Emaline
En lo que quedó de vacaciones Natalie fue a ver a su prima casi todos los días, siempre asegurándose que estaba bien, o lo mejor que podía estar. Emaline sabía lo que hacía, pero disfrutaba igualmente de su compañía, eran muy buenas amigas desde hacía años, cuando ella se mudó a la ciudad. Era un año mayor que ella, pero había repetido un curso y ahora iban las dos juntas al instituto, pero en diferente clase.
Era de noche, el último día de vacaciones antes de seguir con las responsabilidades, y estaba preparándose las cosas para la mañana siguiente cuando escuchó la puerta de la entrada cerrarse. Eso solo podía significar que su madre acababa de llegar, aunque le pareció raro que volviera a aquellas horas.
Después de terminar la mochila se cambió la ropa de casa por el pijama y salió de su habitación para ir al cuarto de baño, sin embargo, antes de poder entrar, su padre le sorprendió en el pasillo, con una sonrisa plasmada en la cara.
—¡Papá! —exclamó la muchacha con ilusión. Se acercó a él y le dio un fuerte abrazo que tardó en romper—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que tienes las llaves de la casa?
—Me las ha dado tu madre, para que pudiera venir a verte —respondió una vez se separaron—. Quería haber venido por Navidad pero tuve unos problemas en el trabajo.
—No pasa nada, me alegro de que estés ahora aquí.
Sonrió con felicidad, hacía bastante tiempo que no veía a su padre y le había echado mucho de menos. Siempre estuvo muy unida a él, aunque después del accidente las cosas se enfriasen.
Se fueron al salón y se sentaron en el sofá para hablar de todo un poco. Emaline le contó qué tal le había ido el anterior trimestre en el instituto y su padre le comentó cómo estaba en el trabajo y que fuera a verle algún día porque él tenía poco tiempo. Su padre era médico y muchas veces hacía también horas extra. Realmente las comenzó poco después del accidente y la separación, supuso Emaline que para mantenerse ocupado y no pensar tanto.
Cuando el reloj marcó las once y cuarto, su padre se levantó del sofá.
—Deberías irte a descansar, que mañana tienes clase —le dijo a su hija.
—¿Ya te vas? —preguntó la muchacha, un poco decepcionada—. Si acabas de llegar.
—Tengo que irme, pero dentro de poco volveré a visitarte, si es que no vienes tú antes. ¿Vale, Emmy?
Que usara el apodo de cuando era pequeña la hizo sonreír levemente y asentir con la cabeza. Lo acompañó hasta la puerta, aunque él dijo que no era necesario, y se despidió dándole otro abrazo.
—Pórtate bien en el instituto —le dijo antes de irse.
Ella no respondió.
Después fue directa a su habitación, se tumbó en la cama y se arropó. No se dio cuenta hasta ese momento de lo cansada que estaba, los ojos se le cerraron solos y se durmió.
. . .
Al día siguiente despertó bastante descansada, algo que no era muy común en ella. Había quedado con que Natalie iba a recogerla con su moto para ir al instituto, diez minutos antes de que empezaran las clases. Siempre iban con el tiempo justo, pero ninguna de las dos quería quedar antes.
Desayunó con calma y se vistió. A las ocho menos cuarto salió de casa y esperó a su prima en el portal. Llegó puntual, y las dos se dirigieron hacia su destino.
Al entrar al recinto cada una se fue hacia su clase. Emaline vio como todos estaban en grupos, hablando de las vacaciones con los amigos. Ella no era de esas, después del accidente se había alejado de los únicos amigos que tenía, si es que podía haberlos considerado así. Nunca le gustaron demasiado sus actitudes. Pero aunque así fuera, el que fue su mejor amigo, Chad Martin, siempre la apoyó. Es verdad que muchas veces parecía ligar con ella, pero siempre le dejó claro que no estaba interesada y él lo aceptó. En el instituto era bastante capullo, pero en realidad era una buena persona.
Se sentó en su sitio habitual, en una esquina de la clase pegada a la ventana. Muchas veces se perdía en la explicación de la profesora mirando lo que había fuera, pero no le importaba no saber lo que explicaban, porque solo tenía que empollar y soltar la información en el examen.
La profesora de historia entró poco más tarde, cargando con su libro, su libreta y el bolso. Era una señora mayor, que personalmente a Emaline no le caía muy bien.
La muchacha suspiró y se centró en la materia. Vuelta a empezar.
. . .
El día se le hizo pesado, estaba deseando terminar todo para empezar algo que le gustara de verdad, pero mientras tanto, debía aprobar todo lo que no soportaba.
Bajó a su ritmo las escaleras, los alumnos corrían hacia la salida. Ella no se apresuró ni aun cuando alguien la empujó con su hombro.
Cuando llegó al aparcamiento buscó a Natalie con la mirada, pero no la encontró. Vio su moto aparcada, pero no había rastro de su presencia. Decidió quedarse allí a esperarla. Habían pasado apenas unos minutos cuando oyó una voz familiar cerca de ella.
—Hey, Em —dijo, con cierta timidez en su tono. Emaline se giró, encontrándose con nada más ni nada menos que Chad Martin—. ¿Qué tal?
No supo qué responder en ese instante, su presencia la había sorprendido.
—Bien, supongo —murmuró.
Chad asintió y se acomodó la mochila en un hombro—. Me alegro.
Se quedaron en silencio unos segundos.
—Bueno, me tengo que ir —habló el chico—. Estaría bien que volviéramos a retomar el contacto... no sé, si te parece bien y eso...
—Sí, supongo —dijo Emaline, sin saber muy bien qué quería decirle.
—Guay.
Y así sin más se dio la vuelta y se marchó.
No tenía muy claro qué acababa de pasar, pero no pudo pensarlo demasiado porque vio cómo Natalie salía por fin de las puertas del instituto. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que no estaba sola, a su lado, manteniendo una conversación con ella, se encontraba el chico del Starbucks, el tal Wade.
Que Emaline supiera, ellos ni siquiera se conocían, ¿qué hacía ella hablando con él?
Natalie se alejó del muchacho y se acercó con paso apresurado a su amiga.
—¿Vamos? —dijo cuando estuvo a su lado, poniéndose el casco.
—Sí.
No le preguntó nada sobre lo que había visto, porque no era cosa suya. Pero la curiosidad siguió en su interior hasta cuando se despidieron al llegar a su casa.
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Mi Chica De Ensueño © ✔
Novela JuvenilWade Marshall es un adolescente de casi dieciocho años que lleva perdidamente enamorado de Emaline Smythe tres largos años. Él siempre ha sido un chico de muchas palabras, y para expresar todo lo que sentía lo escribía en su portátil a modo de carta...