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Fenrir y Lorna regresaron al que ambos consideraban su hogar, debía depositar a la hembra tras las murallas impenetrables del castillo para realizar una nueva diligencia del hijo de puta de Frederick, odiaba apartarse de ella, pero al mismo tiempo sabía que sería un pequeño alivio para las insoportables ansias de poseerla. Pero la tortura pasó de tenerla cerca, embriagado por su aroma a ni siquiera tener el privilegio de contemplarla y ser incapaz de arrancarla de su mente.

La mestiza esperó tras la puerta principal del castillo, ansiosa por tenerlo enfrente, el aroma del deseo de ambos se mezclaba en el ambiente, siendo perceptible incluso para Norbert.

Al atravesar la pesada madera sus pupilas chocaron y sin poder contenerse por más tiempo ambos se lanzaron a los brazos del otro con desesperación, ansiando aquel casto contacto.

La preocupación del macho por el bienestar de la hembra se tranquilizó al tenerla segura entre sus brazos y su estúpido orgullo se hinchó al ser consciente de que ella lo había extrañado tanto como él.

A la joven le regresó el alma al cuerpo al sentir su calor, siendo más palpable al ya no portar el abrigo, la primavera acababa de entrar a esas maravillosas tierras escocesas y con la blusa de manga larga y suéter le bastaba para sentirse cómoda.

El macho acunó el hermoso rostro de la doncella entre sus manos para contemplar las finas facciones.

Fenrir: ¿Todo bien aquí cachorrita?

Lorna: Sí, me alegra que regresaras, te extrañé tanto. (¡Mierda!, una vez más ansiaba expresar con palabras todo lo que ella le hacía sentir, decirle que no había vivido, había sobrevivido en una lucha constante los últimos días por no regresar a su lado, pero sus torpes palabras no encontraban la salida de su garganta. La joven al no obtener ninguna respuesta, bajó la mirada y se retiró de su agarre apenada, sintiéndose estúpida y demasiado expuesta, tal vez él la deseaba, había notado en varias ocasiones la protuberancia que apenas era contenida por sus pantalones, ella era joven y él un macho viril, pero aunque nunca había visto una hembra licántropo, él había mencionado que era mucho más menuda que ellas, no era como él, no era una de su raza y los sentimientos que sin saber cómo habían germinado en su pecho, no eran compartidos). La cena está lista, me disculpas pero yo no tengo apetito y te-tengo mucho por leer.

Se retiró sin esperar respuesta, el macho permaneció mudo, admirando su silueta en aquella huida que no comprendió del todo pero estaba seguro era culpa suya, por su falta de tacto y exceso de brutalidad.

A las hembras ese tipo de delicadezas les gustaban, era por lo que muchas veces se alejó de ellas, antes de que comenzaran a solicitar atenciones que a él no le apetecía dar, pero con Lorna era diferente, quería hacerlo, quería tratarla como se merecía pero no sabía bien cómo, o mejor dicho, sabía lo que debía hacer, vio a su Sire hacerlo miles de veces, pero su enorme estupidez no se lo permitía, era demasiado torpe para pronunciar las palabras que la bella dama merecía.

El voraz apetito que generalmente conservaba desapareció, remplazó el alimento por alcohol, estaba molesto, intranquilo, exhausto por el largo viaje a América, había regresado en cuanto había podido y todo ¿para qué? Para estar a unas cuantas zancadas de ella y no poder tenerla, era un imbécil, una jodida mariquita encerrado en el despacho con un montón de papeles de los que odiaba hacerse cargo, y todo por culpa del hijo de puta de Frederick, con una erección a la que le valía mierda cuántas veces se hiciera cargo de ella él mismo, se la mamaran o fornicara, regresaba más ansiosa que la vez anterior, el jodido mástil la quería a ella y no iba detenerse hasta penetrar en su carne, en su húmeda y apretada carne, ¿qué demonios hacía encerrado en esas malditas paredes? La desesperación y el hambre de fornicar, de luchar cuerpo a cuerpo borboteaba en sus venas y contenerse nunca había estado en su sistema.

Reaccionó cuando la hembra abrió la puerta de su habitación, no supo en qué puto momento había llegado ahí, pero el semblante de la mestiza ni su aroma eran de tristeza o deseo, estaba enfadada, tremendamente enfadada y frustrada.

Lorna: ¿Cuál es la maldita urgencia? (Inquirió molesta por los fuertes golpes a su puerta).

Fenrir: Dudo que esos hayan sido los modales que te inculcó Frederick.

Lorna: Las damas aparecen frente a los caballeros y tú no eres ni el remedo de uno.

Fenrir: Ese maldito dicho es al revés, los caballeros aparecen frente a las damas.

Lorna: Aplica para ambos sexos de la misma forma. (El pecho del imponente macho subía y bajaba enfurecido, excitado y desesperado).

Fenrir: Vaya, hay una fierecilla debajo de esa capa de doncella frágil y desprotegida.

Lorna: No soy ninguna de esas dos cosas.

Fenrir: Bien, porque no sé tratar a una.

El macho embravecido la sujetó por la nuca y la cintura sin delicadeza, levantándola lo suficiente para hundirse en su boca con ferocidad, la hembra se aferró a los sedosos mechones de cabello oscuro al tiempo que lo envolvía con las piernas. Entró a la habitación reclamando su boca, estampándola contra la pared, arrebatándole el aliento sin obtener resistencia, por el contrario, la mestiza se dejaba poseer, saboreando finalmente lo que tanto había deseado, su cuerpo aclamaba y vibraba por el embiste de la brutal bestia que ansiaba poseerla, Fenrir pegó sus caderas a las suyas provocándole un estremecimiento, necesitaba el calor de entre sus piernas, montarla, reclamarla como suya. El jadeo que soltó resonó en sus pelotas, endurecidas como malditas rocas se pegaron a su cuerpo. Sin estar dispuesto a esperar más, tras un par de pasos la arrojó a la cama, Lorna lo observó con pasión, con necesidad y un deje de temor, estaba húmeda, el macho casi podía saborear el perfume de entre sus piernas, su aroma ya no era tan sutil, se había intensificado. Se arrancó la camisa y al alzar el rostro observó a la diosa nocturna que sin pudor espiaba a los amantes, estaba a una escasa noche para resplandecer con su blanco manto en su totalidad ¡mierda!, un rayo de comprensión lo atravesó, ¡claro! La desesperación, sus instintos exorbitados y ella, ¡ella!, olfateó nuevamente obligándose a dar un par de pasos hacia atrás, su aroma no solo se había intensificado, estaba madurando, eso aunado a la próxima luna llena era lo que lo estaba llevando a punto de cometer una bestialidad y a ella el cambio de actitud y necesidad, no debía, con un demonio, no podía fornicarla de esa manera.

Fenrir: No salgas del castillo, es una maldita orden.

Rugió exhalando su impotencia, sus pantalones se destrozaron al convertirse en el bello ejemplar de espeso pelaje grisáceo que tras un salto se obligó a huir de sus instintos por marcar a la hembra como una brutal bestia.

El pecho de la hembra subía y bajaba sin comprender, saltó de la cama hacia la ventana, alcanzó a verlo antes de que se perdiera en el bosque, pero el grito pidiéndole que esperara se quedó atorado en su garganta, ¿qué demonios le estaba pasando? ¿Qué carajo había sucedido?

Un par de lágrimas que nocomprendía al igual que sus emociones rodaron por las blancas mejillas, habíaestado eufórica al verlo llegar, triste y apenada, después se sintió encerrada,colérica y necesitada, hambrienta de aquel macho, su cuerpo vibraba, sentía, ¡sentíademasiado!, aulló, aulló melancólica ydesesperada a la diosa nocturna intentando alcanzar un poco de consuelo enella.

Guardián Vinculado ante la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora