Capítulo 17. Negando la realidad

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Estaba de vuelta en el asiento de un avión, mientras esperaba que despegara para por fin largarme de ese lugar

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Estaba de vuelta en el asiento de un avión, mientras esperaba que despegara para por fin largarme de ese lugar. Raiden todavía no se subía, dijo que iba a arreglar una última cosa y volvía, pero ya se estaba demorando.

Saqué el teléfono y me regañé mentalmente por no habérselo devuelto cuando lo ví, supongo que estaba tan furiosa que ni pensé en eso.
Miré su nombre en mis contactos y mi dedo hormigueó por querer mandarle un mensaje, negué y opté por apagarlo antes de meterlo a mi mochila, tenía que cumplir mi promesa y olvidarlo.

De pronto Raiden apareció y junto a él, Elías; fruncí el ceño porque pensé que ya no le vería el rostro hasta después.

—Te traje esto, no quiero que te vayas con las manos vacías —dijo dándome un sobre, lo abrí y saqué lo que parecía una tarjeta de crédito, después un papelito con unos dígitos anotados que adiviné sería el pin—. Tiene fondos ilimitados, si quieres ropa, zapatos, lo que sea, puedes comprarlos.

Yo me quedé mirando el sobre en mis manos, decidiendo si aceptar o no, era el primer gesto que veía de su parte que era para mi bienestar, pero no me sentía cómoda teniéndolo viniendo de su parte. Elías vio mi vacilación y acto seguido sacó un libro para pasármelo.
El título decía "Matar un ruiseñor".

—Era el favorito de Margaret, dijo que cuando crecieras te lo daría, de hecho escribió una dedicatoria para ti —explicó haciendo que sintiera un nudo en mi garganta—. También puse una foto de ella para que la conocieras.

Yo no sabía que decirle o como actuar, él no me agradaba pero esto, en el interior me había conmovido un poco, así que opté por lo más sencillo:
—Gracias —musité, Elías asintió y palmeó el hombro de Raiden.

—Cuídala. Si pasa algo, ya sabes qué hacer —pidió y el asiático solo afirmó con la cabeza, Elías se ajustó el saco antes de salir del avión y una chica en uniforme —supongo que eran unas azafatas personales— cerró la puerta.

Metí el sobre en mi mochila y luego observé el libro en mis manos, quería leerlo, moría por hacerlo pero algo me decía que si leía su nota y que si miraba su foto, iba a romper en llanto.
Y no quería hacerlo enfrente del chico que me miraba atento en el asiento de enfrente, no sonreía y mantenía una expresión neutral.
Al final con un suspiro lo guardé también, decidiendo que lo miraría en la academia, a solas.

—Puedes llorar, no te voy a juzgar —habló de repente y le puse una mueca.

—Lo harás.

—Es cierto. —Sonrió abiertamente haciendo que su cicatriz se arrugara un poco.

—Odio esta situación, ¿pero sabes que más odio? —espeté mordaz y alzó sus cejas—, que estés aquí.

—¿Prefieres a mi hermano? Bueno, entonces no lo hubieses echado de tu vida, ¿no crees?

Mentiras I: Secreto MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora