Capítulo I

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Uy ¿Una nueva?


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—Daniel, es tu tercer intento de suicidio.

—Eres lo más lindo que he visto Daniel, recuerda que yo siempre estaré aquí para que puedas hablar conmigo, dime ¿quién está cuando tus risas se van?

—Mi abuela.

—La tienes a ella y a mí, recuerda que tú estás aquí por todos aquellos que se caen cada día, los cuales se inundan en alcohol, drogas y tabaco, los cuales solo dicen que ellos deberían morir, pero nada de esto es fácil porque ninguno de ellos quieren eso.

—Gracias, creo—me dijo.

—Si mañana estás mejor, podríamos ir a tomar algo, ¿va?

Él asintió y salió con su madre.

Él era el último paciente que era de rango A.

Agarré mi táper con galletas y mi batido y fui a la cafetería.

—¿Y como te va en la zona de los trastornados?—me preguntó Alice.

—No están locos, solo son niños y adolescentes con problemas que se solucionaran—le dije girando los ojos.

—Ya lo sé, lo sé.

—¿Viste que han trasladado a un paciente de rango S?—dijo Erik sentándose en nuestra mesa.

—¿Por qué lo han trasladado?—Preguntó Alice tomando un tragó de su zumo.

—Se rumorea que varias psicólogas se enamoraron de él y lo dejaron escapar todas las veces.

—¿Cómo mierda pudo pasar eso?—Pregunté.

—No se sabe, las psicólogas están en tratamiento, nadie conoce cómo lo hace.

Anissa Romans en zona de psicopatía urgentemente, sonó en el altavoz.

Tome la última galleta en mi boca y salí corriendo.

—¿Qué pasa Señor?

—Tú eres una de mis mejores psicólogas, te pones en la piel de los demás—dijo mientras yo me intentaba engullir mi galleta.

Se giró para mirarme comer mi galleta.

—Siento haberla molestado en su hora de comer—dijo y siguió caminando.

—No pasa nada—le contesté.

—Me gustaría que se encargará de Nathaniel Prieto, el nuevo.

—Pero yo soy psicóloga infantil y adolescente— objeté.

—Espere dije ¿Me gustaría? Me refería a que se va a encargar de él, es una orden señorita.

Y entró en su despacho, ¿Qué hago ahora?

Subí al piso 4.

Deje todas mis pertenencias en una taquilla.

Entré a su celda con 2 guardaespaldas.

Estaba atado con una camisa de fuerza y un tipo de bolsa en su cabeza.

—Uy, ¿una nueva?—dijo de una manera totalmente sarcástica.

Hice una señal para qué le quitarán la bolsa, sus ojos, sus azules ojos los conocía, no sabía de donde no sé de cuando, pero sabía quién era, aunque no sabía nada de él, era un poco atractivo, bueno, muy atractivo, ojos azules, cabello castaño oscuro.

Volví a mi posición y me senté para hablarle.

—¿Podría saber tu nombre?

—No

Efímero - [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora