CAPITULO 22

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Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá.

MIGUEL DE UNAMUNO

7 de junio de 1916

-Confío en ti, no se te ocurra defraudarme -le advirtió Biel a la vez que le tendía un billetero-. Jamás se sale de casa con los bolsillos vacíos.

Lauren observó perpleja al capitán para a continuación mirar la fina cartera de piel y luego otra vez al anciano.

-Adelante, cógelo -le instó Biel-.

Gástalo en alguna cafetería, en planos de barcos o cuadernos de esos que tanto te gustan.

-Gra... gracias. Se lo devolveré...

-¡Atolondrada marinera! ¿Qué parte no has entendido? No quiero que me lo devuelvas, sino que lo gastes -afirmó sacudiendo la fina cartera. Lauren la tomó a la vez que asentía con la cabeza, asombrada-. Ahora vete, antes de que sea más tarde.

-Sí, capitán. Yo... No le decepcionaré -musitó Lauren saliendo del despacho.

Bajó las escaleras ensimismada, mirando el billetero como si fuera el mayor tesoro del mundo, no por lo que contenía, sino por lo que significaba. El viejo comenzaba a confiar en ella.

-Lauren, ¿qué ha pasado? -En el mismo momento en que pisó el salón, Isembard se acercó a ella, preocupado al verla tan abstraída-. ¿El capitán ha cambiado de opinión?

Lauren negó con la cabeza a modo de respuesta.

-¿Sigue decidido a dejarnos salir solos, sin el señor Abad?

Lauren asintió sin dejar de mirar fijamente lo que tenía en las manos.

-¿Ha restringido el horario? -Lauren volvió a negar-. ¿Te ha amenazado de alguna manera? -preguntó por fin Isembard, intranquilo. Si el capitán pensaba mantener los términos de su salida, no encontraba otro motivo para que la joven se mostrara tan aturdida.

-Me ha dado... dinero -Lauren le enseñó el billetero-. Dice que no se sale a la calle con los bolsillos vacíos.

-Y tiene razón -murmuró Isembard levantando la mirada hacia la galería superior. Allí, junto a la barandilla, estaba el capitán, quien, sin dejar de mirarles fijamente, asintió con la cabeza para luego desaparecer-. Guarda eso, Lauren. Es hora de visitar el museo de historia.

-Sí... -Guardó con meticuloso cuidado el billetero en el bolsillo interior de su chaqueta.

-La red está lista y el cebo echado -susurró Enoc cuando maestro y alumna salieron de la casa.

-Espero que su hombre sea tan sigiloso y observador como me ha asegurado -masculló Biel golpeándose los zapatos con el bastón.

-No tengo duda alguna. Si Lauren intenta reunirse con su fulana, nos la traerá.

-Y entonces nos libraremos de ella. Es necesario, imprescindible -masculló Biel antes de entrar en el despacho, cerrar con un sonoro portazo y, a continuación, golpear con fuerza su escritorio con el bastón.

Había hecho lo correcto, lo necesario. Entonces, ¿por qué se sentía tan mal? Porque la mirada de su nieta al recibir el dinero había sido sincera en su asombro. Tan sincera como su promesa de no decepcionarle. Maldita muchacha, ¡No tenía que haber sido tan noble! Solo tenía que haber cogido el dinero y haber echado a correr, entonces él se sentiría bien en lugar de tener el corazón desgarrado.

-Es maravilloso que el capitán te haya dejado ir al museo acompañada solo por Isembard, eso es porque confía en ti -afirmó Camila, retirándole un mechón de la frente con una suave caricia.

Amanecer Contigo, Camren G'PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora