Se oían ecos de una risa maniática y unas explosiones provenientes de un arma que parecía no querer dejar de disparar. Sanzu tenía puntería y, de hecho, una muy buena. Pero también, llevaba un deseo incontrolable por el peligro y la muerte. El resto de la Bonten sabía de esta adicción y de cómo utilizarla para su beneficio, por lo tanto, convirtieron al joven en una brillante arma esclava de su obsesión por Manjiro Sano, su jefe.
— Yo creo que ya lo mataste — dijo una voz nasal y burlona.
Con una delicadeza casi inhumana, Sanzu Haruchiyo giró su brazo hasta apuntar el rostro de un hombre horrible. Este observaba la punta de su pistola con una sonrisa, lo cual hizo que el muchacho reconociera enseguida que era una especie de sádico, un monstruo al igual que él.
Eso no le gustaba.
El hombre, sentado sobre un neumático, tomó uno de sus cigarrillos baratos y se lo llevó a la boca.
Suspiró.
— Alguien está buscando a tu jefecito Mikey... — se le escapó una asquerosa risa — hace tanto no digo ese nombre en voz alta — murmuró.
El brazo de Sanzu bajó hasta apuntar la entrepierna del hombre.
— Espero que no estés intentando algún tipo de amenaza.
— ¡Claro que no! ¿Acaso me veo capaz de hacer tal barbaridad?
Sí lo hacía.
— Alguien está buscando a Mikey, ¿Escuchaste del enano que anda preguntando sobre Mikey el jefe del Bonten? — Sanzu asintió — mañana estará en el área de bowling. Decile a tu jefe. Aunque de seguro ya lo sabe.
Al terminar de hablar, se levantó y tiró su cigarrillo al suelo húmedo. Lo pisó y con sus manos dentro de sus bolsillos dio un último vistazo a la punta del arma. Esta vez no había una sonrisa enferma como cuando lo sorprendió. Se lo veía tan apagado que por un momento dudó de si no había estado hablando con un espíritu.
— ¿Eso es todo? ¿Para eso viniste? — esta vez apuntó a su cabeza. Se estaba enojando.
El hombre intentó una amarga sonrisa, pero acabó tosiendo. Levantó sus manos y lo miró a los ojos. Sanzu tuvo que parpadear unas veces, porque sintió esos ojos violetas como un especie de agujero negro que en cualquier momento succionaría su alma. Quería dejar de verlo, pero tenía que verse intimidante, no podía perder ante él.
— No, no es todo — respondió —. No vine a darte ningún tipo de información. No soy ese tipo de persona.
— ¿Y a qué-
— Vine por una promesa, un favor. Quiero que él y mikey... dejalos hablar, dejá que se tomen de la mano — interrumpió.
Sanzu frunció el ceño, pero guardó su arma. Creía que le estaba tomando el pelo, pero ¿por qué lo haría? Se veía tan seguro... era extraño.
— ¿Qué mierda me estás pidiendo? — gritó con poca paciencia — ¿¡Tomarse de la mano !? ¿¡Para esa boludez viniste hasta acá !?
— Ahora no tiene sentido, pero creéme, ya vas a saber de qué hablo. Por favor, prométeme que lo vas a hacer. Tienen que tomarse la mano así — explicado mientras juntaba sus dos manos, las cuales tenían en su reverso un tatuaje que llamó la atención. Éstos se veían desgastados por el tiempo y tenían escrito "pecado" y "castigo". Qué curioso.
Sanzu asintió sin poder creerlo.
— Si te digo que sí, ¿vas a irte? — preguntó, esperando una respuesta afirmativa.
El hombre lo tomó de la corbata y con fuerza tiró de ella para así acercar su rostro al suyo. Sanzu reaccionó rápidamente, su arma ya estaba apuntándole al pecho.
— Takemichi tiene que vivir, tiene que tomar a Mikey de la mano y vivir. Si lo mata, él muere.
— ¡No! — respondió con terror.
— Entonces prometémelo.
Sanzu asintió repetidas veces. Se veía como un perrito aterrado, lo cual era por su obsesión por Manjiro Sano. Podían clavarle un puñal en el pecho, romperle una pierna o pegarle tres tiros y jamás reaccionaría de manera tan sumisa como cuando se trataba de su jefe.
— ¡En voz alta!
— ¡Sí! ¡Sí, te lo prometo!
El hombre lo soltó, Sanzu guardó su pistola.
— B-bien — respondió mientras sacaba una caja de cigarrillos baratos de su bolsillo. Prendió uno de ellos con nerviosismo y luego se marchó —. Voy a estar vigilándolos.
★★★
Ahí estaba Takemichi. Cabello negro, corto y despeinado. Parecía que no se había bañado en años, qué asco. Además, se lo veía lleno de raspones y moretones.
— Movete y te pego un tiro — amenazó Sanzu. Takemichi no esperaba que su querida arma Hamada Shiki lo amenace tan pronto. Se lo veía tan sorprendido y asustado que Sanzu no pudo evitar sonreír — ¡Boludo tenés un olor a culo increíble! Como siempre... que chabón de mierda.
— ¿Quién sos? — preguntó con un hilo de voz.
Sanzu siseó. Detrás suyo apareció Manjiro Sano con su atuendo habitual: ropa cómoda y ojotas.
— Silencio que el jefe va a hablar — ordenó.
— Este es el mejor futuro, ¿No es así? — Sanzu no entendía muy bien a lo que se refería, pero Mikey era así de raro siempre — ¿Hay algo que quieras preguntar?
Takemichi lloraba como siempre.
— Mikey... mikey... tomá esto — dijo acercando un sobre muy bonito —. Quiero darte esto.
— Y eso es...
— Una invitación a mi boda. Quiero que vengas, no importa cómo. Todos... ellos están bien, así como lo prometiste hace doce años. Todos, Hina incluida, están viviendo una vida feliz. Todos, excepto por vos.
— Callate la boca — interrumpió Sanzu — o disparo.
No le gustaba lo que insinuaba ese chico. Hablaba como si Mikey no fuera feliz, como si no estuviera bien así como estaba. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso quería robárselo usando de excusa a su boda?
— ¿Podrías dejarnos Sanzu? — preguntó su jefe.
"Quiero que él y mikey... dejalos hablar, dejá que se tomen de la mano". De repente el hombre volvió a aparecer por su mente. "Takemichi tiene que vivir, tiene que tomar a Mikey de la mano y vivir".
Guardó su arma.
«Bueno, los estoy dejando hablar» pensó «no puedo hacer nada si Mikey decide matarlo» Sanzu no quería que muera, pero ¿qué iba a hacer? ¿Desobedecer a Mikey por un desconocido?
— Quiero hablar con él, a solas — agregó.
— Entendido, voy a esperar abajo.
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El dios de la muerte y un perro (hanma x sanzu)
FanficUn caballo indomable, un zombie. Una bala perdida y una fuerte epidemia. Eran las espinas de una rosa y una cucaracha. Dos pares de dementes que toda su vida no hicieron más que enfrentarse a la muerte una y otra vez, deseosos de sentir peligro. ¿Pe...