—¿Que haces con un lobo?
—Ayer cuando me despedí de ti, estaba caminando por el bosque pero una loba con sus dos cachorros aparecieron y tuve que esconderme en los arbustos, los dos pequeños cayeron en un hueco algo profundo, luego de intentos y intentos solo el mayor pudo salir, el y su madre se alejaron dejándo a este chiquitín atrás y sentí que no pude dejarlo ahí solo.
—Elizabeth entiendo tu amor por los animales, pero este es un animal salvaje y es muy difícil domesticarlo.
—Lo se pero no lo dejaré solo—ahora compruebo que su amor por los animales es inmenso, está muy decidida con ese cachorro.
—Vale—suspiro—¿Como lo llamaras?
—Aún no se ¿alguna idea?
—Primero,¿ es hembra o macho?
—Hembra
—¿Que te parece Eribeth?
—¿Eribeth?—dijo con voz burlona
—Si
—Me parece bien—no le dije porque quería ese nombre pero en realidad es una combinación de nuestros nombres
—Bueno,¿quieres salir un rato? Podemos ir al lago y dejar que esta cachorra juegue.
—Vale vamos
Nos alejamos de mi casa, atravesamos el bosque y llegamos al lago, Elizabeth dejó a la cachorra en el suelo e inmediatamente se puso a morder las ramas que habían esparcidas por todos lados
—Por lo que veo le encanta morder—dije mirando a Eribeth quien esta mordiendo todo lo que encuentra
—Le encanta, mis libros están destrozados gracias a él
—Suerte que solo fueron los libros, pudo ser peor.
—Es verdad—suspira y su rostro cambia de alegre a triste—pero no la podré cuidar por mucho tiempo, ella crecerá y su instinto no va ser mordisquear libros o ropa, le crecerán los colmillos y......
—Y se volverá salvaje—termine la frase por ella, me miró con inmensa tristeza
—Pues si
—Si quieres te regalo un gato—Si lo se, soy malo tratando de levantar el ánimo, ella vuelve a mirarme y me da una sonrisa un poco débil
—Bueno—suspira—mientras sea pequeña yo la cuidaré.
—¿Y tu padre no se enojara si la ve ?
—Si, pero no puedo dejarla sola
—Solo ten cuidado de que no cause más destrozos,¿te imaginas si la dejas suelta en el castillo?
—No, no quiero imaginármelo
Pasamos la tarde sentados en la orilla del lago mirando a la pequeña loba jugar y correr de un lado a otro, el día estaba perfecto, un sol cálido, una brisa refrescante, el aroma de las flores, el canto de algunos pájaros posados en las ramas y lo más importante, estar en compañía de la chica mas traviesa que e visto en esta región. La pequeña Eribeth se acerco a nosotros y empezó morder las mangas del traje de Elizabeth, rápidamente le quita las mangas para que no destroce el traje, lo necesita para escapar del castillo sin que la descubran.
El cielo empezó a pintarse de un hermoso atardecer y aunque me hubiera gustado quedarme para verlo, atravesamos el bosque de regreso a nuestros hogares, Elizabeth escondió a Eribeth con las mangas como mismo esta mañana, corrió a través de los árboles desapareciendo en solo segundos, me di media vuelta y entre a la casa, puse a cocinar algunos peces para cuando mi abuelo volviera, me quedo mirando el fuego como si fuera la cosa más hermosa del planeta, mi vida ya no es llevar sacos de un lado a otro e ir de pesca, ahora tengo una amiga que es fanática a escaparse por su ventana, con un amor por los animales inmensos.
Elizabeth
—Au—me quejo del dolor provocado por una caída, entre por la ventana pero mi traje se enganchó en la madera y hizo que cayera al suelo—Es hora de dormir Eribeth—la puse en la caja y la metí en el armario, por suerte a las empleadas no les ha dado por limpiar mi habitación, sino hubieran sacado un buen puñado de pelo de lobo.
Detrás del castillo hay una pequeña casa de aguas termales, cuyo dueño es muy amigo de mi padre así que agarró uno de mis kimonos y me voy a darme un baño. El dueño me abre la puerta y me regala una de sus muy cálidas sonrisas, me quito la ropa, la pongo en los cestos de ropa de los visitantes y entro poco a poco en las tibias aguas. Me tomo mi tiempo para relajarme, me seco el cuerpo, me pongo el kimono, iba a cruzar la puerta pero una mano me jala desde atrás haciéndome caer de nuevo dentro de la casa.
—Tranquila soy yo—dijo el dueño de la casa.
—Me has pegado tremendo susto—pongo mi mano en mi pecho para sentir mi corazón ir más rápido que un caballo.
—Lo siento, te olvidas esto—me mostró el pequeño brazalete de caracol que me regalo mi madre hace años.
—Gracias
—De nada, ten cuidado, es de noche y aunque el castillo esté justo ahí los bandidos rondan los alrededores
—No te preocupes uno de mis guardias viene conmigo
—Vale cuidate querida
Salí de la casa y mi guardia me siguió desde atrás, para ser sincera los bandidos no me dan miedo, pero para mis padres son el mayor peligro y es verdad, los bandidos matan y roban, aunque no les temo,¿Será por qué mi mamá fue una de ellos?. Entre al castillo a través de las grandes puertas, salude a unos soldados con los que me llevaba bien desde que era pequeña y entre al comedor para encontrarme con mi padre, le di un fuerte beso en la frente y entre a mi habitación, suspiré cerrando la puerta detrás de mi, me doy la media vuelta, me acerque a la cama pero de repente caí al suelo, miro mis pies y veo la causa de mi caída, Eribeth.
—Eribeth ¿no estabas durmiendo?—la tomo en brazos y le acarició las orejas, la vuelvo a meter en la caja, no para de moverse y está intranquila, eso solo puede significar una cosa, me paro frente a mi ventana y miro el cielo, hay luna llena.
