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Me levanté sin decirle nada y me acerqué a los cubos de basura. Me saqué los tacones y me puse a rebuscar en ella un par de cartones para poder pasar la noche. 

- ¿Qué haces? - ese chico me había seguido hasta ahí.

- ¿Y tú? ¿Me estás siguiendo? - dije un poco molesta.

En una noche normal hubiera intentado tirarmelo y al día siguiente largarlo. Como siempre. Pero ahora no me apetecía nada. me acaban de echar y... Estaba sin dinero y sin un sitio donde dormir. 

- Puede - soltó tan tranquilo.

- Pues bien, estoy buscando las paredes de mi haitación de hotel de esta noche. ¿Le parece bien señorito? - contesté irónicamente. 

- ¿Por qué? ¿No tienes casa? - preguntó con su aun tono tranquilo e irritante. 

- Claro qué sí - mentí. No iba a contarle a un desconocido que dormía en la parte de atrás de ese local de mierda - pero a estas horas no hay buses ni trenes y no tengo dinero para un taxi - 

- Yo te puedo llevar a tu casa - 

- Nah - volví a meterme a rebuscar 

- Insisto - no le hice caso - Vamos, te han echado por mi culpa - volví a pasar de él - es lo menos que puedo hacer - seguía a lo mio - este no es un lugar para una chica como tu - me estaba cansando - y menos de noche - 

- ¿Es que no te vas a cansar? - dije ya enfadada

- No - 

Pensé un par de segundos y acepté.

- Está bien - si esa era la única manera de que me dejara en paz... Adelante. 

Empezamos a andar camino al parking. Yo iba delante de él aunque no tuviera ni idea de dónde debía ir.

- Oye.. deberías cambiar tu perfume.. - bromeó. Yo simplemente le miré con una cara de desprecio y resoplé - Era solo una idea - rió levemente.

Sacó las llaves y con un clic, las luces de un cadillac blanco y enorme se encendieron. Mis ojos se abrieron de par en par. Al parecer sí era un niño rico.  Abrí la puerta y me subí al asiento del copiloto.

- Vaya, a ti también te lo paga todo tu papi - solté con una voz de entre burla y decepción. Él simplemente rió. 

Le di una dirección falsa y empezó a conducir. Apoyé mis pies sobre el salpicadero y giré mi cabeza para mirar por la ventana. 

- Oh sí, ponte cómoda. Se me olvidaba decirlo - dijo irónico.

Después de un largo rato de silencio, él decidió romperlo.

- Oye - su tono cambió y ahora hablaba serio - siento que te despidieran por mi culpa - 

- No fue tu culpa - respondí sin apenas mirarle.

- No debería haberme metido pero se estaba pasando - 

No le contesté 

- Por cierto cantas genial - 

- Gracias - dije aun mirando por la ventana. 

No tenía ganas de hablar y ni siquiera sabía que iba a hacer cuando llegáramos a ese falso destino. No sabía si era una casa, un piso, una tienda... Bah, mentir era lo que mejor se me daba. 

Cerré mis ojos un par de segundos y el coche paró.

- LLegamos - 

- Gracias - abrí la puerta dispuesta a salir

- ¿Sabes? Vivo en la calle justo de en frente, es raro que nuna nos hayamos visto - 

- Sí, supongo - cerré con un portazo. 

avancé un par de metros y su coche arrancó de nuevo. Por fin iba a perderlo de vista para siempre. Aunque, a fin de cuentas, había sido tan amable de traerme y defenderme le había tratado fatal. ¿A quién le importa? A mi no. La vida lleva trátandome así desde que nací. 

Me aseguré que el coche hubiera desaparecido totalmente y empecé a vagar por las  calles con los tacones en las manos. Unas pequeñas gotas anunciaban que se avecinaba una tormenta pero no le di mayor importancia. 

Encontré un cajero limpio y libre... Force la puerta y entré. Ahí me tocaría pasar la noche. Pero antes... Divisé un contenedor de ropa así que me asomé para buscar ropa para los próximos días. Conseguí una bolsa que pesaba bastante. La abrí y ¡BINGO! Ropa de adolescente. Daba igual que tuviera 21 años, me servía. 

La tormenta pareció desaparecer, pero aun así no podía dormir tranquila.

- ¿Qué haces aquí? - esa voz... 

- ¿Otra vez? - contesté. Era el mismo chico rubio - Deja de seguirme en serio, esto ya empieza a ser incómodo - 

- Vi que no te metías dentro y decidí dar la vuelta -

Resoplé. Pensé que me había librado de él, pero no.

- ¿Y bien? - esperaba una respuesta

- Me dejé las llaves - improvisé

- ¿Y por qué no llamas a un cerrajero? - 

- También olvidé el móvil - tanta pregunta me estaba poniendo nerviosa.

El chico sacó su móvil y marco un número corto.

- ¿Qué haces? - pregunté

- Voy a llamarlo por ti - se acercó el aparato a la oreja.

Me levanté a la velocidad de un rayo y se lo quité.

- ¡NO! - grité presa del pánico.

- ¿Por qué? - preguntó sin entender nada.

- No quiero que llames a nadie, puedo pasar la noche aquí - intenté disimular.

- ¿Tus papis nunca te dijeron que Los Ángeles de noche es peligroso? - volvió a ese tono irónico.

Mis padres. Lo había dicho. 

- Mis padres me abandonaron - dije en un arranque de sinceridad provocado por la rabia 

El chico se quedó blanco de repente.

- Lo-lo siento - quité la tapa de su móvil y tiré la bateria 

- Ahora vete y déjame en paz - volví a estirarme en los cartones. 

Se hicieron unos segundes de silencio.

- De eso nada - dijo seco - tú te vienes a mi casa 

HELL ABOVE (Bill Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora