CAPÍTULO VEINTE: Nora y James

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Atenas, medianoche entre el 13 y el 14 de julio del 2022

Quedan 4 hrs para el fin del mundo.

James se aleja de su esposa, hastiado. La deja hablando sola o, mejor dicho, gritando. Nora parece ser incapaz de comprender que, sin importar si la alarma es real o no, las personas creen que el mundo acabará y, por ende, nada de lo que ella diga cambiará su predicamento.

La mujer ya se ha quejado con cada empleado que halló en su camino, tanto a los encargados de seguridad como a las oficinistas de la aerolínea. Amenazó a extraños con juicios y demandas, exigió respuestas y trato especial para poder atender sus asuntos más urgentes en Inglaterra.

Y nada sirvió.

El aeropuerto está ahora casi desierto. Con el paso del día, tanto turistas como locales se rindieron poco a poco a la noción de que no despegarían más vuelos hasta la mañana siguiente, si es que el planeta sigue existiendo en ese entonces.

—Regresa aquí, cobarde —llama Nora—. No puedes irte en medio de la conversación, es una falta de respeto a tu mujer, ¿qué clase de caballero eres? ¡James! ¡James ven para aquí! —exige ella—. Lo mínimo que podrías hacer es llamar a nuestro abogado en Londres para que desde allí hagan algo y solucionen esto. ¡O intenta con la embajada, no seas perezoso!

Él ni se voltea, sigue caminando en dirección contraria. Arrastra los pies a causa del cansancio y del hambre. No desea pasar el resto de su vida, que podría acabar pronto, con una jaqueca a causa de su esposa. Está en Atenas. Como mínimo, desearía beber algo y recostarse al aire libre junto a la piscina del hotel en el que se estaban quedando.

En la desolación del edificio, la voz de Nora resuena con estruendo, pareciera retumbar contra los muros y el cielorraso en un eco insoportable.

—¡James! ¡James! ¿A dónde crees que vas? ¡Es una falta de respeto que no me respondas! —Ella apresura el paso para alcanzarlo, sus tacones marcan el paso, rítmico y apresurado.

—Vete al demonio, Nora —responde él por fin, entre dientes—. Cierra la bocota y déjame en paz. Mi cabeza va a explotar si no te callas.

—Mírame a los ojos cuando hablas.

Él se gira, enfadado. Su pálido rostro está teñido de rojo a causa de la ira.

—Escúchame bien, mujer del demonio, si sobrevivimos a esta noche, lo primero que haré cuando lleguemos a casa será comenzar con los papeles del divorcio.

Nora se detiene en seco. Lleva una mano al pecho y la otra a su boca en un gesto exagerado y teatral. Suelta una exclamación que mezcla sorpresa e indignación.

—No puedes hacerme algo así, James. ¿Luego de casi treinta años de matrimonio?

Él suelta una carcajada que desborda en sarcasmo.

—Es verdad, debería haberlo hecho hace décadas. Mis mejores recuerdos como pareja son de los días en los que estuve de viaje de negocios lejos de ti.

—¿Cuántas veces me has engañado, maldita sea? —incrimina ella.

—Ni una. Deja de crear drama innecesario y cierra la boca. Por una vez en tu desgraciada vida, solo cierra la boca por más de cinco minutos —amenaza el hombre—. Eres libre de hacer lo que quieras hasta que acabe la cuenta regresiva. Si sobrevivimos, podemos discutir la división de bienes con un abogado al regresar. —Sin más, se quita el anillo de bodas y lo arroja al suelo—. Vete al infierno, Nora. Y me compadezco del Diablo cuando te vea llegar y entienda que le espera una eternidad a su lado. Solo espero que la tierra no se abra y te escupa de nuevo aquí.

—¡No tienes derecho de tratarme así!

—¿Que no lo tengo? ¿Bromeas? Llevo treinta largos años lidiando con tus caprichos de niña rica malcriada. Décadas diciéndole que sí a tus ocurrencias y pésimas ideas. No te imaginas cuántas veces debí morderme la lengua para no humillarte frente a mis socios, y eso que eres muy buena para hacer el ridículo por tu cuenta. No puedes ver más allá de tu enorme nariz. Solo te importan tu estatus, tu noción de falsa superioridad y la cantidad de dinero en la cuenta bancaria. Me cansé, Nora. Hace años que me cansé, y recién el fin del mundo me da el coraje de decírtelo en la cara.

—Discúlpate ahora mismo o te dejaré en la ruina, James.

—Haz lo que quieras. A esta altura de la vida, me da igual. Si el mundo se acaba, habré desperdiciado la mitad de mi existencia. Si sigue en pie mañana, pues aprovecharé para ser feliz de una vez por todas, aunque eso signifique aguantarme tu venganza de señora despechada por la traición. Como en esas telenovelas que tanto criticas.

—Vete al demonio.

—Solo si tú no me sigues —ríe él.

Ella comienza a gritar nuevos insultos y quejas. Su voz es cada vez más alta y aguda. Él finge no oírla. Atraviesa las puertas de salida de la terminal del aeropuerto con las manos en los bolsillos. Le quedan unos quinientos euros en la billetera, y también las tarjetas de crédito. Quizá consiga que algún buen samaritano lo lleve hasta la playa o a cualquier sitio tranquilo, para pasar las que podrían ser sus últimas horas sin estrés. Quiere cerrar los ojos y tomar una siesta en silencio al aire libre.

"Ojalá que realmente este sea el fin", piensa a medida que se aleja.

"Ojalá que realmente este sea el fin", piensa a medida que se aleja

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Voces del fin del mundo (coautoría con @uutopicaa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora