Capítulo 10: La escuela

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No se acostumbraba en absoluto a su nuevo cuerpo y, por si fuera poco, su esposo tampoco lo hacía. Esa noche, Izuku durmió en la esquina de la cama matrimonial dándole la espalda. No era nada típico en él. Con lo friolero que era Izuku, él solía juntarse y abrazarle para entrar en calor. Era evidente que se sentía incómodo por si tocaba alguna zona indebida o algo semejante.

Shoto suspiró. No podía hacer demasiado en estos momentos excepto intentar retomar una vida lo más normal posible dentro de sus circunstancias.

Sin tener que ir al trabajo hasta nuevo aviso, se había despertado demasiado pronto. Nunca antes madrugó de esta manera, pero con los nervios y la preocupación, no pudo dormir más.

Cerró la puerta de la cocina para evitar hacer demasiado ruido y así no despertar ni a su esposo ni a Bakugo, que dormía en la habitación de invitados. Se sentía realmente extraño en esos momentos viendo a su compañero convertido en un niño de apenas ocho años. ¿Así era la vida familiar? Shoto no podía dejar de cuestionarse esa pregunta. Ahora mismo, Bakugo era ese niño que ellos jamás podrían tener por su condición de hombres y, sin embargo, al sentir que debía cuidar de él como si fuera su propio hijo le hizo sonreír.

Acababa de poner el arroz en el hervidor y el pescado en la plancha. La sopa de miso se hacía lentamente, impregnando la cocina con su aroma peculiar. Iba a pasar a las tortillas y los encurtidos cuando la puerta de la cocina se abrió muy despacio. Era Izuku con cara somnolienta.

— ¿Tan pronto despierto? – preguntó –. Creí que querrías dormir un rato más.

— Estoy bien. Ya no podía dormir más, estaba incómodo en la cama.

— ¿Era eso o que no dejabas de dar vueltas a la cabeza con lo sucedido? – sonrió Izuku en un intento por calmar sus preocupaciones.

— Un poco de ambas.

Sin previo aviso y sin borrar la sonrisa del rostro, Izuku se acercó hasta su esposo y le pasó sus manos alrededor de la cintura pegando su pecho a la espalda de Shoto antes de hundir sus labios en su cuello. Izuku cerró los párpados y apretó el abrazo haciendo sonreír a Shoto.

Con una mano, Shoto dio la vuelta a la tortilla con la pala de madera mientras la mano libre la colocaba sobre el brazo de su esposo. Durante unos segundos, los dos se quedaron en esa posición. Estaban a gusto.

— Te quiero – susurró Izuku.

— Yo también.

— ¡Qué asco! Ya estáis así a primera hora de la mañana... – escucharon ambos la queja de Bakugo, que entraba en ese momento por la cocina y se sentaba en una de las sillas listo para desayunar.

Ambos sonrieron e Izuku soltó el abrazo para ayudar a su esposo sacando los platos para que pusiera el desayuno en ellos. En cuanto la tortilla estuvo en el plato junto a los encurtidos y la sopa de miso en el cuenco, se lo colocó frente a Bakugo para que empezase a desayunar. Realmente, ambos lo trataban como si fuera su propio hijo, dejándose llevar por la idea de cómo podría ser su vida si realmente tuvieran uno propio.

— Desayuna rapidito que te acompañaré hasta el colegio.

***

¡Enfurruñado! Así era como caminaba Bakugo por la calle del barrio donde vivían Shoto e Izuku. Con su uniforme recién comprado, caminaba a dos pasos por detrás de su compañero con los brazos cruzados sobre el pecho y la mochila a su espalda. Sabía de sobra el esfuerzo que habían hecho todos en la agencia para poder obtener los libros, el uniforme y que le aceptasen a mitad de curso en un colegio, pero seguía siendo una idea que le disgustaba.

Together (Boku no hero: Deku-Todo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora