La cruda verdad

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Conocer a las personas y ser bueno en lo que haces tiene sus ventajas. Jeremy estaba actuando raro, desde que Verónica fue encontrada en el rio inconsciente es asi. Observa a Veca dormir en el sillón en la misma posición en que se acostó y cubierta hasta la nariz con la cobija de Jeremy le ha traído.

Con cuidado para no despertarla deja su cabeza en un cojín y decide echar una mano a su amigo que está revisando la caja de los fusibles. No hay señal en los móviles, ni luz, teléfono, cable, etc. Salvo un pequeño radio de baterías que Jeremy ha encontrado en el ático. Gracias a ese artefacto han logrado saber lo que sucede a su alrededor.

La tormenta de nieve que cae en esos momentos en la zona es fuerte ha dañado gran parte del servicio de energía y derribado algunas torres. Cruza el salón y toma a su paso con candelabro con tres velas encendidas avanzando hacia la salida de la casa. Lleva más de una hora que no lo ve y empieza a preocuparse.

Sale por el área de la cocina por ese lado es fácil llegar al cableado de la casa. Llevar en una mano el bastón y en la otra el candelabro le dificulta las cosas, eso y la violencia de la tormenta de nieve. La llama de la vela se mueve con fuerza y apaga una de ellas.

—¡Maldita sea! —Susurra y sus ojos oscuros se posan en una lámpara de aceite.

Cambia el candelero por la lámpara asegurándose de encender de nuevo la vela y sigue su camino a las afueras. El frio impacta su piel y la eriza rápidamente, mientras que el silbido del tiempo le recuerda a una película de terror.

—¡Jeremy! —le llama una vez ha avanzado suficiente y descubre que le es imposible seguir. —Joder hombre ¿Dónde te has metido?

Por más que intenta ver en medio del blanco que es ese instante el paisaje le es imposible. Maldiciendo y pensando en lo peor, deja el bastón a un lado necesita buscar a ese crio, que quien sabe en qué zanja abra caído.

Se apoya en las paredes de la mansión y con dificultad avanza, la luz de la lámpara alumbra solo lo suficiente para avanzar, pero no necesita nada más. Escucha el sollozo o el lamento de algo y agudiza el oído, pues los ojos no le sirven de nada en ese instante.

—¿Jeremy? —vuelve a llamar captando el ruido por la zona de las bodegas.

A tres metros de él y solo necesita empujar una palanca, porque con lo sucedido con Veca a todos se les olvidó asegurar la casona. Toma la manivela y la gira haciendo que el enorme portón seda y el viento frio entre en el desocupado salón. Lo encuentra sentado en una silla con un arma en la mano, frente a él hay una lámpara parecida a aquella que Johnny tiene en sus manos.

—¿Te preocupaste por mí? —le pregunta y puede sentir su voz rota. —me has demostrado ser mejor amigo de lo que pensé, has dejado a tu esposa sola que fue asaltada solo por mí.

—Suelta eso Jeremy —le pide. —por favor —ruega, pero su amigo niega.

Tiene los hombros caídos, cabello revuelto, sin corbata y aun con rastros de desechos en su ropa, producto de los bultos que le insistió en cargar.

—El puesto era para ti —empieza a decir y Johnny cierra los ojos con fuerza. —yo recibí esa carta y la escondí, fue antes de tu accidente.

—No, —su voz sale apagada y avanza hasta llegar a la pared, apoya su cuerpo en ella y mira la nieve que la tormenta insiste en meter a ese lugar.

—Era lo que yo siempre había querido...

—Lo sé, suelta el arma Jeremy... Hablemos.

Inicialmente no supo cómo reaccionar, pidió detalles de lo que sería el cargo y al no obtener respuesta escondió la carta. Semanas después llegó el accidente, entre su recuperación, el trabajo extra y hacerse cargo a todo lo olvidó.

Domesticado  un ogro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora