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Evité contarle la historia a Bill inventándome, como de costumbre, cualquier excusa. Era demasiado pronto para que supiera lo que estaba pasando. Era demasiado pronto para que supiera que la chica con la que se acababa de besar estaba embarazada. De su hermano. Si el destino lo quería, pronto se enteraría. 

Dentro del coche me tumbó en el asiento trasero dejando mi cabeza sobre su regazo.

- Así no te marearás más - dijo mientras me acariciaba el pelo.

- Gracias - dije yo con una sonrisa

- Vaya, creo que es el primer gracias sincero que me dices - soltó entre risas.

- No te acostumbres - contesté yo también entre risas. Cerré los ojos e intente relajarme.

Notaba como su mano subía y bajaba por mi cabeza. Parecía un masaje. Casi me duermo.

Abrí los ojos y me econtré directamente con los suyos. De repente me parecían preciosos.

- ¿Qué miras? - pregunté aun con una sonrisa.

- Lo bonita que eres - 

Noté mis mejillas arder. Hacía tiempo que no escuchaba cumplidos. Daba igual lo cursi que me sonara, daba igual que me hubiera jurado no volver a enamorarme. Eso me había parecido bonito. Aun así no me iba a mostrar (más) vulnerable. 

- Cursi - le dije soltando una leve carcajada

- Eso no quita que no lo sea - seguía con su sonrisa.

- Cállate rubio - dije acompañado de un flojo codazo en la pierna, pues seguía tumbada y era el único sitio al que llegaba.

- Si no hubieras vomitado te besaría, por mucho que me gustes no me tragaré tu vómito - bromeó

- ¿Te gusto? - me senté a su lado

- ¿Qué? - preguntó extrañado.

- Que si te gusto - insistí

- ¿Qué dices tú? - seguía poniendo cara de no entenderlo pero dejaba entrever una sonrisa, probablemnte para que notara que fingía.

- ¡Lo acabas de decir! -

- No he dicho nada, rubia - 

- Sí, sí lo has dicho. ¡Te gusto! - 

Llegamos a casa y la luz estaba encendida. Él se puso delante intentando protegerme. ¿De qué? De un Tom dormido en el sofá. Creo que de poco me sería su ayuda, pues sus piernas temblaban y Tom era dos veces él. 

- No creo que te haga nada esatndo yo aquí, las cámaras y demás - dijo apuntando a la cámara colgada en el porche - voy a cambiarme. Come algo, enseguida bajo. - 

Esperé a que el rubio desapareciera por las escaleras y me senté al lado de Tom. Estaba loca pero necesitaba hablar con él.

- Deja la farsa, sé que estás despierto -

Dicho y hecho. Al momeno abrió los ojos. 

- ¿Qué coño haces en mi casa? - preguntó el colocándose bien.

- Creo que tenemos que hablar - continué yo sin mirarle a la cara.

- Y yo creo que te lo dejé bien claro cuando me fui - sorprendentemente estaba calmado.

- Veo que irte te sirvio, al menos, para bajar los humos - dije yo, también muy calmada.

- Abi, que haya vuelto no significa que.. - empezó

- Sé que sigues sin querer a tu hijo - contuve las ganas de llorar. Mi hijo crecería como yo; sin padre y... quizás sin madre.

- No entiendo porqué no quieres abortar - contestó ya un poco más nervioso - estaba dispuesto a pagarlo yo, ya lo sabes -

- No voy a matar a mi hijo - dije en un golpe de voz muy seco.

- Sabes que estoy metido en un buen lío y no puedo hacerme cargo de un bebé, Abigail - su tono ahora era más bajo. No quería que nadie supiera nada de ese tema.

- Me prometiste que nos iríamos de aquí... Que me llevarías contigo... Y te fuiste solo. Sin decir una palabra a nadie - contener todos mis sentimientos durante años me hacía más fácil parecer de piedra.

- Como tengas ese bebé van a ir a por él. Y luego a por ti. ¡Vais a morir los dos! - exclamó desquiciado - Abigail, lárgate. Lárgate de aquí y no te pasará nada -

- ¡No! - grité poniéndome de pie - Estás en este lío por mi. Yo te voy a sacar de él. - 

- ¿Es que no me odias por haber desapercido durante dos meses? ¡¿Es que eres idiota?! - gritó él también levántandose.

- Has vuelto. ¡Has vuelto y has cambiado! - añadí con algo de esperanza

- No. No he cambiado. Sigo pensando que no eres más que una puta barata - 

- Entonces... ¿Por qué has vuelto? - 

- Por mi hermano. Pensé que ya te habrías olvidado de mi, que te habrías ido y que no sabría nunca más nada de ti ni de ese mugroso feto. Pero no. ¡ESTÁS VIVIENDO EN MI CASA! - exclamó riéndose irónicamente - Lárgate de una puta vez, porqué como te maten... El que va a tener problemas voy a ser yo, Abi. -

La rabia corría por mis venas. ¿Cómo diablos pude pensar que había cambiado? ¿Que había vuelto por mi? Menuda ilusa.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! - dijo Bill desde la mitad de la escalera. 

- Dios... - susurró Tom frotándose la frente con la mano.

- ¿Por qué te llama Abigail, Alisson? ¿De qué bebé habláis? ¿Por qué tienes que morir? - 

Demasiadas preguntas. Lo había escuchado todo. 

- No preguntes Bill, no quiero que también tengan que matarte a ti - dijo Tom con demasiada naturalidad.

- Estoy embarazada. Y... No me llamo Alisson. Soy Abi, Abigail Gonzalez - 

No había un motivo para seguir mintiéndole. 

- Me has mentido - dijo lentamente

- Lo siento - fue lo único que pude decir

- ¿Lo sientes? ¡¿QUE LO SIENTES?! - dijo histérico - Solo me has traído problemas y ¿¡LO SIENTES?!

- ¡Tu fuiste quien insistió en traerme! ¡Me iba a quedar durmiendo en ese cajero! ¿Recuerdas? - grité yo

- Pensé que te conocía aunque fuera simplemente tu nombre, te he ofrecido mi casa, nos hemos besado y te he dicho que me gustas. ¿Cómo has podido mentirme después de esto? - 

- ¡¿OS HABÉIS BESADO?! - exclamó Tom entremedio.

- ¡CÁLLATE LA BOCA! - le grité yo a él, ahora lo que me importaba era Bill - Bill, ¡espera! - dije mientras le seguía camino a su habitación.

Sí. Bill había empezado a importarme. Por primera vez después de lo de Tom empezaba a tener sentimientos hacia alguien. Bueno, realmente... Lo único que me unió a Tom fue nuestro hijo... Tenía miedo de que creciera sin padres, y por eso me forcé a querer a ese bastardo. Lo que empezaba a notar hacia Bill era algo distinto. Era... Era doloroso y a la vez placentero. Era frío, y  a la vez cálido. Era fuerte pero a la vez frágil. 

Alguien se preocupaba por mi de verdad y yo se lo pagaba con mentiras. Una tras otra. Me daba asco. No me daba cuenta de que estaba haciendo sufrir a un pobre chico que solo quiso darme algo bueno. Estaba cegada por mi avaricia. Por la avaricia que se había convertido en mi coraza hacia el mundo exterior durante tantos años. Pero se estaba rompiendo. Bill Kaulitz la estaba rompiendo. 

Casi me caigo cuando Tom me agarró del brazo y me empujo hacia a él para decirme muy serio:

- Nunca me mandes a callar, ¿entendido? Ve con cuidado, imbécil -

Tragué el miedo que daba ese Tom tan... tan serio, tan autoritario y me dirigí hacia donde iba en un primer momento.

La puerta estaba abierta y Bill sentado en la cama.  

HELL ABOVE (Bill Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora