una emoción

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"Si hubiera conocido primero a Mikey, todo habría sido distinto" había dicho Mucho cuando confesó su traición a la Tokyo Manji. 

Nunca se había sentido acuchillado por un recuerdo antes, pero esa semana había ocurrido tantas veces que juraba sentir cómo se desangraba de la rabia, y el hecho de que no era de hacerle demasiado caso a lo que Mucho decía, lo enojaba más.

— Baji está actuando de manera muy sospechosa, ¿no te parece? — había dicho Mucho mientras movía una pieza al frente —. No escucha lo que El Presidente ordena y siempre anda armando alboroto. No entiendo por qué nuestro presidente no nos dice nada.

— Mikey y Baji son amigos de la infancia — murmuró Haruchiyo sin sacar la vista del juego — tal vez sea por eso.

El jefe les había dado la tarea de encontrar al Traidor de la Tokyo Manji y hasta ese momento no les había ido para nada bien. Sanzu sabía quién era, pero no podía cambiar la línea temporal exponiéndolo — como Hanma le había explicado — así que lo único que podía hacer era seguirlo como lo había hecho doce años atrás. Y sí, era cierto que Baji había dejado de seguir las órdenes de Mikey y también era cierto que andaba actuando de manera sospechosa. Baji Keisuke estaba ocultando información a toda su gang, pero era porque Sanzu se había encargado de que lo hiciera.



— ¿Supervisores? ¿Condiciones? ¿Ustedes piensan que esto es un juego? — preguntó Kazutora mientras daba unos pasos hacia atrás. En un revoloteo, dio un giro, terminando abierto de brazos hacia Hanma Shuji y el resto del Valhalla — ¡Vinimos a matarlos!

— ¿¡Comenzamos Mikey!? — gritó Hanma, quien parecía estar muy emocionado.

Sanzu lo observó unos segundos y luego, como si de una cámara se tratase, miró a cada uno de los presentes. Al final buscó a Baji Keisuke con sus ojos. Esperaba que estuviera preparándose para matar a Kisaki Tetta como le había pedido.

— ¡Vamos Toman!

La pelea por fin había comenzado. Haruchiyo había sido rodeado por una gran cantidad de delincuentes en chaqueta blanca y se encargó de hacer caer a cada uno de ellos dando golpes imparables. Su demonio interior había escapado y lo único que pudo detenerlo fue un estruendoso choque que paralizó a la mayoría de criminales a su alrededor.

Levantó su transpirado rostro encontrándose con que un joven había chocado contra una enorme pila de cajas. Éste llevaba su cabello despeinado hacia su frente y una enorme sonrisa de desprecio. Sanzu sabía que se sentía avergonzado. Cualquiera pensaría que perder ante Draken era inevitable, pero Hanma Shuji no era "cualquiera". Él se creía invencible, un Dios de la muerte.


Otro ruido, esta vez metálico, interrumpió el desorden.

— ¡Mikey! — gritó Draken y, enseguida, a Sanzu lo invadió el mismo miedo que notó en él; aunque éste fue empeorando de a poco. Cerró sus puños con fuerza recordando su muerte. Mikey ya se había levantado, pero ver a Kazutora saltar de aquella manera, lo devolvió a esa escena donde su Jefe observaba el vacío desde un último piso con el deseo de un eterno descanso.

— Jej éste se volvió re loco — murmuró Hanma. Sanzu dejó de temblar para reírse, llamando la atención del chico. Enseguida sintió cómo reposaba su enorme mano por sobre su cabeza — no le va a pasar nada — susurró intentando que nadie más que él lo escuche — voy a encargarme de eso.

Ambos sabían cómo iba a terminar esa pelea. O, mejor dicho, cómo debería hacerlo. Pero Hanma no olvidaba lo mucho que le había afectado su muerte y que, aunque no había sido real, el sentimiento de desesperación e invasiva soledad todavía lo acompañaba. Haruchiyo tenía que saber que estaba acompañado.

El dios de la muerte y un perro (hanma x sanzu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora