L.

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- Solo trataba de ser un caballero - dijo sonriendo. Seguramente me estaba dando las gracias por no haberle hecho dormir en ese asqueroso y caro sofá.

- Bah, los niños de papá no tienen nada de caballerosos - solté recordando todos aquellos inútiles que se habían aprovechado de mi.

- Claro, lo que tú digas - contestó forzando una sonrisa.

Empezó a quitarse la camiseta dejando ver sus abdominales. Se le notaba que frecuentaba el gimnasio, pero no lo suficiente. Yo le imité y me puse esa camiseta mugrosa que me había prestado.

- Vaya, si sigues siendo todavía una niña - dijo con un tono irónico.

Sí, no era mujer muy voluntuosa pero tampoco una niña.

- Al menos no parezco anorxica - contesté con el mismo tono para devolverle la bulla.

- ¿A no? - devolvió el aun más irónico que antes.

- Imbécil - fue lo único que murmuré yo.

Levanté la sábana para meterme dentro arrepintiéndome de haberle dejado dormir ahí. Poco a poco ese niño bueno que me había prestado cobijo iba perdiendo el miedo y soltándose cada vez más. Igual que un cachorro de los suburbios callejero se convierte en una béstia despiadada, pensaba que el iba por ese camino. Sabía que no tenía que haber dejado que viera que estaba desprotegida, pero ya era demasiado tarde. 

Me tapé y me di la vuelta quedándome de espaldas a él. El chico también se metió pero al contrario, se me quedó unos segundos mirando. Esa mirada clavada en mi nuca me incomódaba un poco.

- Rubia - soltó - no eres para nada una niña... La verdad... tienes buen cuerpo. Era solo una broma - 

- Que bien - dije sin immutarme demasiado - lo mio no -.

- Podrías ser un poco más agradecida puesto que te estoy dando un techo en el que pasar la noche -  esta vez sonó algo irritado.

- Gracias - fue todo lo que dije.

Soltó un murmullo que no entendí y también se tapó. Esperaba a que apagara la luz, pero muy a mi sorpresa volvió a hablar.

- Al menos podrías decirme como te llamas - se sentó esperando una respuesta que no di. - Eh, sé que estás despierta - insistió - Tu nombre - empezó a pincharme en el cotado con el dedo indice - di, di, di, di, di, di -  suficiente.

- ¡¿Es que no vas a parar?! - dije acomodándome en la misma posición que él.

- Tu nombre - repitió lentamente

- ¡Dios! Se ve que eres insistente ¿eh? - dije ya agotada.

- Estoy esperando... - cruzó de brazos.

- ¿Qué más te da? Mañana por la mañana ya no vas a saber nada de mi -

- Pues me gusta saber a quien me llevo a la cama - dijo arqueando una ceja.

- Claro... - puse los ojos en blanco - quieres recordar el nombre de la única chica que se tumbará en tu cama, ¿verdad? - dije vacilando, como si se tratara de un niño pequeño al que se le había caído el caramelo al suelo.

- Nombre - insistió una vez más.

- Buenas noches - me giré y me arropé tras apagar la luz por mi misma.

En cuestión de segundos la volvió a encender. 

- Tú nombre - 

- ¡DIOS! - grité - Alisson. Me llamo Alisson. - 

- Apellido -

- ¿En serio? - dije sin dar crédito. ¿Para que quería mi apellido? Él asintió.

- Farrel. Alisson Farrel. -

- Agente 007 - dijo por el tono en el que le había contestado.

- ¿No te cansas? - pregunté con mi más máximo desprecio a sus chistes.

- Vamos, este ha tenido gracia - 

- Imbécil - repetí.

Me volví a arropar y apagué la luz quedando en un immenso silencio.

Me desperté y no había rastro del chico en la cama. Me quedé un momento desorientada pero en seguida divisé mi ropa y me vestí. Estaba dispuesta a abandonar esa casa asquerosamente lujosa e irme sin hacer ruido. 

Bajé las escaleras que había subido el día anterior y, por desgracia, ahí estaba él. 

- Buenos días princesa - gritó con la misma ironía de la noche anterior desde la cocina. Era un loft, y por lo tanto todo estaba comunicado.

Yo solo solté un gruñido y me dirigí a la puerta.

- Espera - dijo él desde atrás - Ali, te he pre-

- Alisson - interrumpí.

- Alisson - pronunció con mucho emfasis sobre esa palabra - te he preparado tortitas. No quería que te fueras con el estómago vacío. 

- Muy amable - dije a desgana - pero no tengo hambre - mentí. Me moría de hambre y mis tripas rugían cual león hambriento. Solo quería irme de esa casa que me daba escalofríos. Ahora a plena luz, parecía como si ya hubiera estado ahí. 

Estaba a punto de salir por la puerta, pero su voz me detuvo.

- Sé que no tienes casa - dijo en seco - sé que dependías de ese bastardo del club - 

Me quedé quieta. ¿Cómo?

- ¿Có... cómo sabes eso? - 

- Voy mucho a ese club - soltó tan seco como yo, aunque parecía que le daba vergüenza - pero no creo que te hayas fijado en mi... Voy con mi hermano Tom. -

Tom. Ese nombre se me clava en el pecho como un puñal. Tom. Tom Kaulitz.

- Y tú te vas con él a casa... Aquí. Es raro que no te resultara familiar. Sé tu historia y confirmé que eras tú cuando te vi el tatuaje del hombro. -

- ¿Está Tom aquí? - fue lo único que logré soltar. 

- No. Se fue. Se fue y no volvió - 

No sabía si alegrarme o llorar. Mi peor pesadilla. 

- ¿Sabes por qué se fue? - yo sí. Tenía miedo de que lo supiera. No quería que nadie se enterase. 

- No. Nadie lo sabe - 

Tom... Debí suponerlo en cuanto me fijé en él. Son iguales. Idénticos, diría yo. Por un momento senti mi estómago en la garganta, y mi sangre a punto de salir por mis ojos. No. No iba  a llorar. No me mostraría débil ante nadie más. La última persona que me vio así fue Tom y...

Bill... Él era su hermano Bill. Ese hermano del que tanto había oído hablar. Bill me sacó de mis pensamientos. 

- Puedes pasar aquí los días que haga falta - su voz ahora sonaba hospitalaria. 

HELL ABOVE (Bill Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora