D A N N I E L.
Las fiestas de la señora Christina siempre son fenomenales, y esta vez no fue la excepción. Mi padre y yo hemos ayudado a los decoradores con todo lo que podemos, asegurándonos de que todo esté en orden, después de todo es nuestro trabajo. Pero la señora Christina no nos ha permitido hacer más que eso, nos prohibió ser empleados esta noche, dijo que esta noche era para Cara y que por ello debíamos ser invitados en su fiesta. Al inicio no le gustó mucho a papá, pero no podía oponerse mucho, después de todo es su jefa.
Justo ahora estoy en mi habitación terminando de vestirme, la señora Christina nos dijo que era algo semiformal, por lo que opté por unos pantalones negros, una camisa floreada y un suéter negro. Solo me falta encontrar mis Converse negras y estaré listo, pero no las encuentro por ningún lado. Los usé anoche, ¿dónde demonios están?
Y como por arte de magia la respuesta llega a mi mente, esta mañana bajé descalzo a la cocina, o sea que están en la habitación de Cara. Bueno, tendré que ir descalzo hasta su habitación. Salgo de mi habitación y camino hacia la habitación de Cara, evitando chocar con los decoradores en el proceso. ¿Por qué hay tantos de ellos aquí arriba? Niego con la cabeza, ignorando esa pregunta, si no puedo responder es mejor que la ignore. Llego hasta la puerta, la voy a abrir, pero está trancada. ¿Desde cuándo Cara se encierra en su cuarto?
—¿Quién es? —pregunta Cara desde el otro lado.
—Soy yo —digo, volviendo a intentar abrir la puerta. Resoplo al ver que no puedo abrirla—. Cara, necesito mis Converse negras, las dejé por ahí anoche.
Escucho movimiento al otro lado de la puerta, y oigo a Cara maldecir por lo bajo un par de veces. La puerta se abre levemente y mis Converse salen volando por el pequeño espacio, golpeando accidentalmente a uno de los decoradores, quien suelta una palabrota en el proceso, pero sin detenerse a ver quién le había lanzado los zapatos. Cuando me giro para hablar con ella un rato —cómo siempre—, la puerta se cierra de golpe, tomándome por sorpresa. ¿Y ahora qué le pasa?
Me encojo de hombros y recojo mis zapatos, camino hasta mi habitación y me pongo los Converse rápidamente. Me pongo un poco de perfume —regalo de mi abuelo—, busco algunas cosas más y bajo al patio junto a papá.
Me sitúo junto a él y la señora Christina para recibir a los invitados, la mayoría familia de ella. Cierro los ojos con fuerza y suelto un largo suspiro al ver que se acerca mi martirio: Heather Roth. Intento escaparme, pero papá me agarra del brazo, obligándome a quedarme a recibirlos. Se acerca a nosotros junto a sus padres, Carl y Taylor Roth. Prefiero mil veces a Samantha antes que a Heather, se me insinúa demasiado y es muy inmadura para mi gusto.
—¡Bienvenidos! —exclama la señora Christina en cuanto llegas hasta nosotros.
—Hola, Christina —saluda Carl con una sonrisa, abrazando a su hermana, cosa que hace que su esposa ponga mala cara.
Taylor y la señora Christina nunca se han llevado bien, dramas familiares.
—Hola, Danniel —dice una voz chillona a mi lado. Me giro lentamente, forzando una sonrisa.
—Heather —es lo único que digo.
—¿Cómo has estado? —pregunta, acercándose más a mí.
Trago saliva cuando se acerca, ¿no sabe respetar el espacio personal de las personas?
—Bien, bien —digo, dando un paso hacia atrás, y para mi sorpresa ella no continúa avanzando hacia mí cómo siempre.
—Me alegra. Oh, casi lo olvido. Danniel, te presento a mi novio Tayler. Tayler, él es Danniel, el mejor amigo de mi prima —detrás de ella aparece un chico alto castaño, le calculo unos 17 años.
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Sola en el Mundo ©
Roman d'amourCara Roth, una chica de 18 años de edad, castaña, de ojos verdes y con una enfermedad muy poco común conocida como XP; una enfermedad que se activa al más mínimo contacto con el sol, llevándola a una posible e inminente muerte. Su único amigo siemp...