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- Luisi – pronunció Amelia contra su boca con lágrimas.

- No vuelvas a besarme, Amelia – dijo con una voz neutra y sin vida justo antes de marcharse de aquella casa.

UN PAR DE SEMANAS DESPUÉS

Caía la noche y una tormenta empezó a descargar toda su furia sobre la ciudad. Conducía con cuidado, a penas se veía nada nada debido al intenso golpeteo de gotas que se estrellaban contra el cristal. Estaba deseando llegar al hotel y darse una ducha caliente. En teoría, ella no debía estar allí, María debió haber viajado a Salamanca, sin embargo, una inauguración en Madrid, que coincidía con aquel otro evento la había llevado a ella a viajar pese a que prefería haberse quedado en casa. Pero era cierto que aquel evento era más importante para su empresa y tenía que supervisarlo. Todo debía salir bien, no podía cometer ningún error.

Corrección: No se permitiría cometer ningún error.

Paró el coche frente a la puerta del hotel donde un chico ataviado con un chubasquero esperaba que bajara para aparcarlo. Salió y le dio las llaves justo antes de correr hacia el interior del edificio y en el corto trayecto se empapó de agua. Entró sacudiéndose el pelo mojado y anduvo de manera distraída hacia el mostrador.

No había llegado cuando levantó la vista y sus pasos se frenaron en seco. Su rostro se tornó serio y algo pálido, su pulso se aceleró sin remedio, ¿qué coño hacía allí? De espaldas a ella y parecía discutir algo con la recepcionista, Amelia, igual de calada que ella, esperaba registrarse en el hotel.

- ¿Qué coño haces tú aquí? – dijo dando dos zancadas y parándose tras ella.

Amelia la escuchó, sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza, cerró los ojos un instante para después darse la vuelta y encararla. La imagen de una Luisita empapada y furiosa, le pareció absolutamente asombrosa.
Borrando aquellos pensamientos de su mente movió la cabeza ligeramente  y de nuevo se dio la vuelta para hablar con la recepcionista.

- ¿Qué haces aquí, Amelia? – volvió a preguntar llamando su atención.

- Trabajar – fue lo único que contestó - ¿Cuál es mi habitación? – le preguntó a la chica que se había quedado algo parada.

- No pienses ni un segundo que vas a trabajar aquí – continuó ella – no pienses que voy a dejar que te acerques al edificio. Así que ya puedes irte por dónde has venido.

- Disculpa – volvió a mirarla – pero no creo que tú puedas darme órdenes a mí – contestó altiva.

Durante unos minutos estuvieron discutiendo frente a aquella recepcionista que no sabía dónde meterse. Consciente de que ninguna iba a dar su brazo a torcer, Luisita tuvo que aceptar que se registrara en su mismo hotel. Decidió ignorar su presencia pues tenía que centrarse en el trabajo y con Amelia allí, mucho más.

- Luisa Gómez – le dijo a la chica – tengo una reserva.

- Yo también – soltó – y me estaba atendiendo a mí, así que si me disculpas – le empujó ligeramente para hacerse hueco.

- Eres…

- Disculpen – interrumpió la recepcinista llamando su atención – tenemos un problema: una de las reservas no se confirmó y solo tenemos una habitación libre.

- ¿¡Qué!? – preguntaron las dos a la vez.

- Pero no puede ser – intervino Luisita – ayer mismo se confirmó mi reserva.

- La mía también – corroboró Amelia – es mas, incluso volví a llamar esta mañana para que no hubiera problema.

- Ehh no sé qué ha podido pasar –  – pero, no disponemos más que de una habitación y...

- ¿Qué reserva no se confirmó? – preguntó.

- Déjeme ver – trasteó con el ordenador – la suya, señora – le dijo con algo de miedo a una Luisita que se puso roja de rabia. Amelia no pudo disimular una sonrisa.

- Eso no es posible – contestó –espere un segundo – pidió mientras tomaba el teléfono – María dime que ayer confirmaste la reserva del hotel – apremió en cuanto su subordinada respondió a la llamada.

- Claro, claro que sí – contestó rauda – dijeron que no habría problema.

- Pues lo hay, María, lo hay – soltó nerviosa – resulta que no, que no está confirmada.

- Tiene que haber un error, Luisita, pide que lo comprueben de nuevo porque yo llamé ayer expresamente para confirmar la reserva – repitió con calma.

- Está bien, veremos qué hago ahora – rebajó el tono pues María no tenía nada que ver – Luego te llamo.

- Sí, llámame en cuanto lo soluciones, así no me quedo preocupada – dijo aes de colgar y se quedó un segundo con el terminal en la mano – estás d van a hablar – dijo a aire – como q me llamo María que van a hablar.

- ¿Qué has hecho? – preguntó un Nacho fuera de juego.

- Nada, ven aquí y sigue besándome que lo estabas haciendo muy bien – contestó tirando de él hacía sí misma.

Mientras tanto, en aquel hotel de Salamanca, Amelia volvía a discutir con la recepcionista mientras Luisita guardaba el teléfono más confusa que antes.

- Me aseguran que mi reserva se confirmó – habló interrumpiendo una vez más a Amelia.

- De educación vas un poco cortita, ¿no? – preguntó muy cansada ya de su actitud – me está atendiendo a mí – volvió la vista a la chica que en ese instante bien hubiera preferido que la tierra se la tragara - ¿Me da mi llave, por favor?

- Lo lamento muchísimo – dijo con cara de circunstancia - hemos tenido problemas con el ordenador y… - se mordió el labio intuyendo lo que provocaría – su reserva también se ha cancelado y su habitación ha sido ocupada por otro cliente.

- No me puede estar hablando en serio – contestó la morena para regocijo de la rubia.

- ¡Ja! – dijo claramente queriendo decir “te fastidias”.

- ¿Pero qué mierda de hotel es este en el que se pierden las reservas? – protestó una Amelia que empezaba a perder la paciencia.

- De verdad que no sé qué ha podido pasar – decía intentando disculparse – no entiendo como…

- ¿Qué no lo entiende? – dijo ahora la rubia también enfadada por aquella situación – Pues arréglelo – dijo a modo de orden – tengo trabajo que hacer y no puedo estar aquí perdiendo el tiempo.

- Mire, déjelo – intervino de nuevo la morena en un intento por mantener la calma – no se preocupe, deme otra habitación y ya está, pagaré la diferencia.

- Sí, a mí también – la miró de reojo – a ser posible lo más alejada de la suya que pueda.

- Esto - las miró con cautela – a ver cómo les digo esto – se dijo para sí misma la chicha – Como les dije antes, en estos momentos el hotel solo dispone de una sola habitación libre.

- ¿Me está tomando el pelo? – Amelia no podía creerlo, era como si alguien estuviera jugando con ellas - ¿Y qué pretende que hagamos?

- Vuélvete a Madrid – dijo la rubia sin mirarla – total, aquí no tienes nada que hacer.

- Vete tú, no te fastidia – contestó – no voy a irme con la que está cayendo y en la moto.

- Pues te vas a otro hotel – soltó – no será por hoteles.

- Yo llegué primero, así que si alguien tiene que irse, esa deberías ser tú – se cruzó de brazos retándola.

- Que te lo has creído – imitó su gesto encarándola.

- También pueden compartirla – dijo alternando la mirada en una y otra – veo que se conocen.

- ¡Ni de coña! – soltaron ambas a la vez.

- Ya, pues, ahora mismo es la única solución que puedo darles – continuó – lo sentimos, pero tan solo tenemos una habitación, la toman o la dejan – les dijo al tiempo que ellas se miraron tan solo un segundo para rehuir su mirada.

- No pienso compartir habitación con esta señorita – dijo mirándola con algo de desprecio y dándose la vuelta para volver a llamar por teléfono.

- Perfecto – contestó sin achantarse – yo tampoco, así que deme la habitación yo me quedaré con ella.

La recepcionista la miró a modo de disculpa y viendo que Luisita parecía discutir con alguien por teléfono, Amelia aprovechó su distracción para registrarse y poner rumbo hacia los ascensores. Respiraba con algo de dificultad, en algún momento de la discusión había sentido el imperioso deseo de besarla con rabia, por suerte se había contenido y así debía seguir siendo. Luisita debía desaparecer de su corazón y de su alma y así iba a ser.

Cuando la rubia volvió de nuevo a la recepción, se encontró con la nueva situación. Alucinada, sin poder creerlo y bastante cabreada le pidió la misma llave a la recepcionista. Sin obtener ningún tipo de rechazo ni resistencia, la chica le hizo el checking en la misma habitación que la morena. En otro momento, si la rabia le hubiera dejado pensar se habría percatado que algo ahí estaba siendo demasiado raro, como si alguien hubiera orquestado toda aquella situación. Por el contrario, la rabia de saber allí a la mismísima Reina Roja intentando boicotear su empresa y al ver que se salía con la suya, tomó la llave que le tendía la, ahora sonriente, recepcionista y comenzó a andar con decisión.

Una subió por el ascensor y la otra se decantó por las escaleras, por el camino, ambas iban bufando y protestando por su suerte. En el fondo, cada una se preguntaba cómo iba a ser capaz de aguantar toda la noche en la misma habitación.

La primera en llegar fue Amelia. Abrió la puerta y entró. Dejó su bolsa de viaje a un lado y quedó mirando al frente bastante sin mover ni un milímetro.

- Genial… - susurró con fastidio.

En ese momento, la puerta volvió a abrirse, se volteó para ver como entraba. El rostro serio de Luisita se clavó en ella y la morena alzó la cabeza. Luisita terminó de entrar en la habitación y sus mirada se transformó en sorpresa.

- Será una broma – dijo totalmente cabreada.

No dijeron ni una sola palabra más. Amelia, ignorando sus protestas, entró en la habitación, dejó la maleta sobre la única cama de matrimonio que presidía la estancia. La abrió, cogió un par de cosas, volvió a dejar la bolsa en el suelo y se encerró en el baño.

Por su parte, Luisita se posicionó al otro lado de la cama. Dejó a un lado el televisor y comenzó a sacar la ropa que más se arrugaba de la maleta en el instante en que escuchó la ducha accionarse. Suspiró hondamente, aún no entendía la estupidez que acababa de hacer, aquella era la peor de todas las ideas que había tenido.

Bajo el agua, Amelia se mantenía con los ojos cerrados sintiendo las gotas caer. Necesitaba tiempo para relajarse y aceptar la nueva situación. Verse allí, en esa habitación de hotel, con Luisita y tan solo una cama era una de las ideas más absurdas que habían pasado por su mente. Definitivamente, estaba loca, totalmente loca.

Minutos después la rubia escuchó que la ducha dejaba de funcionar. Se apresuró a buscar su móvil y son marcar se lo llevó a la oreja justo en el instante en que Amelia salía del baño.

- Sí mi amor – dijo mirando de reojo a Amelia – sí, ya estoy en el hotel. El viaje muy bien. No, ningún problema, nah ya sabes, la típica mosca cojonera que no te deja en paz – soltó sin inmutarse, Amelia negó con la cabeza – jajaja sí, te echo de menos – siguió diciendo con un tono meloso – ya, solo son un par de días pero, se me van hacer eternos – Amelia sacaba de su maleta un ordenador portátil – te voy a dejar, cariño, te llamo mañana – volvió a mirar a la morena estudiando sus movimientos – te quiero – dijo justo antes de guardar de nuevo el móvil - ¿De qué te ríes? – preguntó al ver una estúpida sonrisa en el rostro de la morena.

- De lo mal que mientes – soltó y sin darle opción a réplica, tomó el portátil y un par de cosas más y salió de la habitación. Dejando a una Luisita que, ahora sí, llamó a Clara para decirle que ya había llegado.

Un par de horas después, Amelia entraba en la habitación e iba directa al baño. Se cambió de ropa, se lavó los dientes y ya con el pijama puesto salió encontrándose a Luisita metida en la cama y trasteando con su portátil.

- ¿Qué haces? – preguntó al ver que tenía intención de meterse en la cama con ella.

- ¿No lo ves? – le devolvió la pregunta – me voy a acostar, tengo sueño.

- N ise te ocurra – dijo cerrando el ordenador e incorporándose un poco – no vas a dormir conmigo.

- ¿Ah no? ¿Y dónde cojones quieres que duerma? – preguntó de nuevo cansada de todo aquello.

- En el suelo – dijo tirando su almohada.

- ¡Ja! – se levantó para recoger la almohada – no pienso dormir en el suelo, duerme tú si quieres, no te jode.

- Yo estaba aquí antes – discutió – y no vas a dormir conmigo.

- Yo llegué al hotel y a la habitación antes así que te toca a ti dormir en el suelo – contestó.

- No te aguanto – soltó.

- El sentimiento es mutuo – contestó muy, muy seria.

- ¡No voy a dormir contigo! ¡No te quiero cerca! – elevó la voz.

- Eres una niñata – soltó y en un movimiento rápido cogió la almohada de Luisita y la puso entre las dos – arreglado: tú duermes en tu parte y yo en la mía – dijo dándole la espalda.

- ¿Y por qué tenemos que usar mi almohada? – protestó una vez más.

- ¿De verdad, Luisita? ¿Qué tienes, cinco años? – preguntó empezando a desesperarse.

- Es que no entiendo por qué me tienes que dejar a mí sin almohada – continuó la rubia.

- ¿Siempre has sido así de idiota? Porque no sé cómo pude ni tan siquiera fijarme en ti – atacó.

- Ni yo como pude fijarme en ti – contestó volviendo a poner la almohada en su lugar.

- Aaaghhh – protestó frustrada. Se volvió a levantar, abrió el armario, encontrando allí una almohada extra y poniéndola de nuevo entre ambos cuerpos se volvió a tumbar. Apagó la luz y se dispuso a dormir. En cuanto cerró los ojos sintió claridad - ¿Y ahora qué coño haces? – protestó de nuevo.

- Nada – dijo como si nada – yo no tengo sueño así que voy a leer un rato.

- Pues te enciendes tu puñetera lámpara – apagó la luz desde su posición.

- No veo bien tan solo con la lamparita – volvió a encenderla desde su lado de la cama.

- Pues te jodes – la apagó una vez más.

- Jódete tú – la volvió a encender y entre tanto apagar y encender la luz, la bombilla se fundió dejándolo todo a oscuras.

- Genial, ya lo has conseguido – reprochó.

- Si tanto te molesta ve a la habitación de al lado y roba una, que se te da de lujo – atacó de nuevo.

- Tu te graduaste en estupidez con honores, ¿Verdad? – soltó a una Luisita que la miró con rabia en los ojos.

- ¡Idiota! – Exclamó dándole la espalda.

- ¡Imbécil! – contestó ella también tumbándose de espaldas a ella.

Horas después, en sueños, sintió movimiento a su lado. Luisita se movía inquieta y parecía sollozar. Un brazo ajeno le impidió movimiento alguno y su cuerpo se aferró a aquel otro que aún entre sueños se abrazaba a ella con fuerza.

Entre el sueño y la vigilia sintió a Luisita pegada a ella, abrazada a su cuerpo como si fuera una tabla de salvación. La rubia tembló y sin salir del todo de la inconsciencia del sueño, la estrechó más contra su cuerpo.

- Shhh… duerme – murmuró en ese estado onírico en el que se encontraba – duerme, cariño.

- Mi amor - contestó abrazándose más contra ella también en sueños – Amelia - volvió a susurrar más relajada y tranquila.

De nuevo profundamente dormidas ambas, no hubo nada, absolutamente nada que perturbara ese sueño. Y después de mucho tiempo, las dos durmieron de un tirón. Y no hubo pesadillas, ni sollozos, ni inquietud. Durmieron sin despertarse lo que les restaba de noche.

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La Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora