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Buenas noches y FELIZ NAVIDAD!!

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A partir de aquel momento, Luisita comenzó a recuperar a su padre. Ambos cumplieron su promesa y siguieron en contacto. Se llamaban a diario y se veían a menudo. La empresaria se mostraba feliz y Amelia al verla se sentía dichosa por ella.

De ese modo, comenzaron a pasar los días convirtiéndose en semanas. La relación entre Luisita y Amelia era absolutamente perfecta. Tanto personal como profesionalmente. Decidieron, ambas, que cambiarían su modo de trabajar; a partir de ese momento, Amelia, en lugar de intentar sobrepasar su sistema de seguridad y llegar hasta el objetivo que fuera, trabajaría codo con codo con la rubia o María para paliar cualquier fallo de seguridad. Así, cuando hubiera algún evento, alguna presentación o algo que requiriera una alta seguridad, Amelia se encargaba de organizarlo todo, buscaba puntos flacos, indicaba dónde instalar las cámaras para que no quedara ni un solo punto muerto y comprobaba, ella misma, que todos los sistemas de seguridad fueran infranqueables.

Trabajaron tanto y tan bien juntas que reforzaron de manera latente todo el sistema de seguridad de Luna Security, convirtiéndose en la empresa de referencia para muchas otras que intentaban seguir su estela sin lograrlo.

Tanto fue así, que estaban a punto de firmar un acuerdo con una multinacional extranjera les daría el último empujón que necesitaban para pasar de ser una empresa nacional a una internacional con muchísimo prestigio a nivel mundial.

Habían salido a cenar en un coqueto restaurante del centro. Luisita veía a su chica más nerviosa que de costumbre y eso la tenía algo descolocada y es que, pocas veces había visto a Amelia dejarse llevar por los nervios. Cuando el camarero se fue tras apuntar sus pedidos, la rubia estiró la mano sobre la mesa para tomar la de su novia y acariciarla.

- ¿Me vas a contar qué es lo que te pasa? – preguntó mirándola.

- Nada – contestó sacando una sonrisa.

- Ya – rio con ironía – mi amor, que te conozco y sé que algo te pasa.

- Vale – contestó – es que quiero hablar contigo de algo pero no quiero que te enfades.

- ¡Uy! – exclamó con algo de gracia – si dices algo es que has hecho algo que no me va gustar.

- No, no he hecho nada, bueno tal vez sí – bajó la mirada – es que, cariño, si yo no lo hago tu te ibas a cerrar más en banda y...

- Amelia, ¿Qué has hecho? – cortó una Luisita que se ponía cada vez más seria.

- Está bien – tomó aire – he llamado a tu padre y le he dicho que venga, estará aquí como en 20 minutos.

- ¿A mi padre? – se extrañó – si creo que tenía que viajar para organizar la vuelta definitiva y….

- Me refiero a Marcelino, Luisita – aclaró al ver el error de su novia.

Y es que, a medida que la relación con Arturo se recuperaba, la relación con Marcelino no pasaba por su mejor momento. Era contradictorio e incluso injusto, pero Luisita aún no entendía como su padre había dejado que creciera creyendo que Arturo la había abandonado por mucho que hubiera sido por su bien.

- Cariño - siguió ella hablando viendo que Luisita no decía nada – tenéis que hablar – afirmó.

- Es que no sé si estoy preparada aún – afirmó un tanto fuera de juego.

- Luisita, por favor - pronunció a modo de “advertencia” – Sé que lo pasas mal y ellos también están pasándolo mal.

- No sé si puedo, Amelia – dijo bajando la cabeza.

- Amor, adoras a tu padre y el te quiere y te ha querido siempre y todo lo que han hecho todos es por protegerte – Luisita elevó la cabeza – además si has perdonado a Arturo tendrías que perdonar también a Marcelino porque los dos actuaron juntos y tomaron las decisiones los dos – soltó con toda la razón del mundo y Luisita volvió a bajar la mirada.

- No es fácil para mí – contestó.

- Lo sé, cariño – sonrió levemente intentando darle calma – nadie mejor que yo sabe que lo estás pasando mal, por eso tenéis que hablar, os hará bien a ambos.

- Uff… Amelia menuda encerrona - dijo sabiendo que tenía razón, que la menos se debían una conversación, además, cuando la morena la miraba de aquella manera, no podría negarse.

- Anda, mi amor, si lo estás deseando – afirmó sabiendo que Luisita llevaba días queriendo hablar con Marcelino pero no se atrevía a dar el paso – Además, así puedes invitarlos a la boda – finalizó con una enorme sonrisa.

- ¿Boda? ¿Qué boda? – preguntó descolocada y sorprendida por aquella salida.

- Pues la nuestra – dijo como si tal cosa – En un mes empieza la primavera - sonrió feliz, sonrió cómica, sonrió al ver el rostro de Luisita descolocado.

- Perdona, ¿Nuestra boda? – preguntó señalándolas a ambas, sonriente pero sorprendida.

- Claro – contestó como si aquello fuera lo más normal del mundo.

- Ya – su sonrisa era inmensa - ¿Y cuándo me has pedido si quiero casarme contigo? – se cruzó de brazos encantada.

- Ah bueno - le quitó importancia – no te lo he pedido – bebió de su copa.

- ¿Y entonces cómo sabes que nos vamos a casar? – preguntó.

- Porque no puedes vivir sin mí – afirmó – no hay manera – tarareo levemente y susurrante.

- ¡Pero qué creída! – exclamó inmensamente feliz.

- Creída no – continuó – es la verdad, y ¿sabes qué? Que yo no puedo vivir sin ti, así que nos tenemos que casar, ni hay de otra – dijo con sencillez y seguridad.

Luisita se levantó de su asiento ante la sonrisa de su chica. Bordeó la mesa y sin importarle quien pudiera estar mirándola, se sentó sobre las piernas de su novia y la besó con dulzura.

- Te quiero – declaró – pero no me casaré contigo hasta que me lo pidas bien – dijo con una sonrisa.

- No te lo voy a pedir – contestó robándole un nuevo beso – y sí nos vamos a casar.

- Eres, eres… ahhgg - hizo un gesto de frustración.

- Soy lo que tú quieras – afirmó – pero me adoras.

- No solo te adoro sino que te quiero más que nada – dijo mirándola a los ojos y acariciando su mejilla.

- Te quiero – declaró sin hablar, simplemente moviendo sus labios.

Luisita sonrió, sonrió y se perdió en su boca, sabiendo que Amelia no haría una petición “formal” de matrimonio pero que aun así se casarían, pues ambas lo deseaban. No les hacían falta grandes peticiones, solo mirarse a los ojos para saber que lo único que querían era pasar el resto de sus vidas juntas.

Como ocurrió con Arturo, la conversación que mantuvieron Luisita y Marcelino fue larga, serena, llena de matices y de cariño. Luisita pidió todas las explicaciones que necesitaba y Marcelino, tranquilo se las fue dando una a una.

No fue un encuentro difícil, en realidad, fue bastante fácil hablar con claridad y entenderse entre ellos. Porque ellos siempre se habían entendido, porque Marcelino siempre había sido un gran padre y Luisita lo quería con locura.

No hicieron falta grandes disculpas y sí ese abrazo de oso con el que Marce siempre la cobijaba ahuyentando todos y cada uno de sus miedos.

Acabada la cena y ya en el coche, Luisita, más tranquila, miraba las luces de la ciudad con una sonrisa en los labios. A su lado, Amelia conducía sintiendo la felicidad de su novia.

- Estoy muy orgullosa de ti – dijo buscando su mano en un semáforo.

- ¿Por qué? – quiso saber la rubia volviendo la vista a su novia.

- Por todo, por cómo has entendido a tu padre y no te has cerrado en banda – sonrió.

- Bueno, eso es gracias a ti – apretó el agarre de sus manos – me has enseñado algo muy valioso y es que toda historia tiene dos partes y hay que conocerlas bien para no cometer errores – dijo haciendo alusión a aquella época en la que no quiso escuchar y casi la pierde para siempre.

- Ven aquí – pidió sonriente y atrapó sus labios en un beso tierno – espero que le hayas dicho lo de la boda – dijo muy cerquita de su boca.

- Síiii – contestó alargando el monosílabo – se lo he dicho y los he invitado.

- Jum jum – rio para ella misma sin separarse de ella – eso quiere decir que hay boda.

- Qué remedio – bromeó – no pararás hasta que nos casemos.

- Así me gusta – contestó con chulería volviendo a su posición – que tengas las cosas claras.

- Te odio – soltó debido a su tono de voz.

- Mentirosa – contestó de manera graciosa mirándola un segundo para volver la vista a la carretera.

- Te voy a decir una cosa, amor – continuó – nos vamos a casar, pero quiero que sepas que me has quitado la ilusión de una “pedida” romántica.

- Lo que tú digas – contestó sin darle importancia, sonriendo para sus adentros y poniendo rumbo a casa.

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ESPERO QUE ESTÉIS PASANDO UNA BONITA NOCHE.

La Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora