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Buenas tardes, mil gracias por la acogida. Vamos un poquito más no?
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Diez minutos después, cuando ya se habían alejado del lugar, una alarma comenzó a sonar dentro del edificio. Un robo. Acababa de perpetrarse un robo a plena luz del día y con el museo atestado de gente.

Años después.

Le encantaba Madrid en esa época del año. Las luces, la gente, los adornos, la vida que tenía la gran ciudad. No soportaba la Navidad, era cierto, desde hacía años ese tiempo estival era bastante triste. Sin embargo, y aunque pudiera ser contradictorio, sí le gustaba ver el ambiente, la ciudad se llenaba de niños, de gente corriendo en sus últimas compras, eso era lo que le gustaba.

Ese día podría haber sido como cualquier otro. Por contra, era un día importante. Como cada año, Madrid celebraba otro de sus días “de puertas abiertas” así que con su cámara de fotos, su mochila al hombro y una gorra que le tapaba del sol, se dispuso a hacer la cola para entrar al museo.
Deambuló por varias salas durante una media hora, disfrutando del arte que se respiraba, visualizando cada pintura, cada pincelada de cada uno de los cuadros que se mostraban.

Entró en una sala algo más pequeña. Tan solo un par de personas más estaban allí. Miró uno a uno cada obra colgada hasta que quedó frente a aquella que tanto recordaba, había visto mil veces una reproducción casi exacta colgada en el salón de casa.

Sonrió, aquel que mostraban no era el original, se parecía mucho y daba el pego, pero no lo era. Cualquiera con un poco de “experiencia” en arte se habría dado cuenta. Amplió su sonrisa, debía estar en la sala de restauración.

Aunque eso, ya lo sabía.

Moviéndose ligeramente, tomó su cámara de fotos que colgaba de su cuello y comenzó a fotografiar los cuadros de aquella sala. El flash iluminaba los lienzos, y las instantáneas quedaban perfectas.

- Disculpe – se acercó un hombre de seguridad – No puede utilizar el Flash.

- Oh, ¡Lo siento! – se disculpó quitándose la cámara del cuello – verá, mi marido me ha comprado esta cámara y no sé como va – decía tocando varios de los botones – he intentado quitárselo pero no hay manera - continuaba diciendo apurada.

- Lo comprendo pero – intervino de nuevo el chico de seguridad.

- Sí, sí, tiene usted toda la razón – le cortó – es solo que, ufff, no sé como va. Espere, llamaré a mi marido – dijo dándole la cámara sin opción a negarse. El chico de seguridad la cogió antes de que se cayera al suelo – es que siempre igual – bufaba ella – compra todo de ultima generación y al final para nada si no la sabemos usar, que se ha empeñado ahora en que yo sea fotógrafa o algo– seguía diciendo mientras rebuscaba en su bolso el móvil – como esto, mire – le enseñó el terminal – para qué quiero yo un teléfono con tanta cosa, ¡Ni siquiera sé usarlo! – trasteó hasta encontrar el número que necesitaba y se llevó el teléfono a la oreja – ahora que responda – el chico de seguridad la miraba estupefacto y como un pasmarote mientras aún sujetaba la cámara - ¡oh! Perdone – se disculpó de nuevo – que está usted sujetando el cachivache éste – tomó la cámara por la cinta y se la colgó al cuello – nada, no contesta, si es que ni para una urgencia, de verdad, este hombre – bufaba - bueno mire – colgó el terminal – da igual, no haré más fotos – sonrió con gentileza al chico – lo lamento mucho.

- No se preocupe – el chico se alejó con una sonrisa y ella le devolvió otra con algo avergonzada.

A pocas calles de allí, aparcado en una de las filas de aparcamiento, un ordenador, escondido en el maletero, comenzaba a trabajar sin que nadie a su alrededor le diera órdenes.

Conectando a red abierta” rezaba en la pantalla “generando red LAN privada” el mensaje iba cambiando al tiempo que se iban cumpliendo órdenes “lanzando script” “accediendo al sistema por conexión remota” hubo unos segundos donde tan solo aparecían puntos suspensivos “Conexión completada” se leyó al fin “Descargando video de seguridad al sistema Central

En el museo, la chica miraba la pantalla de su móvil y sonreía: “Datos cargados satisfactoriamente” decía la pantalla. Miró su reloj y pulsó el cronómetro, tenía exactamente 9 minutos antes de que la conexión fuera rastreable. Guardó el teléfono, miró una vez más los cuadros y con un total disimulo entró en los servicios. Se metió en un cubículo vacío. Con cuidado de no tocar más de lo estrictamente necesario, se descolgó la cámara de fotos y la colgó en el pomo de la puerta. Sacó de su mochila un caja de lo que parecían polvos de maquillaje y con un pincel, empolvó toda la superficie de la cámara. Sonrió al encontrar aquella huella del pulgar. Rrebuscó de nuevo en su bolsa y encontró aquel adhesivo extremadamente adherente y absorbente que había comprado hacía unos días en el mercado negro, colocó el adhesivo sobre la huella y cuando lo despegó, miró al trasluz. Su sonrisa volvió a ampliarse al ver aquella huella en el adhesivo.

Guardó todo de nuevo y salió del servicio. Se cruzó con una chica que entraba y le dejó pasar, tras esto, se movió con tranquilidad por el museo, miró su reloj, 6 minutos,“voy genial de tiempo” se dijo a sí misma.

Llegó por fin a una de las “zonas de conflicto” como ella misma las había denominado: La entrada hacia las salas de restauración, las cuales debían estar vacías en esos momentos según los horarios que había estado estudiando durante días. La puerta estaba custodiada por un sistema de huellas digitales y otro chico de seguridad. Si su investigación era cierta, tras aquella puerta, el sistema de seguridad era muchísimo menor al que había fuera.

- 5… 4… 3… 2… 1… - Contó mientras revisaba el tiempo de nuevo.

Desde su posición vio como otro hombre de seguridad entraba en su campo de visión y hablaba con quien custodiaba la puerta. Volvió a sonreírse, el cambio de turno llegaba puntual. Ambos hombres se alejaron un poco de la puerta y ella aprovechó su distracción para llegar a ella. Con maña y rapidez, colocó el adhesivo con la huella de aquél otro seguridad y una lucecita verde sobre el lector le dijo que tenía campo abierto. Miró hacia atrás, cerciorándose de que nadie la veía y abriendo la puerta entró, cerrando tras ella.

- Bien, dos minutos hasta que vuelva el guardia – se dijo comenzando a andar por aquel pasillo.

Con pasos rápidos se acercó a otra puerta, la abrió con una horquilla del pelo y entró en la sala “soy Genial” se susurró a sí misma al verse en el lugar correcto. Se acercó a una de las mesas de restauración y ahí estaba, su objetivo, el cuadro por el que había llevado allí.

Respiró profundamente sintiendo la adrenalina recorrer cada fibra de su ser. Se frotó las manos y tras ponerse un par de guantes, volvió a lo suyo.
Saco de su mochila una más pequeña, del mismo color que, por la manera de doblarla, bien parecía el fondo de la primera. La desdobló, enrolló el cuadro con cuidado, lo metió en la mochila viendo como al cerrarla, el lienzo sobresalía por uno de los laterales sin deaño alguno. Se acercó a una pequeña ventana a uno de los laterales. La abrió y mirando hacia el exterior, lanzó la mochila al pequeño y solitario callejón que separaba el museo del edificio colindante. Cerró de nuevo la ventana. Rebuscó en su mochila una pequeña figura y dejándola en el lugar donde previamente había estado el lienzo salió de la habitación con cuidado de no ser descubierta.

De nuevo en la sala principal del museo, se alejó de la puerta para ver como, escasos segundos después, el agente de seguridad del nuevo turno, volvía a su puesto. Continuó andando y miró su teléfono.

Desconexión Parcial Completada” leyó dos segundos después “Sistema Interior reestablecido” guardó el terminal y volvió a la sala en la que se había encontrado con aquel agente. Lo saludó y se acercó a él con el rostro avergonzado aún.

-Quería pedirle disculpas una vez más – le dijo al chico.

- No se preocupe – contestó con una sonrisa – es algo habitual, no tiene importancia.

Justo en ese instante, el walki del hombre comenzó a sonar, ante la atenta escucha de la chica, el seguridad se disculpó y se separó de ella.

- Aquí José – dijo al walki.

- José, dime tu posición, no te veo en el monitor – escuchó que decían desde la sala de visionado.

- Deberías verme, estoy en la sala Castro – contestó mirando directamente a la cámara de seguridad – no me he movido de aquí.

Hubo un silencio, donde el seguridad, en la sala de visionado, veía a su compañero cerca de una mujer. Miró interrogativo a otro compañero, un novato que acababa de llegar al museo y que le mostraba, desde otro monitor, a José hablando con la misma mujer hacía escasos tres minutos. “¿Es que estabas ciego?” le recriminó al ver ambas imágenes, el otro chico se disculpó.

- ¿Hay algún problema? – preguntó.

- No, todo en orden, gracias – contestó cortando la comunicación.

- Bueno, muchas gracias por todo y disculpe – dijo una vez se acercó de nuevo el agente de seguridad – ha sido muy amable.

- No hay de qué – contestó amable volviendo a su puesto.

Salió con tranquilidad tras un grupo de estudiantes. Pasó por el cordón de seguridad sin levantar sospecha alguna. Ya en la calle, comenzó a andar con pasos despreocupados. Se alejó de la puerta principal y entró en aquel callejón, dando pasos firmes y tranquilos, tomó la mochila sin detener su pasos y continuó su camino en la misma dirección. El callejón acabó llevándola a otra calle más céntrica. Ahora sí aumentó el ritmo de sus pasos siempre con precaución de no levantar sospechas ante tanta gente con la que se cruzaba.

Disimuló su rapidez con las prisas que todos llevaban para las compras de última hora. Llegó a su coche, lo abrió con el mando a distancia, metió las mochilas en el maletero, y colocó el portátil de manera que le fuera más fácil manejarlo. Pulsó varias teclas, metió varios códigos y sonrió cuando leyó en la pantalla “Todos los Sistemas reestablecidos satisfactoriamente” “Desconexión Total Completada” “Borrado de LAN completado"Desconexion de red wifi pública”. Cerró la pantalla, hizo lo mismo con el maletero, entró en el coche y arrancando el motor, se internó en el tráfico madrileño.

-Felices Fiestas – murmuró al pasar con su coche por el museo.

Minutos después, las alarmas saltaban. El museo comenzaba a cerrar con rapidez. Los agentes de seguridad se movilizaban desconcertados y en la sala de restauración, alguien encontraba, en lugar del lienzo, una figura que se reía de ellos:

 Los agentes de seguridad se movilizaban desconcertados y en la sala de restauración, alguien encontraba, en lugar del lienzo, una figura que se reía de ellos:

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Perdón por la imagen que es un poco mala pero bueno, se entiende no? Jajajaja

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