Capítulo IV

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Lo sentí apretar su gran bulto contra mí, noto como sus pupilas se han dilatado y puedo asegurar que aquel brillo es de una lujuria insaciable.

Estaba tan molesta por cómo su mirada me hipnotizaba en ese momento.

-¿Realmente crees que simplemente olvidaré lo de ayer? Me calentaste para enfriarme en segundos -repliqué con una sonrisa torcida.

El sonrió y miró hacia otro lado.

-Estás tan seguro de lo bueno que estás, que te olvidas de algo. Yo lo estoy más -logro zafarme de su acorralamiento.

Escuché su pequeña risa al salir del baño.

-¿Enfadada, Anissa?

Nunca lo había escuchado decir mi nombre. Y no sé cómo mierda hago para que aquella más el tono grave de su voz no tenga efectos en mi cuerpo.

-¿No te ibas a una comida? -pregunté intentando persuadir mi calentura.

-¿Y tú no querías que te follara?

Imbécil.

-Que te jodan, Nathaniel.

Entro a la habitación, pensando en si ir a la comida con él o no. Esto era por mis padres así que sin tener mucho qué decidir, agarré un vestido negro y me lo puse.

Salí a la sala y lo vi esperándome con un cigarro entre sus labios.

-No sabía que fumabas-dije, pasando por su lado.

-Hay muchas cosas que no sabes de mí -aclaró, mientras le daba una calada al cigarro.

Eso era cierto, no sabía absolutamente nada. Desde el principio acabé haciendo lo que él dijo.

Bajamos en el ascensor.

Hoy no era una limusina. Frente al edificio lo que estaba aparcado frente a nosotros era un coche descapotable de color negro mate. Uno que al parecer aún no estaba en el mercado.

Necesito saber de dónde saca el dinero.

Nos subimos a éste sin decir mucho y el viaje pasó en un silencio que no resultaba ser incómodo a pesar de la circunstancia. Llegamos a un restaurante muy lujoso.

Nos acercamos a una mesa con varios hombres en traje.

-Buenos días, señor Prieto -habló uno de los hombres levantándose y dándole la mano.

Nos sentamos, los otros chicos apuntaban cualquier cosa que dijera Nathaniel. No entendía nada.

-Nos gustaría su ayuda, ya sabe el grupo... Zander.

Suspira.

-Lo siento pero no... -el hombre se oía nervioso- Tienen al grupo Bianchi de su lado.

Nathaniel no era la típica persona que dejaba algo por primera vez pero él se levantó y yo fui detrás de él. ¿No haríamos nada?

Metida en mis pensamientos me choque con él porque se paró de golpe.

-Anissa...

Sentía que algo no estaba bien.

-¿Somos solo nosotros?

No podía decir nada. Miles de preguntas se pasaban por mi cabeza solo subí al coche y me senté en silencio. No estábamos en el hotel. Era una casa gris grande por donde se escuchaban algunos golpes.

-¿Sabes utilizar un arma? -Esa pregunta me sorprendió. Negué como respuesta.

Lo sigo para entrar a ese gran edificio.

Efímero - [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora