Always You

Prólogo

—¿Por qué Ámsterdam?

Louis ya estaba cansado de tener siempre la misma discusión; hace dos semanas que intentaban definir el destino de sus vacaciones —Ya te expliqué Connor, es un lugar importante para mí y quiero volver.

—Lo sé, lo que no entiendo es por qué es tan importante Louis.

—No lo sé —en el fondo sí lo sabía, pero no se permitía admitirlo—. Simplemente me gusta... tiene lindos museos.

—¿Museos? Tienes que estar bromeando.

El ojiazul rodó sus ojos —Es una linda ciudad, quiero ir y ya; no entiendo por qué necesitas tanta explicación.

—Porque no puedo creer que prefieras unos aburridos museos antes que El Caribe.

El castaño, cansado, se levantó de la mesa al mismo tiempo que llevaba su vajilla al fregadero; el rubio prefirió seguir cenando, no estaba en sus planes ceder ante la insistencia de Louis.

—El dinero es de los dos. Lo sabes ¿No? —el más bajo se tensó enseguida, pero no respondió.

Habían pasado unos diez minutos en donde lo único que se escuchaba era el agua corriendo desde la cocina; cuando el castaño cerró el grifo, volvió al comedor y visualizó al mayor bebiendo de su vaso con agua y utilizando el móvil.

—¿Sabes qué, Connor? —habló el menor llamando su atención—. Haz lo que quieras, ya es tarde y quiero ir a dormir —siguió dándole la espalda, aunque al llegar a la puerta se dio la vuelta conectando miradas con el más alto—. Ámsterdam fue un lugar importante para mí, perdona por querer compartirlo contigo.

El mayor inmediatamente se levantó y siguió al más bajo hasta su habitación —No es justo lo que estás haciendo y lo sabes. De todos los lugares del mundo solo quieres ir a esa ciudad, no lo sé, es raro; lo único que te pido es que me des una razón, una sola y tu respuesta es "tiene lindos museos".

—Los tiene —susurró.

—Escucha —suspiró frustrado—. Vamos a hacer esto; nos vamos a dormir y cuando estés listo para ser sincero conmigo, tal vez, considere ir...

Louis automáticamente bloqueó la voz del más alto y comenzó a acomodarse en su lado de la cama dándole la espalda, mientras imágenes de su viaje aparecían en su mente; todos esos museos; parques; bares; personas, o mejor dicho, esa persona, la razón que no planeaba revelar, ya que ni siquiera él mismo sabía cuál era la principal y única razón para volver. Hasta que sin darse cuenta, se quedó dormido con una sola imagen en su mente, Ámsterdam.