DESTINO

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CERO

"¿Cuál es la esencia del mundo? ¿Qué lo hace ser lo que es?", creí escuchar alguna vez de la boca de alguien. No recuerdo bien de quién se trataba, pero su voz dulce y adorable es algo que no he podido olvidar. No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pero si pudiera encontrarme con ella de nuevo, seguramente le diría que encontré una respuesta a su pregunta.

Sí, creo que puedo responder diciendo que todo comienza en la forma en que entramos en contacto con los acontecimientos que nos rodean, tanto los ajenos como los que nosotros mismos generamos. Todos los acontecimientos son únicos e irrepetibles, sean aburridos o emocionantes, grandes o pequeños. No hay manera en que un evento se repita exactamente como lo hizo otro, pero somos capaces de procesarlos, generarlos y aprender de ellos para crear formas nuevas de sobrevivir.

Entonces, si la esencia de la vida es un constante "aprendizaje y adaptación", la esencia de los acontecimientos debe ser un constante "causa y efecto" que da sentido a ese "aprendizaje y adaptación". Los seres vivos prevalecen porque han aprovechado, tanto como se han resistido, a los acontecimientos de su mundo.

Probablemente ella ya estaría aburrida luego de esta explicación, pero es necesaria para dar el punto de vista que he desarrollado respecto a esa pregunta durante los últimos años. Y es que el "mundo" no es más que la realidad generada tras interpretar la interacción entre el ser vivo y los acontecimientos que se dan a su alrededor, su entorno.

No hay manera en que un ser humano controle todas las variables detrás de sus acciones, la incertidumbre es una presente constante en todo lo que ocurre en el mundo, pero sí es absoluto decir que cada ser es responsable de la interpretación que obtiene de su entorno.

No hay respuestas universales ni eventos perfectos, incluso las absolutas leyes de la física varían de acuerdo a las condiciones del experimento. Por eso, si encontrara nuevamente a esa persona, simplemente concluiría en que... tal vez sea mejor no contestar.

UNO

Las personas que conocían a Kurt Kirchoff Astrea solían tener diversos puntos de vista sobre él. Algunos lo veían como un hombre idealista y optimista que siempre tenía los consejos adecuados en la punta de la lengua, una especie de chico amable y sabio que siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, y que además ponía mucho empeño en ello.

Su labia elegante, cálida y agradable, que por lo usual adaptaba a la perfección al estado de ánimo de su escucha, se fortalecía tras su deslumbrante sonrisa y su porte atlético y fornido. Moreno, de cabello rizado y ojos grises casi destellantes, era considerado por muchos como uno de los hombres más atractivos en su círculo social.

Ver a Kurt era ver un ejemplo perfecto del tipo de hombre que fácilmente parecía hacer posible lo imposible, el estereotipo heroico de un amigo que nunca dio la espalda a quien necesitara de su ayuda, entregando cuerpo y alma diligentemente cada vez que se involucraba en los asuntos de los demás.

Pero, como todo en la vida, las cosas no siempre salían bien. Es algo natural no agradarle a todo el mundo, pero lo es más que la gente tenga sus opiniones luego de ver los resultados de sus acciones. Fueran cuales fueran las consecuencias, todo siempre comenzaba con esa enorme bondad que poco a poco empezó a desbordarse y ensuciarse.

DOS

La alarma irrumpió ruidosamente esa mañana, rompiendo la calma en esa pequeña y oscura habitación donde se acomodaban apretados un estante de metal lleno de ropa desordenada y una cama pequeña a la par de la sucia mesa de madera con muchos papeles amontonados encima. Kurt se retorció entre las sábanas, lleno de pereza. Era difícil despertar en ese cuarto, cuya única entrada de luz era una pequeña ventana alta de tres paletas que daba hacia el interior de la casa.

El Orgullo de los Traidores, Volumen 2: El Jardín de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora