

Cuando llegamos a la puerta la abrí y cuidadosamente la bajé para que sus pies tocarán el piso.

-Eidan...-susurró mi nombre y me acerqué un poco a ella-¿Puedes contarme un cuentito?

¿Un cuento?

Traté de reprimir una risa mientras me senté en el extremo de la cama.

-Es tarde Annelise, mejor otro día.

-¡Pero yo quiero ahora!

Resople mientras pensaba que podría decir.

-Bien, había una vez una chica que casualmente conoció a un chico, el chico se murió por qué un carro lo atropelló, fin.

Bueno, no salió tan mal después de todo.

Volví mi mirada a ella y su carita estaba perpleja.

-¡Esa fue una terrible historia!- se quejó mientras arrugaba la nariz.

Se ve tan tierna cuando hace eso.

¿Pero qué mierda?

Tengo que salir de aquí antes de que siga diciendo babosadas como esas.

-Buenas noches-dije y salí de la habitación.

¿Qué está pasando contigo Eidan?

Sabes muy bien que no puedes.

Si te dejas guiar por tus sentimientos será más complicado.

Tienes que mantenerte como siempre lo has hecho, cerrando tus emociones.

Mierda.

Bajé las escaleras y me dirigí hasta la puerta, salí de casa con sumo cuidado de que nadie se percatará, al llegar a la puerta grande de metal.

Decidí caminar, no está tan lejos el lugar al que quiero ir.

Coloqué bien la capucha de mi campera sobre mi cabeza y mientras observaba a una que otras personas.

Debes alejarla de ti.

Si algo le pasa será tu culpa.

Ella no está a salvo estando cerca de ti, debes encontrar la manera de alejarla, por su bien.

Caminé hasta subir por las escaleras que me llevarían a dónde quería ir.

Mientras me iba acercando visualice las luces de la ciudad, de dónde estaba se obtenía una buena vista.

Tan JodidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora