La Hiedra y su veneno

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Al día siguiente Verónica fue dada de alta, Remy y Oliver, eran los encargados de llevarla a casa dado que a Johnny le fue imposible quedarse hasta su salida. El viaje a su hogar fue en medio de reprimendas, la pareja le decía en esos momentos que su comportamiento infantil la puso en riesgo.

—Correr al ver a Aimme besar a John cuando lo que debiste es sacarle los ojos —reniega Remy moviendo sus manos en el aire —esa mujer es una bruja sin vergüenza.

—Johnny, tiene muchos defectos, en ninguno de ellos ser deshonesto figura...

Sonríe apoyando su rostro en el hombro de la anciana, ella solo está unida a Johnny por un contrato de cinco años. No estaba dentro de las cláusulas del mismo hacer escenas de celos y lo que ambos están empezando a sentir, aún no saben cómo manejarlo.

—¿Dónde está Johnny? —pregunta y la pareja le sonríe.

—Nos pidió llevarte a casa, hoy dictan sentencia a ese hombre.

—Yo quiero estar ahí...

—Lo sabemos cariño, por eso te llevamos al juzgado. —Satisfecha con la respuesta disfruta la vista.

Muchas cosas estaban pendientes por hacer, debía algunos parciales, el cambio de jornada en las tardes pues ya Johnny empezaba a trabajar y ella no tenía nada que hacer en esa casa, recibir la rutina de ejercicios de Johnny y algunos exámenes médicos pendientes.

Ir al pueblo le sería útil, hablaría con su padrino, el sheriff. Si las cosas con Johnny no prosperaban ella volvería a su hogar, haría una escuela en la casa de sus abuelos y viviría allí en paz con rayo. Sus mundos eran distintos y no es que Johnny fuera millonario, era que Verónica no tenía absolutamente nada sólo a rayo.

Se baja del vehículo siguiendo a la pareja en silencio, retuerce sus manos en su cintura nerviosa. Conoce el carácter explosivo de su jefe, puede enojarse al saber que no obedeció sus órdenes. Inspira una gran bocanada de aire antes de atravesar la enorme puerta de madera y entra con la cabeza en alto. El juicio no es lo más popular, es uno de los tantos que día a día ocurre en ese recinto.

Johnny, si bien es un buen abogado y su familia es modesta, no pertenece a la élite. Si fuera un Frederick o D'angelo, Madonna, etc., el juicio estaría repleto de periodistas y curiosos. No era así y la poca asistencia le agrada, pues no tiene que lidiar con miradas indiscretas. Su jefe nota la presencia de la Remy y Oliver, cuando la ve al lado de la pareja se queda observándola por largo tiempo.

—¡Ve! —Remy la empuja suave y niega buscando una banca cercana.

—Verónica —la voz de Johnny eriza su piel y al volver su vista a él le sonríe —ven. —le pide señalando una silla al lado de Jeremy.

La duda es solo un instante, es empujada un poco más fuerte por la pareja y termina caminando a regañadientes hacia él. Jeremy su compañero de trabajo se levanta para cederle el puesto a su lado. Queda en medio de ambos que la observan con una sonrisa en los labios.

—¿Te sientes mejor? —le pregunta y ella afirma ganándose una sonrisa —Nos asustaste a todos.

—Lo siento... No volverá a suceder. —en respuesta sonríe y vuelve la vista al frente.

—Debiste ir a casa. —advierte Johnny.

Lo sabía la reprimenda por no obedecer era segura, sólo que ella no podía dejarlo solo. Era un momento importante para él y ella quería ser parte de todos en adelante.

—Fui traída por Remy y Oliver —se apresura a decir y Jeremy alza una ceja divertida. —le rogué que no me sentía bien, pero fui obligada a venir.

Domesticado  un ogro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora