Capítulo 11: A cargo.

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Cuando Izuku abrió los ojos inmediatamente quiso hacer dos cosas, lo primero sería ahogar todos sus gritos de frustración contra su almohada, lo segundo sería tratar de asfixiar al rubio que dormía plácidamente a su lado, como si no le importase nada del mundo y su vida era de lo más placentera y pacífica.

¡Quería matarlo!, Y quizás lo haría, pero después de que su cuerpo no le doliera como los mil demonios y su trasero estuviera limpio.

¿Ya habían inventado los condones en esa época?, Iba a necesitar unos cuantos para no repetir la situación en la que estaba en ese momento. Sin embargo, dudaba bastante que esos látex existieran, pero algo tenía que haber en ese mundo para cuidarse de un embarazo.

—Kacchan… —el pecoso volteó hacia el rubio y tocó su rostro repetidamente, principalmente el entrecejo—. Kacchan, oí despierta.

El rubio se removió y arrugó el rostro mientras parpadeaba varias veces e enfocaba su vista hacia el frente. Sonrió levemente al encontrarse con esos ojos esmeraldas, brillantes, que le miraban expectante. Katsuki ronroneó apegando al pecoso contra su cuerpo, a cambio recibió un pequeño golpe en la cabeza.

—¿No me escuchas?, Estoy sucio y tengo hambre. —Izuku se quejó mientras le seguía dando leves golpes—. Llévame al baño ahora mismo.

Demandó y Katsuki solo sonrió con cariño, ignoró los patéticos golpecitos de gatito que le daba el menor metiendo su cabeza en el cuello de éste y besarlo, al mismo tiempo que dejaba algunos chupones también.  

—¡Te estoy hablando! —el pecoso exclamó exasperado tratando de empujar lejos a ese matsodonte, ¡Era una bestia pervertida!

—Ya ya, deja de quejarte, joder. —Katsuki se sentó en la cama y estiró sus brazos por encima de su cabeza, al fijarse en las ventanas se dió cuenta de que estaba anocheciendo,  se había quedado dormido todo el día.

Pero, al ver hacia abajo y dar con su bello Omega, quien por cierto tenía un puchero de enojo en el rostro, daba por sentado que no haber salido de esa habitación en todo el día fue lo mejor que pudo hacer, no cambiaría eso por nada.

—Eres un bruto, me duelen la caderas y sé que mis piernas no van a funcionar. —se volvió a quejar el pecoso tratando de sentarse correctamente en la cama, aunque al hacerlo su espalda daba punzadas de dolor.

Katsuki se cruzó de brazos tratando de no reírse ante lo dicho del pecoso, no sabía si el menor lo recordaba, pero había sido él mismo quien pidió un par de rondas más, además de montar su polla hasta que no pudo salir nada más de ella.

—Sí, sí, yo soy la bestia y tú eres la damisela en apuros. —el rubio rodó los ojos con diversión bajándose de la cama y tomando al pecoso entre sus brazos y llevarlo al baño.

Después de unas cuantas quejas más por parte del menor y un delicioso majase con agua olorosa mente tibia, las quejas bajaron y solo quedó un adormilado Omega con el rostro relajado.  Izuku se sentía en una burbuja cálida, que fue reventada cuando la puerta de la habitación se abrió dejando entrar a sus damas de compañía, ellas le ayudaron a vestir, bajo la vista del rubio todo fue mil veces más vergonzoso.

Pero trató no darle importancia a eso es ignoró su vergüenza cuando salió del cuarto con sus piernas temblorosas.
Estaban caminando al pasillo que llevaba al comedor, de pronto Toru se acercó a ellos y le dió una suave reverencia.

—Majestades, lamento interrumpir algo, pero los cachorros están despiertos y piden ver a su alteza Izuku, sobre todo el niño. —ella informó e Izuku abrió los ojos al recordar a los pequeños, no era que los había olvidado a propósito, pero lo que pasó en esos días hizo fue bastante estresante.

No es mi mundo. (Katsudeku./Omegaverse.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora