20. Discreción británica.
—¡Vamos, Jordan, presiona más! —Escuché los gritos de mi entrenador y apreté los dientes mientras intentaba sacar fuerzas de donde no las tenía para subir más las rodillas y acelerar mi carrera, dos vueltas y los siete kilómetros habrían terminado. —¡Así es, ahora mantén ese ritmo! —Apreté mis puños intentando resistir corriendo a esa velocidad y las uñas de mis manos se clavaron en mis palmas, por eso siempre debía cortármelas en cuanto comenzaban a crecer. Unos tres minutos más tarde y terminé aquellos últimos 800 metros, me arrojé al suelo mientras Smith aplaudía con aprobación, cerré los ojos y puse las manos sobre mis ojos, intentando recobrar la respiración y evitar vomitar. —Vas a bordarlo este sábado, Jordan.
—Eso también dijiste el año pasado y quedé tercera —mencioné a duras penas recordando aquel fracaso.
—Habías tenido el tobillo mal hacía dos jodidos meses, otra persona no habría llegado a la jodida meta.
—Lo que digas. —Sentí una palmada en la pierna y abrí los ojos encontrándome con la mano tendida de Smith para ayudarme a levantarme. La sostuve y me puse de pie mientras mi entrenador me pasaba una botella de agua y mi toalla.
—Venga, date una ducha en los vestuarios e iremos a comer por ahí, me apetece una buena hamburguesa.
—Sí, bueno, yo me pediré una ensalada.
—Necesitas hidratos de carbono para los músculos, Jordan, no quiero que te marees durante la carrera. —Tiró aquella pulla y rodé los ojos.
—Ese mareo fue hace cinco años, vamos, Smith, sabes que odio comer tales bombas de grasa cerca de los campeonatos.
—Lo que sea. Ahora vete a duchar, hueles hasta aquí —se burló y le enseñé el dedo del medio mientras sonreía cínicamente.
(...)
—Deja de poner esa cara de orgasmo cada vez que muerdes la hamburguesa, no me das ninguna envidia —le dije a Smith quien se encontraba comiendo aquello como si fuese la mayor delicia del mundo.
—Mmmh. —Masticó mientras articulaba un triste gemido y le lancé un trozo de tomate que impactó en su mejilla.
—Con la comida no se juega, Jordan —reprendió intentando ser serio pero nunca lo había sido, así que esa no fue la ocasión pues, segundos después, me lanzó una patata frita.
—¡Eh, lo mío n...! —comencé a protestar malhumorada.
—¿Jordan? —Escuché una voz con un sutil acento. Giré mi cabeza y descubrí a Damon caminando hacia mí con una bandeja repleta de comida mientras me observaba con su característica sonrisa.
—Damon —contesté en saludo y miró a Smith cuyos ojos estaban sobre ambos mientras volvía a morder la hamburguesa.
—¿Es tu novio? —Los ojos verdes de Damon examinaron a Smith que casi escupió la hamburguesa ante tal pregunta.
—Menuda discreción —pronuncié escudriñando los ojos y se encogió de hombros—. Preguntas como si fuese asunto tuyo.
—Simple curiosidad, no hay por qué ser tan fría, esa reputación es de Inglaterra.
—Entonces los británicos sois entrometidos y fríos... Soléis estar solteros a menudo, ¿verdad? —Sonreí cínicamente y Damon casi rió, pareciendo orgulloso de haberme hecho enfadar.
—Soy su entrenador de atletismo —Smith informó, queriendo cortar nuestro pequeño enfrentamiento.
—¿Desde cuando hay tan buena relación entre un entrenador y su atleta? —volvió a decir Damon de aquella manera tan directa.
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Trouble is his middle name.
Novela JuvenilMi vida no era lo que se dice normal, las constantes discusiones de mis padres, un hermano entrando en la adolescencia un poco problemático y yo, un chica de diecisiete años que amaba demasiado la soledad como para socializar con alguien de aquel pu...