Sonámbulo

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—Así que solo ella te produce una erección. —Jeremy su compañero de trabajo alza la bebida y observa el líquido en su interior antes de llevarla a sus labios.

Había salido a una reunión de trabajo, como solía suceder ella le siguió. Escogió un lugar cerca de un parque, mientras ella paseaba a rayo, él hablaba con Jeremy.

Johnny, descubre fue mala idea confesarle a su amigo y colega su problema. Luego de salir del hospital y ante la curiosidad de saber si podría cumplir o no, había llegado a ese club. Día tras día iba en búsqueda de una mujer que lograra despertar el deseo.

Sin ningún éxito.

Se frustró tanto y llegó a obsesionarse con ello, que acabó cierto día borracho. Eso llevó a su abuela a querer alejarlo de la gran ciudad y no porque supiera su molestia, ella solo sabía que su nieto se estaba auto destruyendo.

—Imagínate mi sorpresa —responde observándola jugar con rayo en el parque. —ni siquiera es mi gusto, es simple, altanera y no sabe callarse sus opiniones.

Esta de rodillas en el suelo abrazando al animal, su desesperación ha llegado tan lejos que ha empezado a sentir envidia del perro. No le dirige la palabra salvo para entregarle los medicamentos o cuando entra a ayudarle a vestir. Allí era su mayor tormento, ella inclinada buscando algo su trasero marcarse y su entrepierna reaccionar. Ocultar su erección matutina era otra historia, Oliver se negó a asistirlo tras recibir insultos.

—Debes admitir que es hermosa —habla Jeremy viéndola —aunque con poca variedad de ropa ¿Eres tan miserable?

No, ella es orgullosa, las bolsas con la ropa permanecen en el mismo lugar en que las dejó. Encima del sillón de su habitación, nada de lo que compró ese día usa. Decirle a Jeremy la estupidez que hizo es recibir un discurso de moralidad.

Un mesero deja en la mesa el helado que ella ha pedido antes de perderse y Johnny duda en llamarla. Esta casi seguro que será ignorado, ella nota su mirada y Johnny simplemente le señala el helado. Se incorpora y avanza hacia ellos sin mirarle una vez más.

—No le gustó lo que escogieron para ella en la tienda, tiene un gusto extraño...

—Único —corrige Jeremy, quien la ha visto mezclar las prendas y hacer parecer tiene muchas. —¿Seguro no quieres algo más? —le pregunta su amigo y ella niega sin decir nada. —Entonces es hora de irme, tu deberías hacer lo mismo...

Jeremy alza el dedo índice indicándole el cielo oscuro. No desea regresar a casa, ella se encerraría en su habitación o en la terraza. Estaría triste observando los autos pasar desde el balcón de su habitación.

—Rayo necesita un poco de ejercicio y aire puro, pienso que a los tres nos falta—esa respuesta la hace sonreír, pero sin mirarle.

Jeremy los ve a uno y a otro antes de negar con una sonrisa alejándose. Johnny disfruta de vista, Veca de su helado como una niña, su lengua rosada pasa suave por el helado de dos copas en chocolate que ha pedido.

—¿No le gusta? —le pregunta.

¿El helado o la vista? Lo primero no lo come desde que era un niño y lo segundo desea probarlo. Rayo, que está al pie de él alza la cabeza al verla levantarse y Johnny aguanta la respiración. Se sienta junto a él y estira su mano con el helado hasta su boca.

—Necesita más dulce en su vida —susurra tomando un trozo de galleta e ingresándola en la boca de Johnny —es muy amargado.

—No soy...

Se detiene al verla imitar su gesto, cejas juntas, labios apretados, cabeza baja y mirada de soslayo. Era su rostro al enojarse, sonríe y ella le imita, ha olvidado cual fue la última vez que sonrió o disfrutó de una compañía.

Domesticado  un ogro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora