Emaline
Ese mismo día, viernes por la noche, había quedado con Chad, Peter, George y otros amigos y amigas de ellos para cenar en alguna parte e irse de fiesta. Realmente no conocía demasiado al resto de integrantes de la salida, ella se sentía un poco acoplada. Solo era amiga de los tres primeros, el resto iba a clases diferentes e incluso a institutos distintos también.
Estaba arreglándose porque Chad venía a recogerla en coche dentro de diez minutos. Iba un poco apurada de tiempo, había llegado muy cansada de clase y se había echado una siesta que se alargó más de la cuenta.
Se alisó el vestido negro que llevaba, era nuevo, tenía la parte del pecho ajustada y luego la parte superior en volandas hasta unos dedos arriba de las rodillas. Le gustaba mucho cómo le quedaba.
Cuando terminó de arreglarse bajó al salón. Se encontró a su madre de camino, en la entrada, vestida ligeramente formal y buscando algo en el bolso que llevaba colgado al hombro izquierdo.
Emaline frunció el ceño al verla, que ella supiera ese día no tenía nada que hacer, y menos así vestida, con el cabello rubio recogido en una coleta alta, un vestido ajustado y maquillada.
—¿Dónde vas, mamá? —preguntó la muchacha, acercándose a su madre.
La mujer se sobresaltó al escucharla y se llevó una mano al pecho.
—He quedado con unas compañeras de trabajo —contestó; se acomodó bien el bolso y cogió un abrigo del perchero de la entrada—. Pensaba que ya te habías marchado —comentó sin mirarla—. Me has asustado.
No le sorprendió demasiado aquello, pues desde el accidente su madre estaba muy dispersa y se olvidaba de todo lo relacionado con ella.
—Salgo ahora, vienen a recogerme —contestó la muchacha.
—Qué bien.
Encontró lo que estaba buscando y le dio un beso en la mejilla a su hija.
—Nos vemos más tarde. —Cogió las llaves y abrió la puerta—. Adiós.
La cerró casi de un portazo. Emaline subió a su habitación y agarró un bolso, donde guardó las llaves y el móvil, y una chaqueta fina. Bajó de nuevo y salió de la casa, Chad no tardaría en llegar.
Y en efecto, poco después apareció el coche del muchacho por la calle. Emaline lo reconoció enseguida. Una vez paró enfrente de su casa se acercó y se montó en el asiento copiloto. Iban solos en el vehículo.
—¿Y los demás? —preguntó la muchacha mientras se ponía el cinturón de seguridad. Luego acomodó sus cosas en el regazo.
—Irán directamente a la fiesta, al final no vienen a cenar —respondió. A Emaline le pareció que iba un poco nervioso.
—Ah —exclamó—. Vale.
El camino no fue muy largo, la chica en realidad no sabía dónde iban a ir a cenar, supuso que Chad ya lo tenía claro. Le asustaba un poco la idea de ir ellos dos solos, porque se parecía más a una cita que una salida de amigos, y Emaline nunca había tenido ninguna.
El coche comenzó a detenerse cerca de un centro comercial. La muchacha lo conocía, solía ir allí a comprar ropa y libros.
—Ya estamos —mencionó el chico—. Pensé que así podríamos elegir un sitio los dos.
Emaline asintió, le gustaba ir al centro comercial a cenar o comer, siempre había diversos restaurantes y al final no siempre ibas al mismo. Aunque ella casi todas las veces elegía los 100 montaditos.
ESTÁS LEYENDO
Mi Chica De Ensueño © ✔
Ficção AdolescenteWade Marshall es un adolescente de casi dieciocho años que lleva perdidamente enamorado de Emaline Smythe tres largos años. Él siempre ha sido un chico de muchas palabras, y para expresar todo lo que sentía lo escribía en su portátil a modo de carta...