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Mamá Lisa le había dado una misión, una muy importante y Ryu estaba encantada de cumplirla mientras se aferraba al cuello de su mami

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Mamá Lisa le había dado una misión, una muy importante y Ryu estaba encantada de cumplirla mientras se aferraba al cuello de su mami.

Todo hasta que vio como su mami Chae echaba un bote de fórmula al carrito, la odiaba, prefería mil veces el sabor natural de la leche materna, sentir ese calorcito corporal y como la loba de su mami lo arrullaba, mientras le hacían mimitos hasta caer en un profundo sueño. La pesadilla había empezado cuándo hace unas semanas habían comenzado a alimentarlo con otros suplementos, así que el pecho había disminuido un poco, pésimo servicio.

"Nooo".

Aquello fue simplemente traducido a balbuceos, y a sus pataletas que no eran para nada fuerte, su mami solo comenzó a mecerla y hacía soniditos tiernos para tranquilizarla.

—Oh qué linda ¿es tu bebé? — una voz desconocida alertó a Ryu, haciéndole parar con su berrinche.

"¡La misión! Casi la olvidaba".

Ryu miró con fingida inocencia al hombre frente a él, su fuerte olor indicaba que era un alfa, y a la bebé no le gustaban los alfas, mucho menos los que se acercaban a su mami con solo una intención. Robarse su amor y su leche, al menos eso le había dicho mamá Lisa.

"Se le van a salir los ojotes de huevo frito si sigue viendo así a mi mami".

—Umn, sí gracias —Chaeyoung sonrió al alfa frente a ella mientras echaba un segundo paquete de pañales al carrito de compras. Nunca lograba entender a que llegaban aquellas pláticas casuales en el supermercado.

"Siempre tan linda mami".

Por un momento la bebé había quedado embobada con las sonrisas de su madre, mientras hacía burbujitas con su saliva y aferraba su puñito cerrado a su ropa.

—¿Cómo se llama? — el alfa insistió en continuar con la conversación.

"Que te importa".

—Uh, Ryu — contestó la omega, más concentrada en sus compras que en la plática de insistente muchacho.

—Lindo nombre para una linda bebé —el chico acarició su abultada mejilla— está gordita.

Y esa fue la gota que derramó el vaso. Ryu hizo un puchero inconforme y sus mejillas pálidas se tiñeron de rojo. Se acercaba uno de sus mejores berrinches.

—Oh ¿qué pasa mi amor? —preguntó Chae mirando el cambio de su carita y fue cuándo se soltó a llorar, fuertemente llamando la atención de varias personas en el pasillo y exaltando al alfa.

Chae preocupada empezó a mecerla sin entender el llanto de su hija, dando palmaditas en su pequeña espalda y susurrándole cosas bonitas. El alfa que estaba molestando se disculpó retirándose del lugar. Misión cumplida.

"Te salvas de que no tengo dientes".

Fue entonces que se dejó llevar por los mimos y el aroma de su mami, siendo adormecida, mientras pensaba en lindos gatitos saltando una cerca, si supiera contar lo hubiera hecho. Durmió tranquila pensando que mamá Lisa estaría orgullosa.

—Quiero suponer que esto no es obra de Lisa —murmuró entre dientes la omega.

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