una interrupción

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— Hola Kisaki — saludó a lo que iría a ser su futura tumba, la cual visitaba desde que llegó. No era fácil sacarse de encima una tradición de más de diez años; además no tenía a nadie más con quien hablar. — Hoy fue un día productivo — bromeó nervioso — mirá: me tatué, gané algo de plata para comer, te ví... Hoy te ví y no tenía planeado hacerlo — Jugaba con sus manos angustiado — Yo, nunca pensé que iba a decir esto pero pero, pero no creo estar seguro de poder hacer... 

— ¡Vos! ¿Hanma Shuji? — interrumpió una voz. 

Giró su cabeza y recibió un golpe en el ojo. El cual devolvió enseguida, dominado por su instinto. Recibió un empujón, dio un cabezazo. Le dieron un rodillazo en el estómago y respondió sentándose sobre ese chico, dejándolo inmóvil al sostener sus dos brazos. A pesar de su baja estatura, el desconocido era fuerte como para dejarle un dolor intenso en las partes ya golpeadas. 

Qué molesto.

— ¿Qué? — preguntó Hanma molesto.

— Soltame que todavía no termino.

Una enorme vergüenza inundó su cuerpo al darse cuenta que estaba sobre Sanzu Haruchiyo. 

— ¿Y a qué viene ese sonrojo, Dios de la muerte? — dijo el carilindo con una risa burlona.

Hanma respondió con un fuerte cabezazo. 

— ¡La puta que te parió! — exclamó Sanzu enfurecido mientras tironeaba de sus brazos. 

— No te voy a soltar, Sanzu — respondió ignorando su puteada.

El carilindo resopló. Lo tenía tan cerca que no podía evitar pasar sus ojos por cada parte de su rostro. Llevaba unas largas pestañas que se movían con una elegancia similar a la del nado de un cisne, ojos turquesa y moretones por todos lados. Un barbijo tapaba su nariz y labios, los cuales recordaba con dos cicatrices. Hanma se preguntó si todavía las llevaba y si esa era la razón por la cual se tapaba. 

— Estuviste llorando, ¿por qué? 

Sanzu lo había estado analizando también. Aunque se lo notaba desaliñado, veía algo de belleza en sus ojos violetas y en cómo éstos eran rodeados por un delineado natural, lo cual le daba algo de delicadeza a su asquerosa bestialidad. Tenía enormes ojeras, su nariz sangraba y estaba lleno de moretones. De igual modo no podía evitar pensar en cómo se sentiría besarlo. Pensó en que era un estúpido y descuidado, pero eso no era nada nuevo. 

Pasó una rápida mirada por sus labios, los cuales llevaba abiertos por estar agitado. 

No iba a ser facil ignorar lo excitado que se había empezado a sentir. 

— ¿Ahora te venís a hacer el curioso? — Hanma se alejó, intentando esconder su vergüenza con enojo — No voy a contarte mis problemas. Mucho menos después de que te aparezcas a cagarme a trompadas, ¿querés que te mate? — dijo dándole un pequeño empujón. 

— Creo que merezco que por lo menos me cuentes qué te pasa después de haberme hecho viajar en el tiempo en contra de mi voluntad — respondió acomodándose. Se sacó el barbijo y pasó su mano por su nariz. Estaba sangrando — ¿Querés que yo te mate? 

Hanma abrazó sus piernas y recostó la cabeza sobre sus rodillas. Sanzu tenía razón, se merecía eso y mucho más; se había aprovechado de él. Usó su vulnerabilidad para ver a un chico que había conocido en su adolescencia, el cual ni siquiera lo consideraba un amigo. 

Él era una herramienta, un juguete y la inversión de un niño de trece años. ¿Qué estaba haciendo? ¡No tenía sentido!


El dios de la muerte y un perro (hanma x sanzu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora