Y en verdad, a pesar de su ropa deslucida y sus expresiones indignas, no tenía el aire de un simple marinero, sino el de un piloto o un patrón.
ROBERT LOUIS STEVENSON,
La isla del tesoro8 de abril de 1916. De noche.
Anna.
Frente a ella.
Sangre en sus labios.
Sangre en su rostro.
Sangre en sus manos.
—¿Dónde estás? ¿Por qué no vienes a verme? —le pregunta extendiendo la mano.
Ella intenta asirla.
Ella se desvanece.
La busca a través de cientos de habitaciones en las que se abren miles de puertas.
Sigue su rastro de sangre en el suelo.
Escucha cada vez más lejos los sonidos de su opresiva tos.
Sabe que si no se da prisa la perderá.
Tras las puertas, más puertas. Todas cerradas. Todas abiertas.
No consigue encontrarla.
—Tranquila, Lauren —musitó Camila acariciándole el rostro.
La joven se removió en la cama, inquieta.
La angustia reflejándose en sus labios tensos y el sudor que bañaba su frente.
—Es solo una pesadilla. Tienes que despertar —murmuró ella tomándole de la mano.
—¡Anna! —Abrió los ojos, jadeando aterrada—. Tengo que encontrarla, me está llamando y no estoy con ella —gimió apresando con ambas manos la de Camila—. Está mal otra vez, no ha servido de nada. Tengo que... —Miró la habitación, confundida—. A casa, tengo que ir a casa. Si regresa y no me encuentra se va a asustar. Tengo que ir a casa y...
—Lauren, tranquilízate —le ordenó Camila encendiendo la lamparita que había sobre la mesilla antes de acariciarle la mejilla con la mano libre—. Estás en casa.
—No, no estoy en casa —murmuró ella parpadeando por culpa de la repentina claridad—. Esta no es mi casa. Tengo que regresar y...
—Esta sí es tu casa —le interrumpió ella aferrándole la cara con ambas manos—. Mírame, estoy aquí, contigo, en casa.
Y Lauren por fin la vio. Se sentó en la cama y enterró la cara entre sus manos a la vez que un sollozo escapaba de sus labios.
—Has tenido una pesadilla. Tranquila, no pasa nada —musitó acariciándole la espalda.
—Sí pasa. —Bajó de la cama—. Tengo que asegurarme de que no la alquile —farfulló alterada dirigiéndose al armario—. ¿Por qué no lo pensé antes?
—¿Qué haces? —Camila la retuvo tomándolo de la mano.
—Tengo que regresar, han pasado cuatro días desde que estuve por última vez en mi casa, ¡y todavía debo un mes de alquiler! Si el casero piensa que me he ido sin pagar, venderá nuestras cosas y la alquilará a otra persona —explicó nerviosa abriendo las puertas del armario.
—No puedes irte ahora.
—¡Claro que puedo! No lo entiendes, tengo que asegurarme de que Anna tenga un lugar al que regresar cuando se ponga bien.
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Amanecer Contigo, Camren G'P
RomanceBarcelona, 1916. En su lecho de muerte, Michael, la oveja negra y único heredero de la acaudalada familia Jauregui, confiesa que tiene una hija que nadie conoce. El patriarca de los Jauregui, Biel, decide encontrar a su nieta y un mes después, cuand...