Capítulo uno: Sentir

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Suspiro cansado al mismo tiempo que se dejaba caer en el futón, golpeándose un poco la espalda y nunca. A veces se le olvidaba que no dormía en un colchón suave y cómodo y sólo dormía en un edredón en el suelo, con un almohada y una ligera sábana.

Exhalo un gruñido al sentir el ligero golpe del futami contra su espalda. Movió su mano a un lado y encontró su celular en su bolsillo, lo tomó en manos y comenzó a sckrolear, sin nada para ver o entretenerse con cualquier cosa. Hizo pucheros y fijo su vista en la ventana, centrando su vista en la tenue luz que rebotaba en el espejo, en el cual, se podía ver con claridad su cuerpo entero, la parte izquierda (derecha en el espejo) se veía de un color anaranjado.

Siendo atraído por el cambio de color a causa de la luz, movió la sabana a un lado y se dispuso a gatear para quedar enfrente del espejo. Curioso por el cambio de lugar en su rostro y por el color que estos tomaban, alzó su mano cerca de su rostro, encendiendo una tenue llama cerca de su cabello, admirando el movimiento de la llama por el aire acondicionado (lo que la hacía bajar la intensidad) y el color que tenía en diferentes partes.

Admiraba con curiosidad su mano, y decidió hacer cristales de hielo en su derecha. No le podía encontrar razón, pero eso le tenía tan concentrado y curioso como una técnica para luchar o un libro.

La curiosidad le hizo recordar. Su pelea con Midoriya donde uso casi al cien por ciento su don, la pelea con Stain (donde, sigue recordando y agradeciendo que Iida amortiguara los cuchillos en sus brazos antes de que el los recibiera), el entrenamiento con Tetsutetsu y de algún modo...el agarre de manos que tuvo hoy en la mañana con el presidente de la clase.

Ha aprendido algo nuevo, y es que, al menos a la mayoría de personas, les tranquiliza el tacto. Ya sea un agarre de manos o algo tan simple como sobar la espalda de alguien que se encuentra derramando lagrimas. Sus pensamientos vuelven a su madre al recordar esos pequeños toques y frases que sólo ella le podía producir tantos sentimientos y pensamientos al bicolor...hasta ahora.

Nunca llegó a pensar que hubiera un toque igual que al de su madre; no lo era, claro, pero las sensaciones que provocaban eran casi idénticas, con la excepción de ese vacío y frio que dejaba al soltar el agarre, al igual que ese nerviosismo y calor en sus mejillas y dedos que le provocaba la rasposa piel del presidente de la clase.

Podía decir con seguridad que aquel toque y sus consecuencias eran parecidas a un tema romántico. Como si se tratase de una novela romántica o una persona entregando su cita a casa, una despedida dolorosa, aún cuando saben que se se volverán a ver en cualquier momento. Eso es lo que pasa cuando su agarre se separa, siempre intentan volver al otro en un acto inconsciente. Aunque ve eso más como físico, simplemente la necesidad de volverlo a sentir; tan fácil como fumar un cigarrillo o comer algo dulce, que cuando se acaba: te deja deseando mucho más de ese producto y, o, sensación.

Sólo que en ese especifico caso era tacto, una sensación que llenaba su cuerpo y mejillas de calor, haciéndolo sentir protegido, comprendido, tranquilo y sobre todo, de alguna manera, correspondido a aquellos sentimientos que él tiene, como si el contrario los tuviera igualmente.

Su mente divaga sobre el contacto que ha tenido con Iida y sobre las sensaciones que el mismo tacto provoca; llevando a pensamientos sin fin, que terminan siendo cenizas al recordar que probablemente era media noche.

Aún con la almohada arriba de su brazo (como suele dormir) y la sabana cubriendo su cintura para abajo, listo para dormir. Simplemente su mente decide no ponerse en blanco; básicamente no dejarle dormir en lo que serían dos horas de extenso aburrimiento, donde sólo puede jugar con su quirk y ver hacía la nada, saboreando la menta de la pasta dental aún en su lengua.

Hands / IidatodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora